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Zapatos alados

 

Este par de zapatos alados lleva incorporado un par de ventiladores que aseguran el vuelo, aunque no aparecen en la fotografía

Durante la segunda semana de julio he impartido un curso en la Escuela de Verano organizada por el Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad de Barcelona, con el título: Emociones agradables, arte y creatividad.

El curso comenzó con una invitación a la reflexión sobre los sentimientos que los docentes experimentan en su lugar de trabajo y a continuación se llevó a cabo una actividad con el objetivo de liberarse, metafóricamente hablando, de aquellos que no resultan agradables.

El ejercicio se desarrolló individualmente y en privado, sin que nadie estuviera obligado a hacerlos explícitos. Identificar estos sentimientos es el primer paso para conseguir deshacerse de ellos y poder luego concentrarse en todos aquellos que nos hacen sentir bien, tanto con nosotros mismos como con los demás.

Este modelo requiere una carrera rápida para emprender el vuelo

Seguidamente, mediante un ejercicio creativo, transformamos los desechos resultantes del proceso de liberación en un producto tangible que permitiera visualizar los sentimientos agradables que los docentes desean poder experimentar y centramos el diálogo en éstos, analizándolos desde la óptica del profesorado y también del alumnado.

Cuanto más trabajo en el ámbito de las emociones, más claro tengo que resulta difícil separar los sentimientos en grupos estancos y abordarlos por separado. Creo que existe una relación de interdependencia entre ellos que vale la pena aprovechar y que invita a abordarlos de una manera conjunta. Cuando el objetivo está puesto en potenciar la vivencia de emociones agradables resulta más fácil abordar la gestión de los que no lo son tanto.

El título de esta reseña hace referencia a una de las actividades que llevamos a cabo: construir unos zapatos con alas.

La actividad se me ocurrió a raíz de haber impartido previamente otro curso similar: Potenciar las emociones positivas a través del lenguaje artístico. Os invito a leer el artículo que he escrito sobre él, titulado: Partirse la caja.

Le debo la inspiración a la intervención de una maestra que quiso compartir con el resto de personas del curso las sensaciones que tiene en su cuerpo cuando se siente feliz. Nos explicó que se siente como si tuviera alas en los pies.

¿Y a quien no le gustaría tener alas en los pies? 

El ejercicio que propuse se basa en una idea que llevo explorando desde hace tiempo y que pongo en práctica cada vez que tengo ocasión: construir o crear imágenes y objetos tridimensionales que nos hagan sentir bien, es mucho más potente que visualizarlos exclusivamente con la imaginación. Cuando determinadas imágenes positivas o agradables trascienden el ámbito del escenario mental para convertirse en reales y tangibles, su potencia y los efectos positivos que tienen aumentan exponencialmente. Más aún cuando ha habido un trabajo previo de diseño, de toma de decisiones y de manipulación de materiales y cuando se comparte en grupo la concreción de la propuesta, así como de todas aquellas ideas, sentimientos y pensamientos que se han experimentado en el transcurso del proceso de realización.

De los pies alados surgieron los zapatos con alas.

A menudo las intervenciones de los alumnos me sirven de fuente de inspiración para plantear nuevas actividades, aunque no sea en el mismo grupo donde ha surgido la idea si no en otro. Me parece interesante que se produzcan transferencias entre cursos y más aún entre personas que ni siquiera se conocen. Es una manera muy bonita de enriquecerse y de compartir.

 

Todo el mundo estuvo dispuesto a aportar un par de zapatos para poderlos transformar. Era la condición indispensable para poder llevar la actividad a cabo. Reunimos tantos modelos diferentes como personas asistieron al curso y enseguida se puso en evidencia una cuestión: cada zapato pedía tener unas alas particulares. ¿Cuáles? Estuvimos hablando sobre ello previamente. Hay muchos tipos de alas, y también muchos tipos de vuelos, según sean estas …

La cuestión de los materiales fue otro factor para tener en cuenta, junto con el tiempo del que disponíamos. Era importante poder realizar todo el proceso y llegar a materializar las ideas previas para que finalmente pudiéramos compartir los zapatos alados y algunas de las ideas que éstos fueron capaces de suscitar.

No se puede prever nunca qué pasará cuando un grupo de personas se encuentran con la posibilidad real de calzarse unos magníficos zapatos con alas …

María, espontáneamente, con sus sandalias aladas al estilo Leonardo da Vinci y música de fondo, propició que todo el que quisiera emprendiera el vuelo por un minuto allí donde deseara, sin que hubiera necesidad de explicar ni comentar nada. Fue un momento de magia compartida, un momento sensible y emotivo de extraordinaria potencia.

María, accionando el mecanismo de sus alas, instantes antes de emprender el vuelo

 

Planteé una pregunta:

¿A dónde nos pueden llevar unos zapatos con alas?

Recogí las respuestas y nos dimos cuenta de la cantidad de cosas que nos permitiría tener un calzado como el que habían construido.

En este modelo, las alas se despliegan cuando su dueña decide dejar de tocar con los pies en el suelo.

