Zapatos alados

 

Este par de zapatos alados lleva incorporado un par de ventiladores que aseguran el vuelo, aunque no aparecen en la fotografía

Durante la segunda semana de julio he impartido un curso en la Escuela de Verano organizada por el Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad de Barcelona, con el título: Emociones agradables, arte y creatividad.

El curso comenzó con una invitación a la reflexión sobre los sentimientos que los docentes experimentan en su lugar de trabajo y a continuación se llevó a cabo una actividad con el objetivo de liberarse, metafóricamente hablando, de aquellos que no resultan agradables.

El ejercicio se desarrolló individualmente y en privado, sin que nadie estuviera obligado a hacerlos explícitos. Identificar estos sentimientos es el primer paso para conseguir deshacerse de ellos y poder luego concentrarse en todos aquellos que nos hacen sentir bien, tanto con nosotros mismos como con los demás.

Este modelo requiere una carrera rápida para emprender el vuelo

Seguidamente, mediante un ejercicio creativo, transformamos los desechos resultantes del proceso de liberación en un producto tangible que permitiera visualizar los sentimientos agradables que los docentes desean poder experimentar y centramos el diálogo en éstos, analizándolos desde la óptica del profesorado y también del alumnado.

Cuanto más trabajo en el ámbito de las emociones, más claro tengo que resulta difícil separar los sentimientos en grupos estancos y abordarlos por separado. Creo que existe una relación de interdependencia entre ellos que vale la pena aprovechar y que invita a abordarlos de una manera conjunta. Cuando el objetivo está puesto en potenciar la vivencia de emociones agradables resulta más fácil abordar la gestión de los que no lo son tanto.

El título de esta reseña hace referencia a una de las actividades que llevamos a cabo: construir unos zapatos con alas.

La actividad se me ocurrió a raíz de haber impartido previamente otro curso similar: Potenciar las emociones positivas a través del lenguaje artístico. Os invito a leer el artículo que he escrito sobre él, titulado: Partirse la caja.

Le debo la inspiración a la intervención de una maestra que quiso compartir con el resto de personas del curso las sensaciones que tiene en su cuerpo cuando se siente feliz. Nos explicó que se siente como si tuviera alas en los pies.

¿Y a quien no le gustaría tener alas en los pies? 

El ejercicio que propuse se basa en una idea que llevo explorando desde hace tiempo y que pongo en práctica cada vez que tengo ocasión: construir o crear imágenes y objetos tridimensionales que nos hagan sentir bien, es mucho más potente que visualizarlos exclusivamente con la imaginación. Cuando determinadas imágenes positivas o agradables trascienden el ámbito del escenario mental para convertirse en reales y tangibles, su potencia y los efectos positivos que tienen aumentan exponencialmente. Más aún cuando ha habido un trabajo previo de diseño, de toma de decisiones y de manipulación de materiales y cuando se comparte en grupo la concreción de la propuesta, así como de todas aquellas ideas, sentimientos y pensamientos que se han experimentado en el transcurso del proceso de realización.

De los pies alados surgieron los zapatos con alas.

A menudo las intervenciones de los alumnos me sirven de fuente de inspiración para plantear nuevas actividades, aunque no sea en el mismo grupo donde ha surgido la idea si no en otro. Me parece interesante que se produzcan transferencias entre cursos y más aún entre personas que ni siquiera se conocen. Es una manera muy bonita de enriquecerse y de compartir.

 

Todo el mundo estuvo dispuesto a aportar un par de zapatos para poderlos transformar. Era la condición indispensable para poder llevar la actividad a cabo. Reunimos tantos modelos diferentes como personas asistieron al curso y enseguida se puso en evidencia una cuestión: cada zapato pedía tener unas alas particulares. ¿Cuáles? Estuvimos hablando sobre ello previamente. Hay muchos tipos de alas, y también muchos tipos de vuelos, según sean estas …

La cuestión de los materiales fue otro factor para tener en cuenta, junto con el tiempo del que disponíamos. Era importante poder realizar todo el proceso y llegar a materializar las ideas previas para que finalmente pudiéramos compartir los zapatos alados y algunas de las ideas que éstos fueron capaces de suscitar.

