Mandalas dialogados II. Patrones

 

Los mandalas dialogados siguen formando parte del conjunto de actividades que trato de compartir con mi padre, enfermo de alzhéimer. A los primeros cuadernos que llegaron a sus manos le han ido sucediendo otros nuevos. Afortunadamente hay muchos diferentes en los comercios, entre los que puedo escoger.

No todos valen, por decirlo de alguna manera. Cuando he ido en busca de alguno nuevo, me he pasado largos ratos hojeando cuaderno tras cuaderno hasta decidir cuál podría interesarle o atraerle más. Ya hace tiempo que opto por aquellos que intuyo nos pueden sugerir más temas de conversación, sobre cualquier cosa.

Hemos estado muchos días, semanas, conversando en torno a uno que adquirí en un hipermercado de la cadena Alcampo. Podría escribir más de un artículo contando las anécdotas que ha propiciado. A alguna de ellas ya he hecho referencia en otros artículos como por ejemplo en “15+10 =San Guillermo

El cuaderno en cuestión se titula: Mandalas antiestrés. Patrones. No contiene propiamente dibujos centrados sino escenas muy diferentes, con elementos de todo tipo, muchos de ellos realistas y figurativos.

Cuando él saca el tema en la conversación, lo primero que hace es leerme el título del cuaderno y suele preguntarme si lo conozco. Le contesto que sí y a veces lo invito a leer la primera página. En ella le he puesto una dedicatoria. Últimamente lo hago con todos.

Suele describirme los dibujos en los que está trabajando aún las dificultades que, cada vez más, le supone encontrar las palabras precisas para referirse a lo que ve.

Sus descripciones me fascinan. Aunque sean inconexas e incompletas, me parecen divertidas y creativas y me obligan a desplegar mi propia creatividad, tratando de adivinar a qué se refiere en muchos momentos, a partir de las pistas que me proporciona.

También me parece creativo el trabajo que realiza cuando interviene sobre las láminas o hace alguna anotación sobre ellas, no es la primera vez que lo comento.  En algún artículo creo que me referí a la transformación que había hecho a una aleta de las que se ponen en los pies para nadar. Ahora es una monja. 

He recogido muchas anotaciones de algunas de las cosas que me ha ido explicando y otras las he guardado en la memoria. Me he propuesto contar algunos detalles justo ahora que ha dejado de lado este cuaderno en particular que tantísimas cosas ha propiciado. No lo ha acabado, pero creo que tenía necesidad de dejar de trabajar en él y espontáneamente lo ha colocado junto a muchos otros que también ha dado por acabados.  No tengo intención alguna de sugerirle que lo continúe.

En varias ocasiones me ha dicho que un ayudante le habría ido muy bien y siempre me ha hecho sonreír el comentario. Yo siempre me ofrezco a colaborar con él pero tengo que reconocer que a veces no me resulta fácil ni posible hacerlo. Conciliar horarios y salvar la distancia física que nos separa, resulta a menudo bastante complicado. Ambos pensamos que tenemos suerte del teléfono: permite que nos comuniquemos a diario.

El tema del ayudante sin embargo va más allá en realidad de lo que propiamente expresa la frase, estoy convencida. Le gustaría que hubiera alguien con quien compartir más a menudo ciertas cosas. Es una manera de referirse a la soledad que experimenta en muchos momentos. Aunque no debería ser así, la soledad es un efecto colateral de esta enfermedad. Muchas personas que habitaban su entorno próximo no sólo han desaparecido de su cabeza, sino que también han desaparecido de su vida.

Un ayudante le hubiera ido muy bien para hacer frente a algunas láminas que encontraba especialmente liosas. Sin embargo, siempre acaba encontrando soluciones para los problemas que encuentra.

Pasa las páginas una a una contándome lo que ve:

– Una con cacharritos, cosas de cocina, tazas…

– Predomina el color azul por todas partes

– Tres hojas de gatitos. Sí, muchas cabecitas …

– Luego una hoja con unos cuantos personajes, como los gatitos pero con nariz de pincho. Y otros más pequeñitos que parece que tienen ganas de jugar. Lógico, ¿no?

– Por supuesto, le digo yo.

– En esta hay tres o cuatro conductos para el líquido y también hay muñequitos…

– Y en esta otra unas cuerdas muy largas que se enlazan, hay muchas. Son 5 o 6 carriles y algunos están en blanco.

– Y luego un diablejo por aquí, con …, con … ¿Con qué saltan los pájaros?

– ¿Alas?, le sugiero.

– Eso, un diablejo con alas y grande

– En esta otra una chiquilla muy mona durmiendo encima de cuatro colchones.

Le interrumpo:

 -¿Te has fijado si hay algún guisante debajo de los colchones?

– ¡Hombre!, contesta divertido. Como el cuento de la princesa y el guisante.

Y lo rememoramos los dos y nos reímos de la extrema sensibilidad de la princesita. En su dibujo no hay guisante, por eso la chiquilla duerme plácidamente.

Va pasando hojas y llega a una a la que se refiere diciendo que son objetos de vestir y se dispone a enumerar prendas:

 – Una falda, un… un… donde se meten las manos.

– ¿Unos guantes?, le sugiero.

– Sí, eso, unos guantes.

Recuerdo la página que me describe y aprovecho la ocasión. Invierto los términos sutilmente: pregunto por una prenda y lo invito a observar con atención para encontrarla:

– Y, ¿una bufanda?, ¿ves alguna?

Pasan unos segundos mientras busca y contesta:

– No sé si hay, pero si no, cortamos un pantalón por la mitad y tendremos dos.

Estallo en carcajadas y le comunico que su propuesta me ha parecido genial. No me da tiempo a seguir preguntando, él sigue enumerando prendas:

– Un chaleco, un traje de mujer con tablas, unas camisetas con dos árboles…

Vuelvo a interrumpir:

– ¿Con dos árboles?

– Sí, con dos árboles del desierto

– ¿Baobabs?

– Nooooooooooo

El tono de su respuesta me indica a las claras que estoy muy lejos de la respuesta correcta. Me vuelve a entrar la risa. Al final resulta que son palmeras. ¿Cómo no lo habré acertado a la primera?, me pregunto. ¡Su descripción estaba clarísima!

Para mí estas conversaciones constituyen un bonito juego de ingenio en el que participamos los dos siguiendo reglas distintas. La creatividad fluye a ambos lados del teléfono y disfrutamos de los efectos secundarios que ésta ejerce sobre nuestro organismo.

*

Iba a contar una última y deliciosa anécdota relacionada con otro de los dibujos de este cuaderno, pero he explicado ya muchas cosas y he decidido que va a tener artículo propio. Próximamente:Kis mi again”.