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La mujer de la ventana y una bailarina en lo alto de una palmera

Contaba en el artículo que titulé “Estrategias” que hay una imagen que había tratado de ver recurriendo a todos los trucos que se me habían ocurrido y funcionado en otras ocasiones, y no lo había logrado.

La imagen en cuestión es una persona que parece que va a caerse de una ventana o del tejado. La percibe mi padre cuando su vista se queda posada en un punto concreto de la casa de un vecino.

Me sucedió que en el momento de subir la fotografía que había hecho de dicho punto, a la página del blog que estaba construyendo (en castellano), para ilustrar el artículo, de pronto vi lo que presumo que él percibe.

Previamente lo había intentado sin conseguirlo y lo último que se me había ocurrido había sido pedirle si me podía tratar de describir a la mujer en cuestión. Acababa de hacer fotos del lugar donde posa la vista y se las enseñé a través de la pantalla de la cámara por si a partir de ellas me daba alguna pista. Y me la dio, pero no la supe interpretar hasta pasados unos días.

A pesar de las dificultades que le supuso, trató de colocar su cuerpo en la misma posición que la persona que ve, sentado en la silla donde habitualmente pasa largos o cortos ratos en el jardín, según el día. Sujetó horizontalmente la muleta que le ayuda a caminar con ambos brazos estirados y trató de levantar una pierna doblada con el propósito de apoyar el pie sobre la muleta. No llegó a hacerlo, pero capté la posición en la que él intentaba colocarse y volví a mirar y a mirar la casa del vecino, sin éxito.

Pero lo cierto es que no me había olvidado la descripción que me hizo y de pronto al ver la fotografía en un tamaño reducido (siempre antes la había agrandado), percibí la silueta que él había tratado de reproducir con su cuerpo.

Le he pedido a una amiga entrañable que me eche una mano para trazar sobre la fotografía la silueta que mi padre percibe, después de haber hecho un burdo intento yo misma, con la intención de que todos la podáis ver.

Creo que nadie pondrá en duda que es posible ver a la persona que da la impresión que va a caerse. Yo no diría que es producto de las alucinaciones que produce el alzhéimer. La interpretación que hace su cerebro en este caso de lo que su vista percibe, tiene sentido. No sé expresarlo de otro modo. Los especialistas en el tema seguro que podrían dar explicaciones al respecto.

Lo que yo quiero, es dejar constancia de que vale la pena escuchar y atender lo que dicen los enfermos de alzhéimer y no dar por sentado que tienen alucinaciones inexplicables cuando ven cosas extrañas. Y si los entendidos en la materia defienden que el término correcto es “alucinaciones”, por lo menos deberían considerar la categoría de “alucinaciones explicables”.

Este no es el único ejemplo que puedo poner. Hace unos meses, cuando los Pájaros-Hojas (otro magnífico ejemplo) habían ya caído, un día de lluvia y viento mi padre me contó por teléfono que había una bailarina en lo alto de una palmera de la casa de un vecino.

Me llevé una sorpresa y probablemente me reí, pero no me burlaba de él, y eso lo percibe a la perfección a pesar de la enfermedad. Sabe que me río con las cosas que me cuenta porque me interesan y me divierten y además lo hace con mucha gracia. Ver (imaginar en mi caso) a una bailarina, danzando bajo la lluvia, en lo alto de una palmera, tal como él me lo contó, a mí me pareció sumamente divertido.

Aquel día me describió a la perfección lo que veía, con la lucidez además, de saber que lo que estaba viendo era producto del efecto de la lluvia y el viento sobre las hojas de la palmera. En ningún momento dio a entender que la bailarina fuera real. Sin embargo, como toda su vida, se prestó al juego y a la imaginación.

Memorizo visualmente los lugares y las cosas que llaman su atención para poder hablar de ellas aun estando a distancia, y sé perfectamente qué aspecto tienen las palmeras que ve desde el comedor, sentado en su butaca. Le prometí llevar mi cámara de fotos en cuanto fuera a verlo por si estaba a tiempo de atrapar a la bailarina pero  dos días después me dijo que ya no estaba.

Sin embargo, hice fotos de las palmeras el primer día que lo pude ir a ver. Sentía haberme perdido a la bailarina y así se lo dije.

Me olvidé de las fotografías hasta que días después las descargué en el ordenador y las archivé. Las estaba mirando y súbitamente me entró un ataque de risa: allí estaba la bailarina con su inconfundible tutú y un brazo apoyado sobre él, inmóvil como un autómata que se hubiera detenido en mitad de un movimiento.


Me entró mucha ilusión al comprobar que no me había perdido a la bailarina. Sí me perdí su danza alocada bajo la lluvia.

Presumiblemente el día que él la vio bailar, las hojas se agitaban frenéticamente dando la impresión que danzaba al son del viento. La lluvia las había mojado y tengo la impresión, a raíz de lo que él me contó, que el tutú se percibía aún mejor.

*

Tratar de ver lo que él ve, es para mí un reto y también una cuestión de respeto y consideración. Y ello influye en la manera como nos relacionamos. Sería muy distinto si mi risa fuera de burla o mi actitud de desprecio antes las inexplicables cosas que ve, que resulta además que sí son explicables (por lo menos algunas).

Ya lo he comentado otras veces, la risa es contagiosa y nos sienta a los dos de maravilla. Sus visiones son una fuente de diversión e inspiración para mí y nos permiten además tener largas charlas en torno a ellas.

El proceso que trato de seguir para intentar de descubrir el sentido de las imágenes que percibe me resulta difícil y me exige esfuerzo, paciencia y tesón. Estoy convencida de que el ejercicio me ayuda a tener una actitud respetuosa y empática hacia todas las personas (aunque no siempre lo consiga). Le estoy muy agradecida.

Madame Crisantemo y el cambio de estrategia

 

Pierre Loti pintado por Henri Rousseau

A menudo, muy a menudo, las estrategias que diseño y planeo llevar a cabo, sufren cambios inesperados sobre la marcha. A priori nada garantiza que vayan a funcionar en el sentido que pretendo. Y lo que ocurre es que con frecuencia cambia la percepción que tenía sobre un determinado asunto y me doy cuenta que es preferible pretender algo diferente a lo que había pensado inicialmente.

Hace pocos días estaba convencida de que valía la pena intentar que mi padre se olvidara de un libro que trata de leer y le produce alguna confusión.

He cambiado de opinión. Aunque el libro pueda inducirle pensamientos extraños en algunos momentos, he estado indagando un poco sobre él, de varias maneras  que ahora explicaré y voy a tratar de hacer lo contrario de lo que había pensado: en vez de procurar que se le olvide, centraré la atención en él.