No se puede prever nunca qué pasará cuando un grupo de personas se encuentran con la posibilidad real de calzarse unos magníficos zapatos con alas …

María, espontáneamente, con sus sandalias aladas al estilo Leonardo da Vinci y música de fondo, propició que todo el que quisiera emprendiera el vuelo por un minuto allí donde deseara, sin que hubiera necesidad de explicar ni comentar nada. Fue un momento de magia compartida, un momento sensible y emotivo de extraordinaria potencia.

María, accionando el mecanismo de sus alas, instantes antes de emprender el vuelo

 

Planteé una pregunta:

¿A dónde nos pueden llevar unos zapatos con alas?

Recogí las respuestas y nos dimos cuenta de la cantidad de cosas que nos permitiría tener un calzado como el que habían construido.

En este modelo, las alas se despliegan cuando su dueña decide dejar de tocar con los pies en el suelo.

Una vez terminado el curso no he podido evitar continuar añadiendo cosas a la lista inicial:

A sentirnos ligeros
A sentirnos capaces
A sentirnos libres de trazar el propio camino
A desconectarnos de las preocupaciones terrenales
A pasear sobre las nubes
A ver personas queridas que están lejos
A soñar con cosas bonitas
A ver la tierra desde las alturas
A tocar el cielo con las puntas de los dedos y de la nariz
A bailar en el cielo haciendo filigranas
Al espacio
A experimentar la ingravidez
A hacer ejercicios de vuelo
A trazar loopings en el cielo

No puedo dejar de pensar en zapatos alados. Me gustaría probarme modelos diferentes. Quisiera poder experimentar la libertad de volar donde yo quisiera. Quisiera que hubiera puestos en las ferias con zapatos alados para alquilar, a un precio razonable y zapateros especializados en su cuidado y reparación y también instructores de vuelo y compañeros de vuelo y lápices de colores para pintar las nubes y la luna mientras vuelo …

Y vosotros, ¿Qué harías con unos zapatos con alas?

Os invito a imaginarlo y también a que os los calcéis tantas veces como deseéis. Basta con cerrar los ojos … aunque mucho mejor si antes de cerrarlos os atáis los cordones o la hebilla …

!Buen vuelo!

«Kis mi again»

 

Anticipé este artículo hace unos días. Me quedó pendiente explicar una deliciosa anécdota relacionada con el cuaderno de dibujos en el que ha estado trabajando mi padre, enfermo de alzhéimer, durante mucho tiempo, y al que he dedicado el anterior artículo de esta sección: “Mandalas dialogados II. Patrones”. Os invito a leerlo si todavía no lo habéis hecho.

Estaba convencida de que dicho cuaderno había pasado a formar parte de los acabados, pero no es así. El último día que estuve con él en su casa, lo estuvimos comentando de nuevo y hojeamos todas las páginas a las que todavía no ha puesto color. Tiene el propósito de seguir con él, aunque días atrás parecía que lo había aparcado definitivamente.

Hace ya meses me contó lo que había hecho al llegar a una página determinada. Ésta se compone de dibujos sueltos y el centro lo ocupa una escena que él me describió así:

Hay un corazón y dos seres humanos besándose, o eso parece, que ha hecho el autor de la página. Entonces pone “Kiss me”.

Y siguió contándome:

– Ahora he entrado yo y lo he puesto delante de un pajarito y una pajarita. Bueno, he puesto “kis mi again”. ¿Sabes lo que significa?, me preguntó.

¿Bésame otra vez?, le dije yo.

-¡Exacto!, contestó

Y nos reímos los dos a ambos lados del teléfono.