Una vez terminado el curso no he podido evitar continuar añadiendo cosas a la lista inicial:

A sentirnos ligeros
A sentirnos capaces
A sentirnos libres de trazar el propio camino
A desconectarnos de las preocupaciones terrenales
A pasear sobre las nubes
A ver personas queridas que están lejos
A soñar con cosas bonitas
A ver la tierra desde las alturas
A tocar el cielo con las puntas de los dedos y de la nariz
A bailar en el cielo haciendo filigranas
Al espacio
A experimentar la ingravidez
A hacer ejercicios de vuelo
A trazar loopings en el cielo

No puedo dejar de pensar en zapatos alados. Me gustaría probarme modelos diferentes. Quisiera poder experimentar la libertad de volar donde yo quisiera. Quisiera que hubiera puestos en las ferias con zapatos alados para alquilar, a un precio razonable y zapateros especializados en su cuidado y reparación y también instructores de vuelo y compañeros de vuelo y lápices de colores para pintar las nubes y la luna mientras vuelo …

Y vosotros, ¿Qué harías con unos zapatos con alas?

Os invito a imaginarlo y también a que os los calcéis tantas veces como deseéis. Basta con cerrar los ojos … aunque mucho mejor si antes de cerrarlos os atáis los cordones o la hebilla …

!Buen vuelo!

«Partirse la caja»

 

«Caja de risa», realizada por una de las alumnas del curso

Durante la primera semana de julio he impartido un curso en la Escuela de Verano organizada por el Movimiento Educativo del Maresme, que llevaba por título: Potenciar las emociones positivas a través del lenguaje artístico.

«Partirse la caja» es una frase que expresa muy bien los objetivos que pretendía este curso: reír, pasarlo bien y aprender en un ambiente creativo, artístico y lúdico.

Es también la frase que inspiró el trabajo de una maestra para resolver uno de los ejercicios creativos que propuse: construir una caja de la risa utilizando una caja de cerillas y bastantes materiales diferentes para transformarla. Había que concentrarse en las sensaciones que nuestra barriga experimenta al reír, inspirándose en alguna situación vivida que no había que hacer explícita. La caja como contenedor-barriga se prestaba al juego de la libre interpretación y recreación.

«Caja de risa», realizada por una de las alumnas del curso

El ejercicio se desarrolló entre sonrisas y complicidades en un ambiente magnífico y concluyó con la invitación a mostrar las cajitas transformadas y a compartir las risas contenidos en ellas. Aparecieron en la conversación una gran cantidad de palabras diferentes para referirse a las sensaciones experimentadas.

«Caja de risa», realizada por una de las alumnas del curso

 

Veintiocho personas diferentes, veintiocho soluciones distintas, todas divertidas e interesantes.

 

«Caja de risa», realizada por una de las alumnas del curso

 

Cada día estoy más convencida de que en relación con la educación emocional lo más importante es encontrar maneras de potenciar la vivencia de las emociones que nos hacen sentir bien. No se trata sólo de hablar de aquellos sentimientos que nos resultan agradables sino de propiciar tantas veces como sea posible situaciones y dinámicas que favorezcan experimentarlos, sentirlos en propia piel, emocionarse en primera persona y preferiblemente en compañía.

Los datos que aportan los estudios sobre neurociencia me hacen pensar que sería deseable trabajar en esta dirección tantas veces como sea posible. El conjunto de situaciones agradables vividas solos, o con otras personas, constituye a mi entender una especie de depósito de reserva en nuestra memoria al que se puede acceder en diferentes momentos para evocar las sensaciones que experimentamos en el cuerpo, cuando nos sentimos felices, contentos, alegres, satisfechos, etc. así como también los pensamientos agradables y positivos que generamos en estas situaciones. Disponer de estos recuerdos e impresiones facilita hacer frente a otras situaciones que nos generan sentimientos no tan agradables o incluso desagradables.

Fragmento de la transformación sobre un dibujo, realizada por una de las alumnas del curso

 

Durante el curso hemos desarrollado diversas actividades con el objetivo explícito o implícito de potenciar la vivencia de emociones agradables. Estas experiencias han constituido un ejemplo de cómo proponer y desarrollar actividades partiendo de objetivos muy concretos, utilizando un número de materiales limitados, consignas precisas, pero suficientemente vagas vez como para que cada persona pudiera encontrar soluciones válidas personales e irrepetibles, y desarrollando dinámicas participativas. Las posibilidades y variaciones que se pueden aplicar a las propuestas son prácticamente infinitas. Hay que tener claros cuáles son los objetivos que se pretenden para desplegar un abanico de posibilidades que se adecuen a los contextos particulares donde se lleven a cabo las actividades.

Hemos puesto el acento en el proceso desarrollado para resolver las propuestas artístico-creativas y en las dinámicas relacionales que éstas han propiciado. El resultado final, visible, es lo que nos ha permitido compartir los procesos, así como también los sentimientos que los participantes han experimentado en el transcurso de determinadas actividades.

La invitación al juego, a explorar alternativas, a colaborar con los compañeros y a expresarse con libertad sin miedo ni vergüenza, respetando las ideas de todos, ha sido una constante en todas las sesiones.

«Elixir de la Felicidad», realizado por una de las alumnas del curso

Comenzamos el curso creando unas cajas de risa capaces de evocar instantes de alegría y bienestar y de transportarnos a diversos escenarios y lo hemos acabado compartiendo un autoregalo: un elixir de la felicidad creado por cada persona y destinado a uso personal.