Para saber del libro, lo primero y más importante que he hecho, ha sido preguntarle a él directamente cuando se ha presentado la ocasión, estando los dos solos. A pesar de los estragos que el alzhéimer ha hecho en su memoria, hay cosas que aún siguen vivas, aunque tal vez aletargadas, entre sus recuerdos. Se avivan normalmente a causa de un objeto, una palabra, una frase, o una imagen que llevan asociada una carga emotiva. Actúan como un detonante y dan vida en su mente a algunos recuerdos, por un espacio de tiempo impredecible.

El libro que trata de leer es una recopilación de algunas de las novelas del escritor francés Louis Marie-Julien Viaud, conocido con el pseudónimo de Pierre Loti (1850-1923). Ha actuado como un detonador y le ha hecho recordar que cuando era niño no lo pudo leer porque su padre no se lo permitió, arguyendo que no resultaba apropiado para su edad. También recuerda que en su casa se reunían familiares y amigos muy a menudo para hablar de libros, porque había mucha afición a la lectura. Tiene la impresión de haber oído hablar del autor en esas reuniones, en las que él no podía participar y siente una gran curiosidad e interés por leerlo. Le parece que hablaban muy bien de Loti.

Pierre Loti con dos de sus gatos

El vínculo emotivo que lo une al libro es evidente. Ahora tiene la ocasión de desquitarse y resolver algo que no pudo hacer de pequeño, darse la satisfacción de leerlo*. Su plan no entraña más peligro que, algunos detalles novelescos se incorporen a su propia biografía y le produzcan alguna confusión. También podría ser que ya lo hubiera leído, pero si es así, no representa ningún problema, porque no se acuerda.

*Me da pena pensar que en realidad ya no puede acceder a dicha satisfacción, aunque mantengamos la ilusión de que lo puede hacer.

Y me pregunto ¿Por qué voy a procurar que se olvide del libro? ¿Por qué en vez de eso no hablamos sobre el libro y todos los recuerdos y pensamientos que le suscita? Me parece mucho más apropiado y respetuoso. No lo había pensado así en el primer momento y sé por qué, aunque no lo explique. Lo que cuenta, a mi entender, es que ha cambiado mi percepción y eso me va a dar la oportunidad de modelar una nueva estrategia de una manera muy diferente a la que había pensado. Ha cambiado porque lo he escuchado.

Recurro a internet para seguir indagando sobre Pierre Loti. Leo con atención sobre su vida, sus viajes, y descubro que el libro de mi padre es una recopilación de algunas de sus novelas. Me llaman especialmente la atención los títulos de éstas y hay uno en particular que me atrae irresistiblemente: Madame Crisantemo.

Portada de una edición antigua de la novela de Loti

Sigo indagando y Madame Crisantemo me lleva a Madame Butterfly. Me sumerjo en recuerdos de mi infancia que me conducen a una de las piezas del juego del Majhong que había sido de mi abuelo. Fue un obsequio que recibió siendo cónsul de Costa Rica en España. He pasado largas horas jugando con él junto a mi padre y a mi hermana. La pieza de Madame Butterfly irrumpía en el juego para ser cambiada por otra. El afortunado que la había robado de la muralla, la colocaba sobre su atril, a la vista de todos. Madame Butterfly no participaba en el juego, sólo hacía de espectadora.

Vuelvo a internet y a Pierre Loti. Sin darme cuenta me he leído el capítulo de un estudio de Luisa Mª Gutiérrez, de la Universidad de Zaragoza titulado: Chrysanthème. Realidad o leyenda. Pierre Loti y A.B. de Guerville. Dos imágenes de Japón. Descubro que Loti es un personaje controvertido que hace gala de un sentido del humor mordaz y burlesco que raya el desprecio y que se pone de relieve en la mayor parte de su novelas y escritos y también en Madame Crisantemo. Mi curiosidad va in crescendo y no ceso hasta saber más del argumento.

Algunas anécdotas que leo sobre Loti me hacen sonreír. Seguro que a mi padre también, cuando le cuente algunas cosas que he descubierto. Siento que ya dispongo de material suficiente para convertir el libro que tanto le atrae en el centro de una emotiva conversación.

*

Quiero aclarar un detalle. Cuando digo: “el libro que trata de leer” es porque, aunque lea, su enfermedad no le permite retener en la memoria suficientes datos como para poder tejer y retener ningún hilo argumental, aunque sí algunos detalles inconexos.

Sabiéndolo, admiro el esfuerzo que realiza y contribuiré, mientras pueda, a mantener su ilusión.

 

Todas las imágenes de este artículo provienen de internet

Estrategias

 

Ando concentrada en diseñar estrategias: de disuasión, de distracción, de orientación espacial y temporal, de selección de posibles focos de atención, etc. El repertorio es amplio y continuamente barajo hipótesis en torno a todas ellas.

He consultado el significado de la palabra estrategia en el diccionario de la Real Academia Española, la RAE.  Descarto la siguiente definición:

3.f. Mat. En un proceso regulable, conjunto de las reglas que aseguran una decisión óptima en cada momento.

El alzhéimer no es matemático ni sigue ningún proceso regulable.  No hay conjunto de reglas que valgan. Resulta muchas veces imposible saber qué decisión va a ser óptima en cada momento.  Funciona la imaginación, la creatividad, la espontaneidad, la flexibilidad y especialmente, la emoción. Son conceptos que no se pueden expresar mediante algoritmos (creo que no es la primera vez que lo escribo).

Yo uso la palabra estrategia en el sentido de esta acepción:

2.f. Arte, traza para dirigir un asunto.

Pienso en estrategias a raíz de haber escrito el otro día, sin proponérmelo, sobre las maniobras de orientación que diariamente realizo cuando inicio la conversación telefónica con mi padre.

Me he dado cuenta de que constantemente trato de poner en juego estrategias diversas para hacer frente al deterioro progresivo de sus facultades cognitivas. Incluyen un buen repertorio de acciones posibles que no logro incrementar, sólo mantener a duras penas. Lo que servía hace unos días hoy ya no sirve. El proceso exige innovar constantemente para adaptarse a los cambios que se van produciendo.

El propósito principal de todas las estrategias es cuidarlo. Cuidarlo en un sentido amplio y profundo que me resulta complejo tratar de explicar. Sólo quiero destacar ahora dos ideas:

Equivale a tratar de proporcionarle tranquilidad paz y sosiego, mientras su identidad, la de los demás y el mundo fragmentado en el que habita, se desintegran paulatinamente.

Equivale también a tratar de preservar su dignidad.