Aunque afortunadamente tomé algunas notas de aquella conversación, no puedo reproducir el tono ni todas las palabras con que me describió el dibujo y su intervención, pero sé que a él le dio la sensación de haber hecho algo un poco fuera de lugar. Se excusó en cierto sentido por haberse fijado en una escena de amor explícito y recalcó que el dibujo no era obra suya, si no del autor de la página, que obviamente no era él.  También expresó cierta duda sobre el hecho de que los personajes que aparecen se estuvieran besando. Es cierto que los labios de ambas figuras no llegan a tocarse, pero no creo que fuera eso lo que le impulsó a ponerlo en duda. Fue más bien su habitual recato y discreción lo que le impulsó a expresarlo así.

La escena lo emocionó de alguna manera que no sé ni puedo explicar. Pero no tengo ninguna duda que logró hacer un “clic” en el interior de su cabeza y lo conectó con sus vivencias. Aunque no pueda acordarse de hechos concretos, muchas cosas han dejado una especie de sedimento o poso. Las muestras de afecto constituyen uno de estos posos y estoy convencida de que actualmente son las que consiguen retener algunos recuerdos recientes y no tan recientes en su cabeza. Como si fueran un poderoso pegamento.  La frase que él espontáneamente ha incluido en el dibujo creo que también constituye un bonito ejemplo. “Again”, expresa su deseo de preservar el afecto que recibe de las personas, aunque lo haya puesto bajo los pajaritos.

Días después, y en varias ocasiones, hemos vuelto a comentar el contenido de esta página de su cuaderno.

Aunque la primera vez dejó muy claro quién había escrito la frase, en las conversaciones posteriores que hemos mantenido, se ha referido siempre a la intervención de un gracioso, que en algún momento le ha metido mano a la página y ha escrito lo que ha escrito. Él ya no se ha vuelto a hacer responsable de la frase.

Desde el primer momento pensé que el cambio de versión no se debía al hecho de no acordarse de que había sido él, sino a la necesidad de sentirse libre de culpa en caso de que alguien lo pudiera acusar de haber escrito algo impropio.  Si él no ha sido, no hay problema. A la vez el término “gracioso” le permite referirse a sí mismo sin hacerlo de forma explícita.

Recuerdo que, en más de una ocasión, cuando ha hecho referencia al gracioso, le he dicho que a mí me parecía un gracioso con mucha gracia y que la frase que ha escrito me resulta muy simpática.  Mi comentario le hace cambiar el tono automáticamente: empieza a referirse a él como quejándose de lo que ha hecho (por si acaso), y en cuanto yo alabo su intervención noto cómo cambia y corrobora, divertido, que a él también le parece simpática y graciosa la frase.

La figura del gracioso que hace jugarretas no es la primera vez que aparece. Tiempo atrás fue el responsable de pintar de color verde la cola de una cabra subida a un árbol. El episodio lo mantuvo fastidiado una larga temporada, hasta que logró disimular un poco el color verde, pintando encima con marrón y ocre.

Intenté imaginar hipótesis factibles que explicaran por qué la cabra tenía la cola de color verde sin sugerirle nunca que hubiera sido él el responsable de pintarla así.  Mis propuestas no lo convencieron, seguía fastidiado, como él dice, porque alguien la hubiera pintado incorrectamente.

Hace pocos días un espíritu se ha entrometido en uno de los cuadernos de mandalas centrados en los que está trabajando y ha pintado unas líneas de forma inadecuada.  Ahora intenta eliminarlas con la goma de borrar, pero no le resulta fácil y le fastidia que hayan aparecido como por arte de magia sobre el papel.

Los graciosos y los espíritus me hacen sonreír. Me parece deliciosa la manera como mi padre responsabiliza a estos seres anónimos de acciones de las que no se siente satisfecho o de las que piensa que le pueden reñir por haberlas llevado a cabo. Es muy sano responsabilizar a otros de tales cosas. Se vive mucho más tranquilo así.

Sería fácil atribuir al alzhéimer la mala memoria de mi padre en relación con lo que acabo de explicar, pero yo creo que la enfermedad no es la causa.