 

*

 

Nos hemos reído mucho en todas las sesiones y está más que demostrado que reír refuerza el sistema inmunitario y favorece el aprendizaje. También han emergido emociones y sentimientos que quiero llamar «delicados», como la tristeza, la rabia, el dolor o la frustración, que han hecho aflorar lágrimas en algunos momentos. Las emociones se contagian cuando hay empatía en el grupo y generan al mismo tiempo cohesión.

«Delicados» me parece un término bonito y también apropiado para referirse a ellos, porque merecen ser abordados con la máxima delicadeza posible.

Confío que todas las personas que han participado en estas sesiones pasen un saludable verano y empiecen el próximo curso con muchísima emoción e ilusión, y con ganas de reír y pasarlo bien, convencidas de la importancia y la necesidad de potenciar las emociones positivas y agradables en el aula.

Fragmento de «Caja de risa», realizada por una de las alumnas del curso

 

Este curso también ha tenido proyección hacia el exterior. Una parte del material emotivo-artístico creado lo estoy haciendo llegar, con consentimiento y participación de todos los asistentes, a una persona muy querida, que sin saberlo propició una de las actividades que propuse. Está pasando un momento delicado en la vida y resulta bonito acompañar creativamente a las personas e intentar que experimenten emociones agradables que les ayude a hacer frente a todo tipo de situaciones.

Todo lo que hemos compartido estos días me ha permitido inventar nuevas actividades y reflexionar sobre muchos aspectos. Las intervenciones y aportaciones de las personas que han participado en este curso han constituido por mí una especie de cóctel detonador de ideas que ahora sufren en mi cabeza un proceso de fermentación. Una de ellas ha estallado sin escapar al proceso de destilación posterior: la he puesto en juego en el curso que he impartido seguidamente a este. Le he agradecido personalmente a la persona que la propició, la inspiración que me proporcionó su intervención.

Si queréis saber qué destiló mi alambique mental haced clic sobre la imagen:   

 

Sospechas confirmadas y el cerebro que se resiste

 

Cuando hace unos días, a mediados de mayo, mi padre fue a visitarse con el gerontólogo en el hospital se confirmaron mis sospechas en torno a una cuestión: los enfermos de Alzheimer que han tenido una actividad intelectual intensa, se ven especialmente afectados por los trastornos que causa su enfermedad a nivel cognitivo y sufren con ello. Perciben y se dan cuenta en muchos momentos de las dificultades que les supone realizar actividades que han realizado de forma habitual toda su vida, como por ejemplo leer.

A medida que la enfermedad avanza, la lectura se hace cada vez más difícil. Llega un momento en el que, aunque puedan leer las palabras, no pueden retener su significado ni hilvanar el hilo argumental que las une. Eso es lo que le ocurre a mi padre en estos momentos. Todavía puede leer, mecánicamente hablando, pero se pierde en el aspecto significativo de la lectura y la actividad se convierte en una tarea de máxima dificultad que le genera incomodidad, tensión y cierto desasosiego. Lo percibo cuando trata por ejemplo de resumirme el contenido del libro de Pierre Loti que lleva meses tratando de leer. Y también cuando lo hace con las noticias del periódico, con las que toma contacto a través de titulares que cada vez entiende menos (a mí me pasa lo mismo con los titulares y las noticias del mundo).

Para quien no haya tenido la costumbre de leer, tal vez el progresivo deterioro de esta capacidad no sea muy significativo ni genere grandes disgustos, pero cuando un enfermo de alzhéimer ha sido un ávido lector, la pérdida es profundamente significativa. En el caso de mi padre yo así lo siento. Y a pesar de todo se esfuerza y no deja de intentarlo. Se resiste además a reconocer las dificultades que les supone y me parece explicable. Su resistencia se puede interpretar probablemente de varias maneras, pero a mí me gusta pensar que es señal de los intentos que hace su cerebro para mantenerse plástico.

Después de visitar al gerontólogo, mi padre me contó que había estado en el siquiatra. El interrogatorio al que se vio expuesto le afectó en varios sentidos y a mí también. A veces, cuando él se da cuenta de las dificultades que tienen para comunicarse tienen la impresión de que se está volviendo loco. Así lo verbaliza en ocasiones y entonces yo prefiero decirle que la verdad es que siempre ha estado un poco loco (y nos reímos) y que ahora lo que le pasa es que se está volviendo viejecito. Viejecito y desmemoriado. Se lo digo con respeto y cariño y creo que agradece y acepta esta simple explicación.

Cuando sacó el tema del siquiatra hace unos días, estaba serio y preocupado. Traté de darle carpetazo ipso facto y cambiar de conversación. No me sentí muy satisfecha. Tuve la sensación de que percibió mi intención de esquivar el tema que él había iniciado. Las maniobras de distracción o de cambio de dirección no siempre resultan fáciles y en ocasiones las realizo de forma brusca.

No hizo más referencias al siquiatra. Unas horas más tarde me explicó apenado un episodio de juventud que transportó al presente y relató como si hubiera ocurrido dos o tres días antes. Lo reconocí, no era la primera vez que lo oía, pero me sorprendió que de repente volviera a emerger en su cabeza como si se tratara de algo vivido muy recientemente. El episodio era dramático. Él usó repetidas veces esta palabra. Había tenido un amigo que acudía al siquiatra y que desgraciadamente acabó suicidándose. Revivió el suceso muy apenado, mientras yo lo escuchaba atentamente.