Las estrategias que pongo en marcha tal vez sirvan de inspiración a otras personas. Tengo la impresión que se pueden transferir a otros escenarios. Las posibilidades dependen de los paralelismos que cada persona pueda establecer entre lo que yo vivo, percibo, siento y escribo y su propia experiencia, sea la que sea.

Llevo días tratando de imaginar cómo llevar a cabo alguna acción sencilla que logre fijar su atención en algo que pueda resultarle mínimamente agradable y atractivo, y a los demás, razonable. Me gustaría poder desviar su atención de una imagen que ha construido su cerebro (lo digo con todo respeto) y que aparece de forma recurrente cuando su mirada vaga por el jardín sin un objetivo concreto y se queda prendida en un lugar lejano de la casa de un vecino. La imagen en cuestión, la que él percibe, consiste en una persona (generalmente una mujer) colgada de una ventana a punto de caerse o de saltar. Le produce desasosiego.

La que yo percibo consiste en un conjunto de tubos de canalización de agua y algunos cables del tendido eléctrico, bajo el tejado, en una esquina de la casa.

Tengo que hacer un inciso obligado e imprevisto: !!! acabo de ver a la persona que quiere saltar!!!  El descubrimiento lo he hecho en el momento de incorporar esta foto a la página y va a afectar el párrafo siguiente. Léase como si este inciso no existiera y daré cuenta del feliz descubrimiento en otro momento.

He recurrido a todos los trucos que hasta ahora me habían dado resultado con los Pájaros-Hojas: achinar los ojos, desenfocar la vista, ladear la cabeza, mirar desde la misma posición que lo hace él, mirar sin querer ver, mirar queriendo ver, hacer fotografías y verlas repetidas veces después. No he tenido éxito, no consigo percibir a la persona que le parece que está a punto de caerse de la ventana y que le genera intranquilidad.

Un tímido intento de hablar de ilusiones ópticas, extraordinarias facultades de visión, y también de tubos de agua, no ha dado tampoco resultado alguno. Tal vez haya oído mis argumentos expuestos con mucho tacto, pero le han entrado por una oreja y le han salido por la otra, como se dice popularmente, sin haber dejado huella alguna. Es la mujer que está a punto de saltar la que ha dejado huella.

Me gustaría poner en juego alguna estrategia de distracción y tratar de cambiar el foco de atención cuando salga al jardín, de manera que exista un propósito, por pequeño que sea, que oriente su mirada.

Llevo también días pensando en cómo desviar su interés por una novela que trata de leer. Es de Pierre Loti. Creo que el libro perteneció a su padre y no tengo ni idea de cómo ha aparecido como texto de lectura. Sí sé que tratar de leerlo lo induce a confusión. Días atrás estaba preocupado porque por error habían incluido su nombre en una lista y ello significaba tener que irse a África unos días… La biografía de los personajes se confunde con la suya propia.

En mi cabeza todo se funde y se confunde, en sintonía con la situación. Le doy vueltas a una estrategia que incluye diversas maniobras:

1.Planeo dejarle un libro:  

Tal vez así se olvide del libro de Pierre Loti y piense en pájaros, en árboles, en casitas, comederos, bebederos…O tal vez no.

2.Tengo la intención de construir (si puedo, con su ayuda) algún elemento sencillo que podamos instalar para tratar de atraer pájaros a su jardín.

Es posible que así cuando esté en él tenga algo concreto y específico que le interese mirar y tal vez se olvide de la mujer que está a punto de caerse. Ojalá fuera así…

3.Pienso en tratar de incorporar como tema de conversación frecuente y habitual a los pájaros reales, además de mantener bien vivos a los Pájaros-Hojas

Creo que me dará pie a proponer diálogos telefónicos, actividades de observación, a contagiar y compartir observaciones e ilusiones, etc.  

 La estrategia tiene en cuenta varias cosas:

  • Aunque él ya no se acuerda, los pájaros siempre le han gustado e interesado. Tiempo atrás ya habíamos instalado algún comedero en la parte de atrás del jardín, en una zona que ahora piensa que no pertenece a la casa que habita. Tengo la impresión que tal vez podamos revivir algunas emociones agradables
  • A mí los pájaros también me atraen y me siento capaz de hablar sobre ellos el tiempo que haga falta sin cansarme ni aburrirme. Y también me siento capaz de escuchar las veces que haga falta, el mismo relato sobre cualquier asunto pajaril que él quiera explicarme.
La clave está en tener un tema para compartir. Aunque lleguemos a él a través de una estrategia de distracción, podemos tratar de convertirlo en mucho más que una mera distracción.

Alimentar mentes creativas con ideas locas

Sé que debería haber empleado la palabra «alocadas» en vez de «locas, pero he querido ser fiel al término que empleé realmente sin entrar en otras consideraciones.  

El título de este artículo se corresponde con la frase que sirvió de detonante conector y reconductor en la conversación telefónica que ayer mantuve con mi padre.

Hace ya tiempo que nuestra conversación diaria empieza con lo que podríamos llamar maniobras de orientación. Mientras espero que le acerquen el inalámbrico oigo a distancia la frase que forma parte de dichas maniobras: – Es tu hija Marta.

La fórmula es sencilla y efectiva. Se ha convertido en una rutina y así mi identidad permanece generalmente estable durante la conversación y él empieza a hablar sabiendo, en aquel momento, con quien lo hace.

Las siguientes maniobras se centran en el espacio, para que pueda imaginar aproximadamente donde estoy. Esto incluye referencias al lugar de la casa donde me encuentro, el nombre de mi casa, el del pueblo donde está y otros detalles. Ahora que lo escribo pienso de pronto en Perec y unos de sus libros: “Especies de espacios”. La conexión que he establecido me hace esbozar una sonrisa. La contaré en otro momento.

Ayer, tras las primeras maniobras de orientación la conversación se centró en las nubes. En mi casa llovía y en la suya no. Lo atribuimos a los kilómetros que nos separan. Las nubes lo conectaron con los mandalas. Con un dibujo en especial, que él ha coloreado:

Él lo describe como nubes atadas con alambre de espino. Se ríe siempre que se pregunta quién puede haber imaginado unas nubes así y me recuerda que fue un familiar suyo el que le explicó que el alambre sirve para que no llueva, para que las nubes no puedan dejar caer el agua. Siempre nos reímos cuando me lo cuenta. Me parece una explicación preciosa y no me canso de oírsela repetir.

Las nubes con alambre le inspiraron otros pensamientos y me dijo que sería una buena idea fabricar nubes para llevarlas al sitio donde hiciera falta que lloviera (con el alambre no habría riesgo de que perdieran el agua por el camino).