Yo lo interpreto desde otra óptica. Una lectura reciente de un libro de Rojas Marcos, titulado: “Eres tu memoria. Conócete a ti mismo”, ha hecho que descubriera que en general todas las personas modifican sus recuerdos:

“En realidad, la memoria es creativa y tienen el poder de renovar las cosas que guarda con el fin de adaptarlas o hacerlas coherentes con los cambios que experimentamos a lo largo de la vida. Así, con el tiempo añadimos y sustraemos detalles de las experiencias pasadas que conservamos en la memoria, y cuanto más tiempo transcurre, más las transformamos. La memoria, pues, reconstruye nuestra historia con los recuerdos del ayer, pero antes los modela y los enmarca en el contexto de nuestras creencias y puntos de vista de hoy”. 

Luis Rojas Marcos

Yo creo que la memoria de mi padre, a pesar del alzhéimer, todavía es creativa. No es que se haya olvidado de algunos detalles que explican cómo han aparecido palabras, líneas y manchas de color en sus cuadernos si no que ha transformado sus recuerdos para sentirse cómodo. Es preferible atribuir a otros las cosas de las que uno mismo no se siente satisfecho o seguro. En este sentido parece que su memoria funciona como la de cualquier otra persona que no sufra dicha enfermedad.

También hace lo contrario: se siente responsable o autor de cosas que no ha hecho pero que le hubiera complacido hacer y que acaba atribuyéndose.  Su creativa memoria le brinda un equilibrio y una satisfacción dignas de admiración.  Escribo esto con cierta envidia y también con una sonrisa en los labios.

Y acabo con una frase, también de Luis Rojas Marcos, que leí no recuerdo dónde, hace ya mucho tiempo y que ahora adquiere para mí nuevos significados:

 “Para ser feliz hay que tener buena salud y mala memoria”.

 

 

 

«Partirse la caja»

 

«Caja de risa», realizada por una de las alumnas del curso

Durante la primera semana de julio he impartido un curso en la Escuela de Verano organizada por el Movimiento Educativo del Maresme, que llevaba por título: Potenciar las emociones positivas a través del lenguaje artístico.

«Partirse la caja» es una frase que expresa muy bien los objetivos que pretendía este curso: reír, pasarlo bien y aprender en un ambiente creativo, artístico y lúdico.

Es también la frase que inspiró el trabajo de una maestra para resolver uno de los ejercicios creativos que propuse: construir una caja de la risa utilizando una caja de cerillas y bastantes materiales diferentes para transformarla. Había que concentrarse en las sensaciones que nuestra barriga experimenta al reír, inspirándose en alguna situación vivida que no había que hacer explícita. La caja como contenedor-barriga se prestaba al juego de la libre interpretación y recreación.

«Caja de risa», realizada por una de las alumnas del curso

El ejercicio se desarrolló entre sonrisas y complicidades en un ambiente magnífico y concluyó con la invitación a mostrar las cajitas transformadas y a compartir las risas contenidos en ellas. Aparecieron en la conversación una gran cantidad de palabras diferentes para referirse a las sensaciones experimentadas.

«Caja de risa», realizada por una de las alumnas del curso

 

Veintiocho personas diferentes, veintiocho soluciones distintas, todas divertidas e interesantes.

 

«Caja de risa», realizada por una de las alumnas del curso

 

Cada día estoy más convencida de que en relación con la educación emocional lo más importante es encontrar maneras de potenciar la vivencia de las emociones que nos hacen sentir bien. No se trata sólo de hablar de aquellos sentimientos que nos resultan agradables sino de propiciar tantas veces como sea posible situaciones y dinámicas que favorezcan experimentarlos, sentirlos en propia piel, emocionarse en primera persona y preferiblemente en compañía.