Me estuve preguntando por qué había emergido de pronto en su cabeza dicho episodio. Tiempo atrás, cuando todavía podía recordar algunas cosas de su juventud, me había explicado repetidas veces el desgraciado incidente. Memoria y emoción guardan relación, ya lo he comentado en algún otro momento. El suceso le produjo una intensa emoción, no tengo ninguna duda.

Pero, ¿por qué ahora emerge de nuevo?, seguí preguntándome.

Y en algún momento que no puedo precisar he dado con la respuesta. Se trata sólo de una hipótesis. No hay manera de demostrarla: tengo la impresión de que su experiencia con el siquiatra/gerontólogo de hace unos días, propició una delicada conexión con el amigo que visitaba al siquiatra y tuvo un trágico final.

Es una posibilidad que me parece explicable y que refuerza una idea que expuse hace pocos días: el cerebro de los enfermos de alzhéimer trata por todos los medios de conservar su plasticidad, se resiste a perderla. Es capaz de sortear lagunas, espacios en blanco, abismos y desiertos y establecer frágiles y perecederos hilos de conexión.

Fotografía del fragmento de una obra de la artista GEGO, sobredibujada.

Cuanto más lo pienso, más sentido le encuentro a mi hipótesis. He contado que a veces mi padre piensa que está loco cuando es consciente de algunos de los problemas que experimenta a causa de su enfermedad y no sabe a qué atribuirlos.

La manera como se percibe a sí mismo en algunos momentos (presumo que se intensificó después de la visita al médico), estoy convencida de que fue lo que le conectó con su amigo. Él nunca ha dicho que estuviera loco. Lo apreciaba mucho. Siempre se ha referido a él con respeto, diciendo que el pobre tenía algún tipo de trastorno o enfermedad mental. Lo recuerda con cariño y con pena.

El recuerdo que emergió de improviso tenía sentido. No se trataba de un episodio inconexo, aunque lo hubiera trasladado al presente. Probablemente necesitó mucho tiempo para conectar al siquiatra con su amigo y estuvo dándole vueltas toda la mañana. Yo ya me había olvidado del siquiatra cuando me lo contó, pero detecté que estaba afectado y lo escuché con mucha atención.

Encontrar explicación a cuestiones como ésta, por indemostrable que sea, me tranquiliza. Siento que acrecienta mi comprensión.

Y siento que los enfermos de alzhéimer, además de respeto y cariño necesitan también ser comprendidos y valorados y hay que esforzarse para hacerlo. Es muy fácil no escucharlos de verdad y dar por sentado que cuentan extravagancias fuera de lugar.

Identidades

 

La identidad de los enfermos de Alzheimer se desintegra progresivamente de forma inexorable. La de sus acompañantes, también.  En mi caso, se desintegra y multiplica a la vez.

Hace ya mucho tiempo, años, que trato de afrontar de la mejor manera posible este doble proceso. No fui consciente al principio de la enfermedad de mi padre de que mi propia identidad sufriría cambios. Sólo fui consciente de que él sería víctima de este proceso ineludible.

Cuando los recuerdos van desapareciendo paulatinamente y los enfermos ya no pueden recordar, ni siquiera a grandes rasgos, los episodios que han determinado su vida no hay estrategia que valga para tratar de preservar su identidad y la de las personas que los rodean.

Cuesta entenderlo y resulta difícil asumirlo. De nada sirve tratar de resistirse, hay que acabar por aceptarlo. Yo sólo puedo hablar de mi experiencia, pero tengo la impresión de que algunos de los pensamientos y sentimientos que a mí me genera este proceso es posible que también los tengan y experimenten otras personas que estén viviendo una situación similar.

Últimamente tengo la impresión de que la relación de parentesco que me une a mi padre ha desaparecido prácticamente del todo de su cabeza. No es una desunión permanente, a ratos parece que recuperamos los lazos que nos unen, pero es difícil saber cuándo es así y cuándo no.

Llevo meses tratando de preservar el binomio hija-Marta pero cada vez con más frecuencia ambos conceptos se disocian completamente. En algunos momentos tiene claro que soy su hija, pero no Marta. En otros soy Marta, pero no su hija.  Siempre intuye sin embargo que soy alguien querido y cercano. O por lo menos, yo lo percibo así.

Las confusiones sobre mi identidad se hacen evidentes de forma diferente según si hablamos en directo o por teléfono. Ya hace tiempo que las conversaciones diarias que mantengo con él van precedidas de maniobras de orientación que le recuerdan el binomio hija-Marta, antes de que empecemos a hablar. Sin embargo, a medida que van pasando los minutos tengo la impresión de que el binomio se diluye y llevo semanas tratando de introducir frases que refuercen nuestro vínculo y relación. Algunos días, no estoy segura de si realmente he logrado que no se olvide antes de colgar, de con quién está hablando.  Otros días tengo claro que esto no ocurre y podemos mantener charlas fluidas.

Cuando trata de explicarme alguna experiencia que hemos vivido juntos, es cuando más se pone de manifiesto últimamente la confusión sobre mi persona. He hecho una lista de las identidades que he asumido hasta ahora, en los últimos tiempos:

  • Mi amigo el delgadito
  • El amigo de mi marido
  • Mi marido
  • Un compañero de la escuela
  • Un amigo
  • Un hombre
  • La Gómez Aracil
  • Ricardo

No sé si alguien se habrá dado cuenta: he cambiado de género. Exceptuando la Gómez Aracil, todas mis otras identidades son masculinas.