Seguro que todavía no se le ha ocurrido a nadie, añadió.

Me resulta fácil y delicioso seguirle el juego:

– ¡Qué bueno!, le dije. Tu idea me parece buenísima y resolvería muchos problemas.

Su idea nos dio pie a seguir hablando de oficios relacionados con las nubes, de sequía, recursos naturales y también de creatividad, un tema por el que ambos hemos compartido siempre un gran interés. Él sostenía que para inventar nubes transportables hay que tener una mente abierta y ser creativo. Hablamos de imaginación y de aplicaciones de la creatividad y fue en ese momento del diálogo donde introduje la frase que encabeza el artículo, y que ahora transcribo entera:

– Bueno, tu ya sabes que yo trabajo con profesores y eso me permite tratar de alimentar mentes creativas con ideas locas.

– Hombre, a eso me apunto yo, me contestó con voz emocionada

Di rápido con la respuesta:

– ¡PUES AYÚDAME! Estoy preparando un curso muy interesante y necesito ideas locas. El curso es sobre la risa. Bueno, no exactamente sobre la risa, si no sobre las emociones positivas y agradables y la risa es uno de los aspectos que me propongo examinar de diversas maneras.

La frase propició una conexión total. De repente desapareció milagrosamente cualquier rastro de incongruencia, de confusión entre fantasía y realidad y también las frases erráticas como las nubes con alambres que nos hacen sonreír, y la conversación fluyó entre nosotros como fluía años atrás, durante un buen rato.

Aproveché y seguí. Seguí contándole un par de ideas que estoy madurando en mi cabeza. Le expliqué cómo quiero propiciar un cambio de consideración del gracioso de un grupo. Compartí mis ideas con él. No todo el mundo tiene la capacidad de ser gracioso y de divertir a los demás con las gracias que haga, así que le conté que me parece interesante tratar de valorar y potenciar estas habilidades en beneficio de la persona que las posea y también de todo el grupo. Tengo la impresión de que en la escuela se reprende a menudo a los graciosos (y en cualquier grupo siempre hay uno). Se sintió de pronto identificado y me dijo que él ya no es un niño. Le aclaré que no hablaba de él, si no de todos los niños graciosos. Mi propuesta consiste en reorientar las intervenciones de los graciosos de manera que se produzcan en momentos oportunos e incluso programados y contribuyan así no sólo a aumentar la autoestima del gracioso, sino el bienestar de todo el grupo.

Mi idea le pareció fantástica. También me dijo que tal vez encontraré cierta oposición a algunas de mis propuestas…

Seguí contándole lo que estoy leyendo sobre neurociencia y las evidencias científicas que existen de la relación entre la risa y el aprendizaje. Si la ecuación dice que a más risa mejor se aprende, ¿Qué crees tu que deberían hacer los niños a menudo en la escuela? ¿Reírse? ¿O estar todo el rato calladitos y quietos como desean muchos maestros? Tal vez pueda haber tiempo para ambas cosas, ¿no te parece?

No voy a seguir relatando el resto de la conversación. Fue fabulosa y estimulante para ambos. Le gustaron tanto mis ideas que acabó diciéndome que me ve ganando un premio, uno muy importante… ¿el Nobel?, le pregunté.  – Sí, ese, ese, contestó ….  y fluyó la risa contagiosa a ambos lados del teléfono y yo me sentí increíblemente bien y creo que él también.

Hemos acordado seguir hablando sobre el tema. Tengo mucho tiempo por delante para preparar este y otros cursos y necesito ideas locas para alimentar mentes creativas. Sé que él puede proporcionármelas, sin siquiera proponérselo. Siempre ha tenido un sentido del humor excepcional y facilidad para reírse y provocar la risa de los demás.

Acabo contando una anécdota que lo corrobora: Durante años, hubo quien en vez de llamarlo por su nombre le llamaba señor Funes, el nombre de un actor cómico francés, de quien ahora he buscado unas fotografías en internet:

 

 

 

 

 

 

El parecido entre ambos, fue durante una época, indiscutible.

La propiedad conmutativa no es aplicable a los Pájaros-Hoja

 

Recomiendo achinar los ojos para mirar las fotografías que aparecen en este artículo. Facilita la visión de algunos Pájaros-Hoja.

 

La regla número 1 para tratar con enfermos de alzhéimer es: NO CONTRADECIRLOS.

La regla es simple, breve y no da lugar a interpretaciones. Sin embargo, ponerla en práctica puede ser más que complejo, requiere disponer de tiempo (y de imaginación) y  manejar argumentos ambiguos.

La aparición de los Pájaros-Hoja en nuestras vidas tuvo lugar tratando de aplicar dicha regla. Fue una solución creativa que nació con el propósito de no contradecir.

Mi padre ve pájaros y los demás, hojas. La solución en este caso fue fácil: Se trata de Pájaros-Hoja u Hojas-Pájaro. Así lo planteé.

Pero curiosamente él nunca invierte los términos. Siempre antepone la palabra “pájaros” a “hoja”. ¿Por qué no se confunde nunca?, ¿Cómo puede ser que no se olvide del orden de estas dos palabras?, me pregunto. Yo sí lo hago. Aunque siempre trato de usar el binomio en el orden que sin duda alguna él prefiere, supongo que es mi inconsciente el que hace que diga Hojas-Pájaro a menudo. Pero en cuanto me oigo, rectifico y vuelvo a decirlo en el orden adecuado, consciente que la propiedad conmutativa no es aplicable a los Pájaros-Hoja.

Hago un inciso para contar que he repasado lo que llevo escrito hasta ahora y me acabo de dar cuenta de que inconscientemente he escrito mal el título del artículo. Ahora lo corrijo.

Los Pájaros-Hoja se han convertido en un centro de interés compartido y son el tema central de muchas conversaciones. En el tiempo que llevamos jugando, han sido muchos los días en que se han producido nuevos avistamientos. Algunos me son comunicados por teléfono y producen un efecto colateral: expectación por saber cuándo voy a aparecer con la máquina de fotos, no vaya a ser que desaparezcan antes de que lo haga.

– Espero que no emprendan el vuelo antes de que yo pueda venir, le digo. – -Y si lo hacen, seguro que encontraremos otros.

Solemos mantener un diálogo ambiguo sobre los Pájaros-Hojas, a caballo entre la realidad y la imaginación, y sorteamos con risas y buen humor todo tipo de contradicciones.

Os explico sin ambigüedades que cuando la morera del vecino perdió las hojas, desaparecieron todos los Pájaros-Hoja que habían estado posados durante meses sobre sus ramas, uno encima del otro.

Este Pájaro-Hoja es en realidad un ganso. Tiene el cuerpo muy largo.

