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¿Poda o asesinato?
Acabé el último artículo de esta sección, titulado Loti y el rincón de pájaros, con el siguiente párrafo:
Comentamos lo fabuloso que resulta que alguien te preste un libro interesante. Y seguimos haciendo planes para el rincón de pájaros y hablando de muchas otras cosas, entre ellas del tilo, que se yergue majestuoso a la derecha del magnolio. Hace unos días, sobre una de sus ramas había un pájaro de cuatro patas boca abajo y uno de dos patas encima, presumiblemente molestándolo…
Deliberadamente señalé en color la última frase y utilicé el pasado. Quise anticipar este nuevo artículo.
Últimamente, en el transcurso de las conversaciones telefónicas que mantengo diariamente con mi padre, me había explicado en varias ocasiones que había descubierto un pájaro colgando boca abajo de una rama del tilo que hay en el jardín.
Siempre que me informa sobre algún descubrimiento de este tipo, trato de que se centre en describirme con precisión lo que ve y el lugar exacto desde donde lo percibe. Algunas imágenes de su entorno puedo recrearlas e imaginar aproximadamente lo que está viendo, pero hay cosas que me resulta complejo imaginar a distancia y trato de asegurarme que sabré encontrar el lugar que atrae su atención, cuando tengo ocasión de verlo en directo.
El pájaro, que presumiblemente colgaba de la primera rama del tilo que sale hacia el norte, estaba en una posición incómoda y le parecía además que otro pájaro más pequeño estaba posado encima y lo estaba molestando. En algunos momentos le daba la impresión de que el pájaro colgante tenía cuatro patas y en otros no estaba muy seguro.
Intento dar credibilidad a todo lo que me cuenta porque sé que sus visiones fantásticas a veces acaban por tener alguna explicación. No sé si puedo llamarlas explicaciones lógicas, pero sí sé que lo que percibe, es en ocasiones explicable, a pesar del alzhéimer.
Trato por tanto de escuchar con atención lo que describe y procuro que incorpore el máximo de detalles posible, haciéndole preguntas que incluyen conceptos diferentes (la forma, el color, la distancia a la que está, etc.) De esta manera intento también mantener vivo el vocabulario que utiliza. Percibo las dificultades que le supone encontrar las palabras que necesita, y cada vez más, usa conceptos generales (lo que vuela) para referirse a cosas en particular (pájaro).
Tengo la impresión de que el diálogo que mantenemos contribuye a que algunas palabras y conceptos no se desvanezcan con tanta rapidez. Aun así, lo van haciendo inexorablemente.
Algunas de las imágenes que él percibe, le producen desasosiego. En este caso, la observación reiterada del pajarito boca abajo, le condujo a pensar que el animal estaba sufriendo y era necesario salir al jardín para desengancharlo. El siguiente paso fue planear cómo hacerlo. Tuve noticias de un intento de salida nocturna al jardín con escalera para liberar al pobre pájaro. Afortunadamente el intento pudo ser atajado.
Algunos de sus planes causan ciertos trastornos en el entorno familiar, por decirlo de una manera suave. El aparentemente inofensivo pajarito colgando de una rama, amenazaba con provocar consecuencias mayores. Para poder actuar de alguna manera, lo primero que me planteé fue intentar percibirlo.
En cuanto pude, realicé una maniobra de localización en directo: me situé bajo el tilo y fui señalando todas las hojas que presumiblemente podían ser el pájaro boca abajo, mientras él me orientaba, desde el interior de la casa, sentado en el silloncito (como él lo llama a veces), desde el que percibía la escena.
Fue fácil dar con las hojas en cuestión. Después de localizarlas hice fotos desde el lugar donde él las veía.
La experiencia me dice que a veces lo que no soy capaz de percibir en directo en un momento dado, puedo hacerlo a posteriori a partir de fotografías.
Justo cuando disparaba la cámara un mirlo se posó en una rama. La segunda hacia el norte.
Estuvimos los dos un buen rato observando la rama del tilo, él viendo el pájaro boca abajo y yo tratando de encontrarlo, sin conseguirlo.
Si lo hubiera conseguido no tengo claro qué habría hecho.
Sólo puedo explicar por tanto lo que hice a continuación: practicar un acto de poda o asesinato, según se mire.
Decidí cortar las ramas de donde pendían las hojas-pájaro. Me costó hacerlo porque me dolía eliminarlas de esa manera, pero me preocupaba que siguieran colgadas y desembocaran en nuevos planes que entrañaran riesgos innecesarios.
Salimos ambos al jardín y le conté lo que iba a hacer, sin esperar a que el manifestara si le parecía bien:
– Voy a cortar estas hojas porque me parecen un auténtico peligro para cualquier pájaro que se quede posado encima.
– Mira, le dije- y le enseñé las hojas. – Las he quitado todas y no he encontrado ningún pajarito. Tal vez el que has estado viendo se ha podido desenganchar solo, pero de esta manera ningún otro correrá el riesgo de tener un percance similar.
Mi explicación fue un intento de suavizar un acto que me resultó un tanto violento. Procuré poner el énfasis en aquello que a él le preocupaba: que un pajarito estuviera sufriendo. La poda tenía por objeto evitar que otros se encontraran en una situación similar. No tengo claro que le convenciera del todo mi explicación.
No obstante, mi acción no tuvo mayores consecuencias. Le mostré las hojas que había arrancado porque él temía que el pájaro estuviera entre ellas y pudo comprobar que no le estaba engañando.
No ha vuelto a hacer referencia a ningún pájaro boca abajo.
¿Qué habría pasado si hubiera arrancado las hojas del tilo sin estar él delante? Era una opción, sin duda alguna: eliminar el problema sin que se diera cuenta. Pero para detectar al pájaro- hojas tuve que contar con su colaboración, así que tratar de seguir contando con él me pareció lo mejor, aunque fuera un simulacro.
Tal vez no fuera la mejor decisión y podía haber cortado las ramas mucho rato después, en algún momento en que él no hubiera estado delante.
Hay cosas de las que se olvida en décimas de segundo y hay otras que permanecen en su cabeza algunos días, a veces, muchos. Es difícil predecirlas.
Me afectó la poda o asesinato, según se mire. Me cargué literalmente el pájaro que él percibía (en realidad era más de uno) después que me indicara dónde estaba y sentí que en cierta medida lo estaba traicionando porque se avino a explicarme dónde estaba, sin saber que lo que yo iba a hacer al poco rato era hacerlo desaparecer.
Esta vez no me he esforzado en ver el pájaro que cuelga boca abajo. No me he dedicado a examinar las fotografías que hice desde ángulos y perspectivas diferentes, las tres que he incorporado a este artículo. Arranqué las hojas y ya no existe.
Las acciones que a veces llevo a cabo para tratar de evitar algunos problemas no siempre me satisfacen.
Hubiera preferido sin duda alguna haber podido mantener un tema de conversación agradable en torno a un nuevo pájaro-hoja.
No siempre es posible hacer lo que uno desea. Me consuela pensar que siempre cabe desear hacer, todo aquello que sí es posible. Y siento que hay muchas cosas posibles por hacer, todavía.