El artista Marcel Duchamp juega y explora su identidad como Rrose Sélavy

De nada sirve preguntarse por qué motivo me he convertido en los últimos tiempos en un hombre. Lo único que cabe es aceptarlo. Me digo a mi misma que es preferible hacerlo con sentido del humor tratando de encontrar el punto gracioso y creativo que hay en ello.

Nunca pienso que él se haya olvidado de mí, ¡para nada!  No puede acordarse de quien soy exactamente, que desde mi punto no es lo mismo y eso no impide además que podamos seguir disfrutando haciendo cosas juntos.

Ayer me contaba que alguien, un hombre, había pintado dos de sus minimandalas. Tenía claro que no los había hecho él y traté de explicarle que había sido yo, que los hice con su permiso y aprobación previa, que había estado luego haciendo pruebas con un pincel para ver qué tal quedaba el dibujo después de pasarlo ligeramente humedecido sobre el papel, porque los lápices de colores que usa son acuarelables.

Le gustó esta última palabra y la repitió unas cuantas veces, pero pronto entramos en un bucle en el que aparecía un hombre con un pincel y fue complejo salir de él. Tuve la sensación de estar disolviéndome como una pincelada de acuarela sobre el papel. Y traté de resistirme. Intenté recordarle un montón de detalles, hilvanando sus fragmentos confusos, procurando poner de relieve el interés que ambos compartimos por los mandalas y algunas cosas que hacemos juntos.  Y lo que hice en realidad fue poner de manifiesto la cantidad de cosas de las que no puede acordarse.

¿Hice bien tratando de resistirme? ¿No hubiera sido mejor abandonarme a la disolución y tratar de dejar sencillamente una bonita impronta, como hace la acuarela sobre el papel?

Me resulta fácil preguntármelo ahora, pero es complejo incorporar estos razonamientos en el momento en que estoy tanteando las posibilidades de la conversación con él.  No siempre sé qué hacer.

A veces me diluyo sin problemas y otras me da la sensación de que me resisto a ello.

En muchos momentos él no sabe quién soy. No puede ponerme nombre ni cara. Las palabras y las imágenes que se extravían en su cabeza le juegan una mala pasada y el binomio conceptual hija-Marta se debilita.

Sin embargo, percibo que el binomio emotivo padre-hija que nos ha mantenido unidos toda la vida, permanece. Es como si mi identidad emocional conservara aún su consistencia.

Tal vez acabe cambiando de estado y se volatilice como los gases. Quiero pensar que podré preservarla bajo una campana de cristal como la que ahora contiene y retiene a mis milanos de miraguano.

 

 

Las habilidades de los enfermos de alzhéimer

 

Llevo pensando en escribir este artículo desde hace mucho tiempo. Me parece imprescindible hablar de las habilidades que tienen los enfermos de alzhéimer. De la misma manera que de las de otras personas con otras patologías y disfunciones.

Hay grupos de los que se tiende a destacar todo lo que no pueden hacer o van dejando progresivamente de poder hacer. Desde mi punto de vista, además de conocer estos aspectos, deberíamos también centrarnos en todo aquello que sí pueden hacer. Yo llevo años tratando de adoptar esta perspectiva, no sólo en relación a los enfermos de alzhéimer, si no en relación a todas las personas.

Fragmento de una obra de GEGO

Tratar de facilitar que las personas puedan desarrollarse satisfactoriamente haciendo uso de sus habilidades, cualesquiera que sean, me parece primordial.

Los enfermos de alzhéimer ponen en juego muchísimas estrategias para tratar de resolver los problemas y las dificultades que les causa su progresivo deterioro cognitivo. Y ello es desde mi punto de vista una señal de las distintas habilidades que tienen o conservan, por lo menos durante un tiempo. Sin ellas no lograrían probablemente comunicarse de la manera que lo hacen.

Estoy convencida de que cuando se plantea todo desde el punto de vista de lo que determinadas personas no pueden hacer, se dejan de lado y se pierden muchas oportunidades.  Creo que uno de los motivos que también explica que se no valoren determinadas habilidades radica en el hecho de que se da por sentado con frecuencia que algo no es posible, sin haberlo siquiera intentado. Es la manera más rápida de cortar de raíz cualquier posibilidad a explorar. Y tengo la impresión de que se trata de una práctica muy extendida en diversos ámbitos, desgraciadamente.

No creo que se pueda generalizar en torno a las habilidades, más que para afirmar que todas las personas las poseen. Es por esto que lo que es importante es considerar lo que SÍ puede hacer CADA persona.

Fragmento de una obra de GEGO

Desde mi punto de vista, en el caso del alzhéimer, además, existe otro riesgo: la memoria o la pérdida de memoria. Sirve de justificación para no emprender o llevar a cabo algunas cosas porque de nada va a servir, piensan algunas personas, si luego el enfermo se va a olvidar de ellas.

Yo tengo dudas al respecto y por tanto prefiero centrarme en lo posible, en el momento presente. Aunque los recuerdos se desvanezcan, tengo la impresión de que la impronta emocional, que por lo menos algunos de ellos dejan, no desaparece con tanta rapidez como podríamos suponer. Emoción y memoria guardan relación.

Llevo mucho tiempo interesándome por cómo funciona el cerebro y los avances en el terreno de la neurociencia están proporcionando nuevos datos, que me parecen fascinantes en el sentido que amplían espectacularmente las expectativas sobre las posibilidades de aprendizaje de nuestro cerebro. O yo así lo interpreto.

Y ello, desde mi punto de vista, abre la puerta a la inclusión y al concepto de aprendizaje permanente (la estructura de nuestro cerebro tiene el potencial necesario para aprender durante toda la vida).

Hace años se creía por ejemplo que las neuronas se iban destruyendo progresivamente y disminuyendo su número con la edad, sin renovarse. Hoy se sabe que la neurogénesis (la generación de nuevas neuronas) tiene lugar toda la vida. Es un proceso continuo que experimenta picos de máxima producción en momentos críticos del crecimiento, que se ralentiza con la edad y a causa de otros factores también, pero no cesa.

Este y otros conocimientos me dan ideas para poner en práctica en la relación con mi padre, enfermo de alzhéimer. También me ayudan a tratar de entender cómo funciona el cerebro de una persona que sufre dicha enfermedad, aunque sea a mi manera. El proceso me lleva a crear y trabajar con modelos artísticos de representación conceptual que me permiten explorar algunos conceptos desde diversas perspectivas, probablemente de una manera original y poco habitual.

Fragmento de una obra de GEGO

Retomo el propósito del artículo, que era hablar de las habilidades de los enfermos de alzhéimer. Éstas se ponen de manifiesto por ejemplo en la comunicación diaria a través del lenguaje oral, cuando que no encuentran las palabras precisas que quieren para explicar o referirse a lo que desean y recurren a estrategias diversas para poder hacerlo.

Cuando los problemas de este tipo empiezan, la comunicación deja de ser fluida y adquiere un ritmo que puede ser sincopado, o experimentar retrocesos, vaivenes, bucles, espirales, etc. Hay que saber adaptarse a estos cambios. Ellos no pueden controlarlos y es especialmente importante tratar de estimularlos y de que mantengan la comunicación con otras personas. Cuando dejan de hacerlo su mundo social se reduce de manera drástica.

Fragmento de una obra de GEGO

Cuando hablo con mi padre, aunque nos separe la distancia y hagamos uso del teléfono, percibo cómo su cerebro se esfuerza por establecer conexiones que le permitan, de la manera que sea, comunicarse. Cada vez más, tiene dificultad para encontrar las palabras que necesita.

Trato de afrontar siempre la conversación con él con paciencia, con atención y procurando no interrumpirlo, dándole tiempo entre frase y frase.

Si yo interrumpo bruscamente este proceso, que es lento, extremadamente lento a veces, destruyo la posibilidad de que su inmenso esfuerzo se vea recompensado por el logro de haberlo conseguido. Las interrupciones le despistan, le hacen perder el frágil hilo con el que intenta hilvanar palabras e ideas con coherencia.

Sí me atrevo en muchas ocasiones a sugerir soluciones, palabras, ideas, conceptos, etc. Sugerir forma parte del diálogo. Es un sugerir amable y respetuoso que no pretende poner de manifiesto que no encuentra las palabras. Sugerir consultándole para que él esté implicado en la elección de los vocablos. Eso sólo lo puedo hacer si lo escucho atentamente y trato de ponerme en su lugar para poder anticipar en cierto modo su mensaje.

Cuando sugiero, propongo, consulto, etc. y no acierto, me lo dice a las claras: No, eso no. Y sonrío pensando que sus redes neuronales están activas pese al alzhéimer y trata de buscar caminos alternativos entre ideas que antes estaban conectadas por un puente que ha desaparecido y ya no se puede por tanto cruzar.

No se queda de brazos cruzados por así decirlo (por lo menos en muchas ocasiones) trata por todos los medios de explicar lo que quiere con los retales inconexos que encuentra y logra hilvanar.

Me parece  admirable y digno de reconocimiento. Las soluciones que encuentra para salvar lagunas y espacios en blanco son creativas en el sentido literal del término. Encuentra la manera de explicar lo que quiere de una manera original que además resulta en ocasiones graciosa y divertida. No digo que sea siempre así, ni mucho menos, pero existen episodios continuos en los que hace gala de sus habilidades.

Una de las últimas palabras que inventó me resultó especialmente simpática y apropiada.  Trataba de explicarme que le quedaban aun trabajo por hacer con los lápices de colores para acabar uno de sus mandalas dialogados. La palabra que se inventó resolvió sus dificultades:

–  Me quedan aún unos cuantos «lapitazos , me dijo.

No sólo le entendí perfectamente, si no que encima me entró la risa, que compartí con él, y me dio pie a alabar sus increíbles capacidades creativas.

¿Se atreve alguien a ponerlas en duda?

¡Qué palabra tan bonita y divertida acabas de inventar! (era consciente de ello). La voy a usar a partir de ahora, si tú me dejas.

Claro, por supuesto, no faltaría más …

¿Con qué emoción creéis que pronunció esta última frase?

Estoy convencida de que el cerebro de los enfermos de alzhéimer se resiste a dejar de ser plástico aún las dificultades que encuentra. Y es esta resistencia la que activa o pone en juego determinadas habilidades, que propongo valorar.

Resulta fácil caer en la tentación de dar por sentado que lo que dicen es incoherente, irrazonable y un largo etcétera.

Yo prefiero esforzarme por tratar de entender lo que quieren decir por surrealista que en ocasiones pueda sonar. Ello exige tiempo y paciencia.

Desgraciadamente el tiempo nunca sobra y la paciencia acaba por agotarse.

 

La humanización de las empresas a través del arte

 

El pasado 26 de abril disfruté impartiendo un taller en la Fiesta de la Primavera organizada por Foment del Treball y el Foro de Recursos Humanos en la antigua fábrica de cerveza Damm en Barcelona.

La fiesta estaba dirigida a jefes de recursos humanos de empresas nacionales y multinacionales interesados en la humanización de las empresas a través del arte. Este era el lema de la jornada y también el de CultHunting una iniciativa de aPortada, la agencia de comunicación que gestionó el evento.

¿Pueden el arte y la cultura influir en la manera de trabajar y en los resultados de las empresas?

El arte y la cultura inspiran, vinculan y movilizan. Son una poderosa herramienta transformadora para cualquier organización.

Este era el planteamiento inicial que dio pie a desarrollar 6 talleres simultáneos con el objetivo de que los participantes pudieran experimentar en primera persona, dinámicas artísticas con un gran potencial para irrumpir en la escena empresarial y favorecer prácticas orientadas a la humanización.

El timing previsto fue trepidante y en mi caso fue el responsable de que no pudiera hacer referencia a algunas de las sutilezas conceptuales que sustentaban la actividad que había diseñado específicamente para la ocasión.

Mi propuesta se centraba en los sentimientos que se experimentan en el entorno laboral y el objetivo era llevar a cabo una actividad creativa de transformación, con la finalidad de poder visualizar de una manera artística e innovadora, aquellos sentimientos que los participantes desean poder experimentar en sus respectivos lugares de trabajo.

Desde mi punto de vista, todo aquel que esté interesado en humanizar su entorno debe prestar atención a los sentimientos que experimentan las personas con quienes comparte tiempo, espacio y trabajo.  Y no sólo a los de las otras personas sino también a los propios, con la intención de mejorar el bienestar emocional de todo el grupo.

Abordar estas cuestiones resulta complejo. No es fácil hablar de lo que uno siente y menos hacerlo delante de otras personas, especialmente si los sentimientos que uno experimenta no resultan agradables, para uno mismo, o para los demás.

Los sentimientos de cada persona están influenciados por sus pensamientos y sus experiencias previas. También lo están por lo que sienten, piensan, dicen y hacen las personas con las que se relacionan.

Tratar de expresar lo que uno siente puede conllevar inseguridad, miedo, vergüenza, falta de confianza, falta de libertad, etc.  Desarrrollando dinámicas artísticas se puede favorecer la expresión. El uso de metáforas y la posibilidad de incorporar referencias no explícitas a un elemento artístico confieren libertad para expresarse.

En general, todos deseamos librarnos de algunos de los sentimientos que experimentamos y también, por el contrario, experimentar más a menudo o intensamente algunos otros. Este fue el punto de partida de mi propuesta.

La actividad que concebí tenía puesto el énfasis en el proceso que llevamos a cabo y no en el resultado.  Un proceso que advertí se iba a realizar a ritmo acelerado exprimiendo al máximo los 10 minutos de los cuales disponíamos. Realizarlo de forma tranquila, pausada, y meditada hubiera posibilitado muchas otras cosas.

El foco estaba puesto en las personas que participaron. Se trataba de que expresaran sus propios sentimientos de una manera divertida para poderlos compartir después. Eso no fue del todo posible debido al tiempo de que disponíamos. La idea era haber invitado a todos los participantes a coger seguidamente un “bombón sentimental” que no fuera el que habían creado, e iniciar un diálogo distendido, comparando sabores, buscando afinidades, contrastes, etc.

Abordar las emociones a partir de un material que se ha creado de forma artística, lúdica y participativa, entre todos, tiene más sentido que repartir por ejemplo tarjetas con dibujos o palabras escritas a priori por un experto, con el propósito de dialogar sobre cómo nos sentimos.

El material creado por los asistentes recoge lo que realmente sienten o creen sentir y por tanto constituye un magnífico punto de partida para seguir realizando muchas otras actividades con el objetivo de mejorar la relaciones intra e interpersonales.

La propuesta quería constituir un sencillo, pero a la vez potente ejemplo, de cómo imprimir dinámicas artísticas capaces de favorecer la comunicación dentro de la empresa, abordando además un tema que es complejo.

La actividad que propuse estaba relacionada de diversas maneras con una obra del joven artista cubano Adrian Melis (La Habana 1985) : “Línea de producción por excedente”.

Foto: web MACBA

Algunos de los procesos que pusimos en práctica estaban inspirados en esta obra y también en algunos de los conceptos que  habitualmente interesan al artista.

Las personas que participaron en el taller podrán explorar esta relación, siguiendo los enlaces que he facilitado.

Para conocer las ideas de Adrian Melis, recomiendo especialmente escuchar la entrevista que le hizo el equipo de Radio web MACBA. En ella el artista habla sobre la realización de la obra (minutos 42 a 48 de la entrevista).   Podéis acceder a ella haciendo clic en la imagen.

Aunque he comentado que el énfasis estaba puesto en el proceso, lo cierto es que el resultado de la actividad fue muy interesante. Recogí 88 bombones con los que he estado jugando unos días. He localizado 43 palabras o expresiones diferentes en las etiquetas, refiriéndose a cómo desearían sentirse las personas que participaron.  He jugado a establecer grupos diferentes y he podido constatar algunas tendencias. He trabajado también con los contrarios.  Puedo en realidad deducir muchas cosas del conjunto de objetos artísticos creados y creo que podría deducir muchas más si planteara la actividad con calma y poniendo especial cuidado en definir objetivos específicos.