Afortunadamente, desde entonces, el magnolio del jardín se presta a intervenir en el juego día tras día. Tengo que reconocer que algunos avistamientos son producto de una observación especializada e imaginativa, que ha incrementado la lista de especies que se posan sobre el árbol. Sin embargo, otros avistamientos son fáciles para cualquiera que se dedique un rato a observar con atención, las hojas del magnolio:


 

 

 

 

 

– Está empezando la primavera. Los Pájaros-Hojas están a punto de nacer, le dije hace unos días. – Los árboles están empezando a brotar y sospecho que pronto volveremos a verlos.

Tardó en reaccionar, pero cuando lo hizo fue para decirme: serán Pájaros-Hojitas…  Y me entró la risa.

¿Chineamos? Chineemos …

 

Chinear. (Del castellano, chino4: m. Bazar regentado por chinos)

  1. intr. Ir a comprar cualquier cosa a un chino.
  2. intr. Ir a un chino a mirar, con la intención de comprar cualquier cosa, en otro momento.

Estas podrían ser las definiciones del diccionario en caso de que la Real Academia Española, la RAE, aceptara las palabras “chinear” y «chino4″.

(Existe la palabra “chinear” derivada de «chino3″. Se usa en algunos países latinoamericanos con diversos significados relacionados con el cuidado, el mimo, el interés, etc. por los niños, las personas en general o las cosas)

♣ 

Nuestro “chinear” surgió hará unos dos años. Pertenece al particular conjunto de palabras que usamos mi padre y yo para describir algunas de las actividades que realizamos conjuntamente, cuando podemos. En aquel momento, ir a comprar o a mirar al chino se había convertido en una rutina.

La palabra la inventó él y a mí me entró un ataque de risa al oírla. Me pareció absolutamente apropiada y precisa de manera que la incorporamos a nuestro particular repertorio de palabras creativas y desde entonces ambos la seguimos usando.

El aún puede conjugar las formas subjuntivas de los verbos. Le gusta hacerlo y le complace. Tengo una teoría que explica el por qué, pero ahora no la voy a comentar.

El verbo chinear también admite subjuntivo.

– ¿Chineamos?, le pregunto

Y el responde usando el subjuntivo: Chineemos

Y entonces salimos juntos a chinear. Recientemente hemos descubierto un bazar inmenso donde hay expuestos miles de productos. A mí me va bien chinear con la intención de tener un catálogo visual de productos, en la memoria. A menudo mi trabajo me exige comprar cachivaches y materiales de todo tipo.

A él creo que le va de fábula ver cosas y hablar sobre ellas. Así que chineamos dialogando sobre todo lo que llama su atención: las tapas de las sartenes, los botes de plástico, los Budas y los jardincillos Zen, las bombillas, las linternas, los marcos para colocar fotos, etc.

Hay algunos lugares que siempre atraen su atención:

  • La sección de cajitas, cajas y cajones de madera.
  • El pasillo de artículos de papelería, que exhibe clips, imanes, lupas, rotuladores, reglas, cuadernos, pinceles, pinturas, etc. En él, encontramos hace unos días dos “MINI MANDALAS” estupendos.
  • El pasillo de materiales para hacer scratch book y todo tipo de trabajos manuales en el que hay colgados palos de madera redondos, planos, de colores, dentados, lisos; miniaturas troqueladas, etiquetas, cintas, sellos, adornos metálicos, etc.

Solemos adquirir algún producto de estas secciones. Creo, aunque no estoy muy segura,  que le da cierto carácter de utilidad a la actividad de chinear. Yo así se lo expreso:

Te agradezco que me hayas acompañado a comprar las cosas que necesitaba, así ya tengo otra cosa resuelta.

– Gracias a ti he descubierto unos palitos nuevos que no conocía. Voy a comprar unos cuantos para hacer pruebas. Tengo la sensación de que se pueden encajar entre ellos y voy a poder hacer alguna construcción.

– ¡Qué bien que hayas querido acompañarme!, necesitaba investigar sobre algunos materiales y ahora ya sé lo que tienen para cuando los necesite.

– ¡Cómo me alegro de que a los dos nos guste chinear y encima coincidamos en apreciar las mismas cosas!

– ¡Qué suerte haber venido contigo! Si no te llegas a parar ante los Budas no veo estas fascinantes bolas de cristal. Ahora mismo me compro una.  Tengo una colección de esferas impresionante, pero ninguna de cristal como esta:

Se sorprende una y otra vez con los mismos productos, y yo igual. Pero también con cosas nuevas, porque hay tantas, que siempre hay lugar para el descubrimiento, la sorpresa y el estímulo. Trazo una especie de recorrido selectivo que pasa por sus lugares preferidos, condicionado ligeramente por algún encargo familiar específico o alguna necesidad o capricho míos.

Siempre chineamos juntos. Hace unos días me explicó que ya había estado en el bazar con mi amigo el delgadito. No recordaba su nombre y le dije que yo tampoco, pero que sabía a quién se refería:

No supe buscarme en aquel momento un alias que encajara en su recuerdo disonante.

Aun así, espero que el próximo día que le pregunte:

– ¿Chineamos?

él me conteste conjugando su estimado subjuntivo:

– Chineemos…

Cara a cara sobre una rama ¿Y tú qué ves?

 

Hace días incluí la siguiente fotografía en un artículo que dediqué a los milanos de miraguano.

En ella aparecen algunos frutos de esta planta trepadora, colgando de las ramas de un árbol.

Estoy segura de que nadie se ha dado cuenta todavía de la divertida escena que contiene esta imagen.

No es fácil verla, para ello, hay que saber percibir el mundo en clave alzhéimer. Y tener la habilidad de ver lo que otros no ven…

Resulta que en la esquina inferior derecha, un pájaro-hoja conversa cara a cara sobre una rama con un insecto-hoja de color verde pálido.

Me entra la risa cuando los descubro.

¿Sobre qué estarán conversando?, me pregunto.

Había previsto terminar el artículo en el párrafo anterior, pero he decidido seguir, sin modificar ni una coma de lo que ya había escrito, con el propósito de divertirme contando cómo estalle en una carcajada hace pocos días, mientras conversaba con mi padre sobre esta imagen, después de haber escrito sobre ella.

Siempre trato de hacerle partícipe de mis jueguecitos creativos, como los llama él, así que días atrás le había enviado la foto para saber si él veía lo mismo que yo. Y no fue así exactamente. Conversamos por teléfono y aunque percibía un pájaro también me hablaba de un monstruo y algunas ideas inconexas, así que dejé que el tema se desvaneciera. En directo creo que hubiera sido más fácil.