Los datos que aportan los estudios sobre neurociencia me hacen pensar que sería deseable trabajar en esta dirección tantas veces como sea posible. El conjunto de situaciones agradables vividas solos, o con otras personas, constituye a mi entender una especie de depósito de reserva en nuestra memoria al que se puede acceder en diferentes momentos para evocar las sensaciones que experimentamos en el cuerpo, cuando nos sentimos felices, contentos, alegres, satisfechos, etc. así como también los pensamientos agradables y positivos que generamos en estas situaciones. Disponer de estos recuerdos e impresiones facilita hacer frente a otras situaciones que nos generan sentimientos no tan agradables o incluso desagradables.

Fragmento de la transformación sobre un dibujo, realizada por una de las alumnas del curso

 

Durante el curso hemos desarrollado diversas actividades con el objetivo explícito o implícito de potenciar la vivencia de emociones agradables. Estas experiencias han constituido un ejemplo de cómo proponer y desarrollar actividades partiendo de objetivos muy concretos, utilizando un número de materiales limitados, consignas precisas, pero suficientemente vagas vez como para que cada persona pudiera encontrar soluciones válidas personales e irrepetibles, y desarrollando dinámicas participativas. Las posibilidades y variaciones que se pueden aplicar a las propuestas son prácticamente infinitas. Hay que tener claros cuáles son los objetivos que se pretenden para desplegar un abanico de posibilidades que se adecuen a los contextos particulares donde se lleven a cabo las actividades.

Hemos puesto el acento en el proceso desarrollado para resolver las propuestas artístico-creativas y en las dinámicas relacionales que éstas han propiciado. El resultado final, visible, es lo que nos ha permitido compartir los procesos, así como también los sentimientos que los participantes han experimentado en el transcurso de determinadas actividades.

La invitación al juego, a explorar alternativas, a colaborar con los compañeros y a expresarse con libertad sin miedo ni vergüenza, respetando las ideas de todos, ha sido una constante en todas las sesiones.

«Elixir de la Felicidad», realizado por una de las alumnas del curso

Comenzamos el curso creando unas cajas de risa capaces de evocar instantes de alegría y bienestar y de transportarnos a diversos escenarios y lo hemos acabado compartiendo un autoregalo: un elixir de la felicidad creado por cada persona y destinado a uso personal.

 

*

 

Nos hemos reído mucho en todas las sesiones y está más que demostrado que reír refuerza el sistema inmunitario y favorece el aprendizaje. También han emergido emociones y sentimientos que quiero llamar «delicados», como la tristeza, la rabia, el dolor o la frustración, que han hecho aflorar lágrimas en algunos momentos. Las emociones se contagian cuando hay empatía en el grupo y generan al mismo tiempo cohesión.

«Delicados» me parece un término bonito y también apropiado para referirse a ellos, porque merecen ser abordados con la máxima delicadeza posible.

Confío que todas las personas que han participado en estas sesiones pasen un saludable verano y empiecen el próximo curso con muchísima emoción e ilusión, y con ganas de reír y pasarlo bien, convencidas de la importancia y la necesidad de potenciar las emociones positivas y agradables en el aula.

Fragmento de «Caja de risa», realizada por una de las alumnas del curso

 

Este curso también ha tenido proyección hacia el exterior. Una parte del material emotivo-artístico creado lo estoy haciendo llegar, con consentimiento y participación de todos los asistentes, a una persona muy querida, que sin saberlo propició una de las actividades que propuse. Está pasando un momento delicado en la vida y resulta bonito acompañar creativamente a las personas e intentar que experimenten emociones agradables que les ayude a hacer frente a todo tipo de situaciones.

Todo lo que hemos compartido estos días me ha permitido inventar nuevas actividades y reflexionar sobre muchos aspectos. Las intervenciones y aportaciones de las personas que han participado en este curso han constituido por mí una especie de cóctel detonador de ideas que ahora sufren en mi cabeza un proceso de fermentación. Una de ellas ha estallado sin escapar al proceso de destilación posterior: la he puesto en juego en el curso que he impartido seguidamente a este. Le he agradecido personalmente a la persona que la propició, la inspiración que me proporcionó su intervención.

Si queréis saber qué destiló mi alambique mental haced clic sobre la imagen: