Memantina y glutamato

 

Había pensado en escribir un artículo con este título dentro de unos días, después de haber tenido tiempo de constatar los efectos de una nueva medicación que está tomando mi padre. Se la recetó el gerontólogo hace ya días, después de la visita a su consulta y del interrogatorio al que lo sometió.

La memantina (el nombre del principio activo) es el cuarto medicamento, por orden de aparición, que se está probando en enfermos de alzhéimer en fase moderada y grave. A diferencia de los anteriores, éste hace efecto sobre el glutamato, una substancia altamente perjudicial cuando su presencia se incrementa en el cerebro a raíz de la enfermedad y que afecta las conexiones neuronales.

Memantina. Imagen: https://www.hipocampo.org/articulos/articulo0233.asp

Se administra de forma progresiva, empezando con una dosis mínima que se va incrementando semanalmente durante un mes hasta llegar a los 20 mg diarios, que es la dosis recomendada. Ahora él está tomando 15 mg.

No sé si puedo atribuir a la memantina la conversación que tuve ayer con él. Fue ESPECTACULAR y agarré el lápiz y el papel para no perderme detalle de los temas que abordamos y cómo los fuimos conectando.

Lleva tres días saludando con un alegre y expresivo: Hello! que antepone a la frase: ¿Qué cuenta mi hija Marta? Yo contesto también alegremente: Hello! How are you?, sabiendo de antemano que está conectado y receptivo y eso me da oportunidad de muchas cosas…

A su pregunta de ayer contesté explicándole lo que estaba haciendo un rato antes de llamarle por teléfono:

-He estado leyendo para preparar unos cursos que voy a impartir próximamente.

-¿Sobre qué son los cursos?, me preguntó.

Y seguí:

– Sobre cómo potenciar las emociones agradables y positivas en el aula, la risa, el buen humor, el optimismo, el sentido del humor, la curiosidad, etc.

Le conté que las emociones agradables tienen unos efectos sobre el organismo impresionantes y que  la risa es capaz de reforzar el sistema inmunitario y hacernos más resistentes a las enfermedades.

– ¡Hombre!, exclamó, ¡por eso yo nunca estoy enfermo!

Y los dos estallamos en carcajadas. Es verdad. Tiene toda la razón del mundo. Está enfermo de alzhéimer y viejecito pero nada más.

Le pareció interesantísimo el tema y me manifestó su deseo de apuntarse a mis cursos. Le prometí hacerle uno particular, para él solo.

Sé que a él le gustaría colaborar conmigo y participar en estos cursos y le expliqué que están dirigidos específicamente a profesorado pero que sus comentarios me hacen pensar en otros contextos posibles de aplicación y me dan muchas ideas.

Le expliqué que estoy contenta de saber el poder que tiene la risa. Las lecturas me están permitiendo conocer los sólidos argumentos que está aportando la ciencia para explicar sus beneficios. Lo que antes podía defender a través de la intuición y la convicción, ahora puedo hacerlo a través de las aportaciones de la neurociencia.

Seguí contándole que hace años, cuando trabajaba como docente con un grupo de mujeres de etnia gitana, me llamaban a menudo la atención porque las risas de mi clase se oían desde todas partes y molestaban a otras personas.  Ahora me siento feliz de saber que aquellas mañanas de risas y carcajadas contagiosas probablemente ayudaron mucho más a todas aquellas mujeres, y a mí misma, que cualquiera de las actividades que llevamos a cabo con seriedad.

Me acuerdo perfectamente de algunos de los episodios de risa más agudos de aquella época y le expliqué qué hacía para generarlos. Siguió mis explicaciones divertido, intervino con acierto y coherencia y le pareció genial todo lo que le estaba explicando.

Me interrumpió en algún momento para decirme emocionado que siente admiración por mi trabajo y que me augura un futuro espectacular.

Se lo agradecí muchísimo y nos reímos los dos de nuevo.

De ahí saltamos a hablar de las estrategias de los seres vivos para hacer frente a ciertas circunstancias adversas y cómo por ejemplo los árboles se despojan de sus hojas para hacer frente a la sequía y luego le expliqué algunas ideas sobre la relación de la creatividad con los armadillos, que no voy a desvelar.

Nuestra conversación pudiera parecer errática, como el vuelo de las mariposas sobre las flores, pero no lo fue, para nada. Saltamos creativamente de un tema a otro conectando ideas y después de compartir con él mis ideas secretas sobre los armadillos y la creatividad y de que él me dijera que aprende mucho conmigo, le dije que yo también con él.

Hablamos entonces de aprendizaje en dos direcciones y de comunicación, con una fluidez impresionante.

Es cierto que aprendo muchísimo de él. No sé si él realmente lo percibe así, pero yo lo intento. Siento no poder explicárselo como años atrás hubiera podido hacer, pero en realidad no importa.  Lo que importa son las posibilidades que tengo en el momento presente de intentarlo:

-Tienes que saber, le dije, que eres mi interlocutor preferido para comentar las ideas en torno a las que trabajo. No te creas que yo me atrevo a contarle a todo el mundo las cosas que te cuento a ti.

Oí su risa emocionada y agradecida

-Algunas de las ideas que tengo y que quiero poner en práctica son bastante novedosas y no todas las personas las aceptan o las entienden.

Me interrumpió:

-Oye, pues yo APERTURA TOTAL (lo escribo en mayúsculas porque así es como me sonó)

Y me arrancó otra oleada de risa, que se reprodujo también al otro lado del teléfono.

– Oye, ¡es verdad, eh!, me dijo

Lo sé, lo sé, no tengo ninguna duda, le contesté yo sonriendo.

Lo conduje de nuevo al principio de la conversación e insistí que me siento contenta de poder constatar que existe una base científica sólida que abala muchas de las ideas que llevo años poniendo en práctica. Le dije que pienso sacarle partido al asunto y tal vez acabe escribiendo algún artículo. ¿Y por qué no un libro?, me preguntó.

Volvió a augurarme un futuro prometedor en … No supo decirme dónde y yo tampoco, pero eso nos provocó la risa de nuevo.

Convinimos que el dónde no importa, que lo que importa es ser feliz y hacer feliz a los demás (ambas cosas están relacionadas). Y acabamos la conversación quedando en reírnos mucho en directo en cuanto nos veamos.

¡Viva la risa!

(¡y la memantina!) que escribo entre paréntesis por si acaso…