Sin embargo, una vez tenía escrito lo que ha acabado siendo la mitad de este artículo, decidí volver a sacar el tema por teléfono y le conté que gracias a él he desarrollado una capacidad especial para ver pájaros-hoja y otras cosas que habitualmente la mayor parte de gente no ve. Añadí que le estoy muy agradecida porque contribuye al desarrollo de mi creatividad.

Y seguí contándole que examinando una foto que había hecho días atrás, de unos frutos de miraguano colgando de un árbol, me había dado cuenta de que en la foto había un pájaro-hoja y un insecto-hoja conversando cara a cara en una rama.

¿Y de qué hablan? – me preguntó.

Su pregunta fue el detonante de mi carcajada. Sencillamente porque ambos nos habíamos preguntado lo mismo. Coincidencias genéticas, me dije. Ambos andamos igual de locos o creativos…

Entre risas, le pregunté: ¿y tú qué crees? ¿De qué pueden estar hablando un pájaro-hoja y un insecto-hoja?

Tardó poco en contestar:

Aiii -, me dijo con voz guasona y pausada, – es el pájaro el que habla, le está contando al insecto lo difícil que anda en este momento la vida pajaril …

Mi carcajada fue in crescendo. Tal vez sea difícil entender el momento de mágica complicidad que establecimos en aquel momento: supe que acababa de tener un momento de proyección exquisita, con el sentido del humor que le ha caracterizado toda la vida, y me estaba hablando de sí mismo: su vida de pájaro anda complicada…

Su risa emergió también al otro lado del teléfono y seguimos un buen rato. Es recíprocamente contagiosa y a los dos nos sienta siempre de maravilla.

El alzhéimer y la edad de los árboles

 

Para poder pensar en muchas cosas, mi cabeza crea imágenes.

Para pensar en el alzhéimer, he creado una imagen dinámica que a mí me parece preciosa y que tiene que ver con la edad de los árboles.

Éstos crecen por el exterior. La madera joven, recién formada (el cámbium), se forma en la parte más superficial de los árboles y hace engrosar el tronco aumentando su perímetro. El interior se va consolidando y da lugar a la madera más compacta y dura (el xilema).

Al crecer, los árboles producen anillos concéntricos que son visibles en la madera de muchas especies cuando se corta el tronco transversalmente. Cada anillo equivale a un periodo de crecimiento. En las zonas con poca variación climática, donde la actividad vital de los árboles es continua, apenas se distinguen. En las regiones donde se suceden las estaciones, generalmente los árboles producen dos anillos anuales, de colores diferenciados según correspondan al periodo de crecimiento primaveral (más claro) u otoñal (más oscuro). El grosor de cada anillo varía dependiendo de factores como el ritmo al que crece cada especie, las condiciones ambientales, etc.

Cada anillo constituye un registro de crecimiento y proporciona numerosos datos a los científicos que los estudian. Se me ocurre de repente que las líneas que configuran los anillos vienen a ser como nuestra huella dactilar: no hay dos modelos  iguales. Cada árbol es único. Como las personas.

Un día, imaginé que los recuerdos los almacenamos en círculos concéntricos, como los anillos que generan los árboles al crecer. Uno por cada año de vida, dispuestos en sentido inverso a la madera. Los años de nuestra infancia situados en los anillos más alejados del centro. Cada año interconectado al siguiente, formando una red de conexiones que consolida la circunferencia y le confiere identidad.

Los recuerdos de los enfermos de alzhéimer se desvanecen progresivamente. El proceso empieza en el centro, en el espacio que ocupa el presente y sigue hacia el exterior, desdibujando las líneas trazadas durante toda una vida.

La pérdida se percibe día a día, pero no sigue una pauta fija. Es imposible cualquier intento de traducción a un algoritmo.

Hay épocas en que da la sensación de que las líneas que configuran los círculos y los enlaces, desaparecen a ritmo vertiginoso, pero luego el proceso parece ralentizarse, unos pocos días.

Llevo mucho tiempo dedicándome a pensar en la manera como la memoria parece disgregarse en fragmentos. Algunos fragmentos se volatilizan, desaparecen, otros se redibujan y se quedan prendidos en lugares insospechados porque se han desplazado a través de los espacios que han quedado en blanco. Ahora, de repente conectan dos anillos que antes estaban separados por muchos otros.

El modelo de círculos concéntricos que he imaginado para poder pensar en el proceso que sucintamente describo es un modelo dinámico.

Me permite registrar los cambios que recuerdo y que percibo, a mi manera. Me permite ensayar y probar, dibujar y poetizar sobre el alzhéimer.

Y también me permite tratar de ilustrar con una bella secuencia de imágenes, un proceso que no se puede detener y que conduce irremediablemente a la desintegración de la identidad de una persona.

Mi modelo dinámico ha saltado al papel hace muchos días. He empezado a crear una especial colección de mandalas que imagino se irá incrementando.

Dibujo cuando me apetece y tengo necesidad de explorar ideas acerca de cómo percibo la pérdida de memoria de mi padre.

Y aunque repaso los círculos frenéticamente, para que no se desvanezcan, sólo lo logro sobre el papel.

Mandalas dialogados

 

Los mandalas dialogados hace meses que han entrado en nuestra vida.

Hubo un trabajo previo, inesperado, espontaneo e intuitivo. Porque fue la intuición la que me indujo a pensar en cierto momento que podíamos sacarle partido al dibujo. Fue a raíz de un curso que impartí en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), dirigido a maestros, el primer trimestre del curso escolar 2015-16. Trabajamos en torno a una exposición temporal titulada: “Especies de espacios” y exploramos las posibilidades de aplicación de diversas actividades y ejercicios para abordar el concepto de espacio, desde perspectivas diferentes.  El curso se titulaba: “Arte contemporáneo y educación especial”.

 Los enfermos de alzhéimer también son muy especiales. Y mi padre, aún lo es más.

Le propuse que participara ayudándome en un proyecto experimental de dibujo para poder valorar las posibilidades que ofrece trabajar transformando figuras y composiciones repetitivas. Estos son dos de sus primeros trabajos:

El objetivo era que se sintiera útil, dedicando algunos ratos a trabajar en algo que entrañara cierta dificultad para propiciar el ejercicio de sus habilidades y capacidades. Algo agradable que se convirtiera en un estímulo. A él siempre le ha gustado participar en mis experimentos creativos o en mis jueguecitos, como los llama a veces, así que ayudarme le hace sentirse bien.  Yo también realizaba los mismos ejercicios que le proponía:

Ese fue el principio y tiempo después, tras unos cuantos proyectos diferentes con más o menos éxito, llegamos a los mandalas. Los primeros aparecieron a raíz de una promoción dominical del periódico “La Vanguardia” y desde entonces han propiciado muchas cosas. Después han ido apareciendo otros modelos y otros formatos que ya no son propiamente mandalas, sino dibujos para colorear, muy diversos.

Este lo estamos pintando entre los dos y todavía no lo hemos acabado

 

Nosotros le hemos dado a los mandalas un enfoque especial.

Además de ser un trabajo individual que tienen ocupado a mi padre ratos más o menos largos según el día, se han convertido en un motivo de diálogo constante que estimula, estoy segura, sus facultades.

El trabajo solitario y silencioso de los mandalas tiene objetivos concretos que no voy a poner en cuestión. La atención y la concentración que requiere colorearlos sin duda aporta beneficios, sin embargo, sumergen a quien los hace en cierto aislamiento, que en el caso de los enfermos de alzhéimer no tengo claro que “sea lo mejor”. Sus mundos circundantes se van desintegrando poco a poco y se quedan retraídos y confusos ante un montón de cosas para las cuales no encuentran explicación ni sentido. El progreso de la enfermedad los aísla cada vez más, de TODO.

Nuestros mandalas dialogados tienen una proyección hacia el exterior, en vez de aislar, conectan, o por lo menos, tratan de hacerlo.

Conectan porque son el centro de numerosas conversaciones que llevamos compartiendo desde hace meses. Diariamente por teléfono, y con menor frecuencia, en directo.

Las conversaciones a distancia invitan a hablar de los progresos y permiten hacer hincapié en las descripciones y recordar vocabulario:

Cuéntame en qué cuaderno estás trabajando. Explícame que elementos aparecen en el dibujo en el que trabajas o en ese que planeas empezar para que yo pueda hacerme una idea. Y dime, ¿Cómo están dispuestos esos elementos? ¿Y qué colores estás utilizando o planeas poner? Sé que el trabajo entraña dificultades, pero estoy segura que a medida que avanzas también sientes satisfacción…

Por teléfono tengo la oportunidad de alabar la gracia con que combina los colores, la sensibilidad y el buen gusto que demuestra, lo originales que quedan sus diseños, lo divertidas que resultan sus ideas, lo interesante que me parecen sus planteamientos y también puedo expresar mi impaciencia por ver en directo sus avances.

Cuando nos vemos y podemos hojear juntos los cuadernos de dibujo, las conversaciones son más intensas porque las acompañamos con nuestros gestos, rostros y expresiones. Y surge la risa muchísimas veces, cuando me cuenta lo que piensa o lo que le sugieren algunos de los dibujos que pinta. Así han aparecido también los post-it, con notas adicionales que le animo a escribir, adheridas sobre algunos dibujos, para no estropearlos. Percibo a través de ellas cómo se deteriora su caligrafía.

En ocasiones repasamos y ampliamos las notas, y otras veces escribo directamente en la esquina de algún dibujo que suscita un comentario espontáneo, para no olvidarlo.

Hemos empezado a marcar algunas imágenes, como la mujer de ojos rasgados y rasgos delicados que le he sugerido titular: “Belleza oriental”. Anduvo muchos días perdida, en manos de no sabemos quién. Ahora la tenemos localizada y con ella, otros dibujos que nos resulta fácil encontrar, cuando le apetece que repasemos sus cuadernos y dialoguemos sobre ellos. Le gustaría poder reproducir algunos diseños sobre otras superficies como madera y tela y se los imagina colocados en acogedores espacios.

Hace días sugirió algo que tal vez podamos llevar a cabo. Tengo la impresión de que él ya lo ha olvidado. Pero yo no. Es más, su sugerencia me ha hecho idear muchas otras cosas que me encantaría poder poner en práctica…

Por lo pronto, esta sección dedicada a la creatividad y el alzhéimer va a seguir creciendo, como los árboles…

Percibir el mundo en clave Alzhéimer

 

Hace ya tiempo que tengo la impresión de que percibo el mundo en clave Alzheimer. Lo que quiero decir es que conecto con facilidad cualquier cosa que me suceda, vea u oiga, con el alzhéimer.

Creo que lograré explicarlo con cierta claridad si pongo algunos ejemplos. Me resulta fácil hacerlo si hablo de arte contemporáneo. Trabajo desde hace años en torno a él. Siempre lo he considerado un generador inagotable de aprendizajes. Ejerce en mí una atracción especial. Cuando me “expongo” a obras de arte contemporáneas es en cierto modo como si me expusiera al radio de acción de unas piezas con detonador incorporado, que en cualquier momento pueden causar una explosión en mi cabeza. Una explosión neuronal constructiva que consiste (así lo percibo yo), en una proliferación incontrolada de conexiones entre neuronas.

El verano pasado, estuve trabajando en torno a la “Col·lecció 31”, una de las exposiciones que actualmente muestra el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. Conceptualicé las visitas y los materiales didácticos de soporte para público escolar (de 2 a 12 años) y ello me dio la oportunidad de conocer en profundidad la exposición.

Algunas de las obras que forman parte de ella hicieron que mi cabeza conectase con el alzhéimer. Dos de ellas me van a servir ahora de ejemplo para tratar de explicar el sentido de la frase que encabeza este artículo.

«100 Jahre» Hans-Peter Feldmann 2001
Col·lecció MACBA

«Canción para lupita» de Feldmann está formada por 101 retratos de personas que tienen desde ocho semanas a 100 años. Todas pertenecen al círculo social del artista. Están dispuestas en línea, ordenadas cronológicamente y cada una de ellas lleva escrito debajo el nombre de la persona retratada y su edad.

 

«Canción para Lupita» Francis Alÿs 1998
Col·lecció MACBA

«Canción para Lupita» de Alÿs es una instalación sencilla, con un tempo cíclico. Sobre la pared se proyecta una animación de formato reducido: una mujer repite hasta el infinito una sencilla acción que no tienen ni principio ni fin: sostiene un vaso en cada mano y trasvasa agua de uno a otro. Suena música. La letra de la canción se repite sin cesar: Mañana, mañana, mañana, mañana…

Ambos artistas realizan un trabajo que me parece especialmente atractivo e interesante.  La obra de Hans-Peter Feldmann ya la conocía y la había visto expuesta en otras ocasiones en el MACBA (aunque nunca la serie completa de fotografías) y en una ocasión también en el Museo Reina Sofía de Madrid (la serie entera). De Francis Alÿs conocía otras obras, pero esta no.

Que yo sepa, ni “100 Jahre” ni “Canción para Lupita”, ni ninguna otra obra de estos dos artistas tiene que ver específicamente con el tema que a mí me ocupa en estos momentos: el alzhéimer. Sin embargo, ambas tienen relación con el concepto de tiempo. Y el tiempo posiblemente sea el que me conecta con el alzhéimer.

Mañana, mañana, mañana mañana, repite sin cesar la letra de la canción que se escucha en la instalación de Alÿs.  La melodía suena en mi cabeza, aunque no sea capaz de reproducirla. La escuché durante mucho rato durante el verano, cuando trabajaba en las salas del museo acercándome a las obras desde perspectivas y posiciones diferentes.

Defino “mañana” en clave alzhéimer:

Término que se usa con frecuencia como recurso para no contradecir a los enfermos de alzhéimer y darles largas a deseos que expresan y que desde la perspectiva del cuidador (que suele ser harto diferente a la del propio enfermo) difícilmente se pueden llevar a cabo.  Supone también un intento de hacer desistir a los enfermos de llevar a cabo una idea, un plan, un propósito, etc.  con la esperanza de que se olviden. Se usa con la intención de aplazar o posponer, muchas veces de manera indefinida.

También se pueden emplear muchas otras expresiones, con el mismo sentido o intención:  

Más adelante, en cuanto haya ocasión, cuando podamos planearlo, cuando mejore el tiempo, cuando las temperaturas sean más agradables, mejor en otro momento, tal vez otro día, en cuanto haya tiempo, cuando estés más descansado. Mañana, mañana, mañana, mañana …

Lo que más cuenta sin embargo es el tono con que son pronunciadas estas expresiones.

También es sustancial la diferencia que resulta al anteponer “sí”, o “no”, a la palabra “mañana” o a cualquiera de las expresiones equivalentes, cuando se da respuesta en tiempo presente a los deseos expresados por los enfermos de alzhéimer.

Me tomo la licencia de prescribir el uso reiterado del “sí” y recomiendo administrarlo junto con una sonrisa sincera. Reconozco también que es difícil seguir estas indicaciones en todo momento.

La obra de Feldmann me suscita preguntas. Una retahíla de preguntas que me da ideas. Ideas para poner en práctica, ideas para compartir, ideas para sonreír…

Herbert
86 años

Veo las fotos de Feldmann y pienso en mi padre, que percibe cómo día a día se incrementa la cantidad de espacios en blanco que tiene en su cabeza. Así describe él la sensación que experimenta cuando busca y no encuentra, una cara, una imagen, un recuerdo, una palabra, un detalle. Tiene la edad de Herbert.

¿De qué me serviría ahora disponer de una colección de fotos de mi padre tomadas año tras año como las que expone Feldmann? Suyas en este caso, no de sus amistades.

Veía una línea recta en la pared y ahora se me antoja una cuadrícula si al lado de cada foto sitúo la de los amigos, familiares y conocidos que forman el círculo social del retratado.

Pienso en los años que indican las fotos:  6, 7, 8, 11, 42, 58, 83… ¿Cuántas de estas fotos debería “eliminar” si las traslado a la memoria de mi padre? Cuando trato de imaginarlo la pared se llena de espacios en blanco, como los que él percibe en su cabeza.

Me centro en las personas.  ¿Cuántos rostros de la serie debería desdibujar o eliminar si se tratara de su registro personal de amigos, familiares y conocidos? ¿Cuántas son las personas de su vida que ya no figuran en ese registro? ¿Dónde han ido a parar, cual ha sido su destino?

Ahora que escribo esto, aparece otro artista en mi cabeza: Christian Boltanski y su obra “Réserve de Suisses morts(Reserva de los suizos muertos). No sigo la línea de pensamiento que me sugiere, pero os invito a seguir el enlace que he insertado y a descubrir nuevas conexiones.

Me detengo ante la foto de Christoper, 8 años. Me imagino a mi padre subido a los eucaliptos de la casa de los montes cuando tenía esa edad. Saltando de uno a otro por las ramas superiores, con su zapatito ortopédico. De eso no se ha olvidado. Todavía.

Me detengo ante la fotografía de las gemelas, Ginger e Yvonne de 11 años. La sustituyo por otra en la que aparecen las hermanas mellizas de mi padre, aproximadamente con esa edad. En esta foto aún existen, pero el hilo de su existencia se desvanece nada más traspasar el umbral de la infancia.

Me pregunto cómo disponer las fotos, de otra manera. En la cabeza de mi padre los recuerdos de desorganizan y reorganizan. Se disgregan y vagan libres. También se quedan prendidos en lugares insospechados y entonces hechos separados por más de 40 años confluyen en un presente real y ficticio a la vez. ¿Qué orden imprimiría él a las imágenes? Tengo la impresión de que un ejercicio así lo sumiría en el caos. Tal vez podríamos establecer grupos. Eso creo que podría funcionar. Los grupos responden a criterios y hay algunos sencillos que él puede establecer y también imaginar. Reconoce y distingue a la perfección, por ejemplo, las expresiones amables, de las que no lo son.

Maria Victoria
100 años

 La madre de mi padre, mi abuela paterna, se llamaba María Victoria. Murió a los 94 años. Él ya no la recuerda viejecita, como la mujer que aparece en la fotografía de Feldmann con seis años más, la que concluye la serie, pero sí recuerda a su madre cuando era una hermosa joven. De alguna manera ha inmortalizado su belleza y siente emoción al verla en la fotografía.

Maria Victoria

 

Hay otras preguntas e ideas que he tenido pensando en la obra de Feldmann, pero no voy a seguir explicándolas. Permanecerán de momento en la esfera de mis pensamientos privados, junto con otras que tienen relación con otros artistas que no quiero en este momento desvelar, pero que sí tengo intención de hacer próximamente.

El objetivo era explicar qué significa percibir el mundo en clave alzheimer y creo que los ejemplos que he puesto son suficientes como muestra de las conexiones inesperadas que mi cabeza establece con el alzheimer, ante cualquier estímulo.

No siempre es el arte el detonante, pero sí muy a menudo. Tampoco las conexiones generan siempre lo mismo: puede ser que surja una definición, o una batería de preguntas que conduzca a imaginar un pequeño plan, o a ver y percibir cosas que otras personas no ven, aunque se mire lo mismo. Nunca se sabe… Prorrumpir en carcajadas ante algunas cosas aparentemente poco graciosas también puede ser una consecuencia de percibir el mundo de la manera que he tratado de explicar.

Percibir el mundo en clave Alzheimer supone estar abierto a establecer asociaciones inesperadas y a conectar mundos dispares y distantes, jugando a reducir distancias. Requiere también estar dispuesto a disfrutar, de las pequeñas cosas.