 

En términos generales el análisis que he hecho pone de manifiesto que hay mucho deseo de calma y alegría, y también de otras cosas como respeto, confianza y amor.

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La preparación de este taller ha tenido un componente emotivo añadido que invito a descubrir a través de la lectura de un artículo que he titulado “KAIZEN”, de la sección de Creatividad y Alzhéimer de este blog.

Madame Crisantemo y el cambio de estrategia

 

Pierre Loti pintado por Henri Rousseau

A menudo, muy a menudo, las estrategias que diseño y planeo llevar a cabo, sufren cambios inesperados sobre la marcha. A priori nada garantiza que vayan a funcionar en el sentido que pretendo. Y lo que ocurre es que con frecuencia cambia la percepción que tenía sobre un determinado asunto y me doy cuenta que es preferible pretender algo diferente a lo que había pensado inicialmente.

Hace pocos días estaba convencida de que valía la pena intentar que mi padre se olvidara de un libro que trata de leer y le produce alguna confusión.

He cambiado de opinión. Aunque el libro pueda inducirle pensamientos extraños en algunos momentos, he estado indagando un poco sobre él, de varias maneras  que ahora explicaré y voy a tratar de hacer lo contrario de lo que había pensado: en vez de procurar que se le olvide, centraré la atención en él.

Para saber del libro, lo primero y más importante que he hecho, ha sido preguntarle a él directamente cuando se ha presentado la ocasión, estando los dos solos. A pesar de los estragos que el alzhéimer ha hecho en su memoria, hay cosas que aún siguen vivas, aunque tal vez aletargadas, entre sus recuerdos. Se avivan normalmente a causa de un objeto, una palabra, una frase, o una imagen que llevan asociada una carga emotiva. Actúan como un detonante y dan vida en su mente a algunos recuerdos, por un espacio de tiempo impredecible.

El libro que trata de leer es una recopilación de algunas de las novelas del escritor francés Louis Marie-Julien Viaud, conocido con el pseudónimo de Pierre Loti (1850-1923). Ha actuado como un detonador y le ha hecho recordar que cuando era niño no lo pudo leer porque su padre no se lo permitió, arguyendo que no resultaba apropiado para su edad. También recuerda que en su casa se reunían familiares y amigos muy a menudo para hablar de libros, porque había mucha afición a la lectura. Tiene la impresión de haber oído hablar del autor en esas reuniones, en las que él no podía participar y siente una gran curiosidad e interés por leerlo. Le parece que hablaban muy bien de Loti.

Pierre Loti con dos de sus gatos

El vínculo emotivo que lo une al libro es evidente. Ahora tiene la ocasión de desquitarse y resolver algo que no pudo hacer de pequeño, darse la satisfacción de leerlo*. Su plan no entraña más peligro que, algunos detalles novelescos se incorporen a su propia biografía y le produzcan alguna confusión. También podría ser que ya lo hubiera leído, pero si es así, no representa ningún problema, porque no se acuerda.

*Me da pena pensar que en realidad ya no puede acceder a dicha satisfacción, aunque mantengamos la ilusión de que lo puede hacer.

Y me pregunto ¿Por qué voy a procurar que se olvide del libro? ¿Por qué en vez de eso no hablamos sobre el libro y todos los recuerdos y pensamientos que le suscita? Me parece mucho más apropiado y respetuoso. No lo había pensado así en el primer momento y sé por qué, aunque no lo explique. Lo que cuenta, a mi entender, es que ha cambiado mi percepción y eso me va a dar la oportunidad de modelar una nueva estrategia de una manera muy diferente a la que había pensado. Ha cambiado porque lo he escuchado.

Recurro a internet para seguir indagando sobre Pierre Loti. Leo con atención sobre su vida, sus viajes, y descubro que el libro de mi padre es una recopilación de algunas de sus novelas. Me llaman especialmente la atención los títulos de éstas y hay uno en particular que me atrae irresistiblemente: Madame Crisantemo.

Portada de una edición antigua de la novela de Loti

Sigo indagando y Madame Crisantemo me lleva a Madame Butterfly. Me sumerjo en recuerdos de mi infancia que me conducen a una de las piezas del juego del Majhong que había sido de mi abuelo. Fue un obsequio que recibió siendo cónsul de Costa Rica en España. He pasado largas horas jugando con él junto a mi padre y a mi hermana. La pieza de Madame Butterfly irrumpía en el juego para ser cambiada por otra. El afortunado que la había robado de la muralla, la colocaba sobre su atril, a la vista de todos. Madame Butterfly no participaba en el juego, sólo hacía de espectadora.

Vuelvo a internet y a Pierre Loti. Sin darme cuenta me he leído el capítulo de un estudio de Luisa Mª Gutiérrez, de la Universidad de Zaragoza titulado: Chrysanthème. Realidad o leyenda. Pierre Loti y A.B. de Guerville. Dos imágenes de Japón. Descubro que Loti es un personaje controvertido que hace gala de un sentido del humor mordaz y burlesco que raya el desprecio y que se pone de relieve en la mayor parte de su novelas y escritos y también en Madame Crisantemo. Mi curiosidad va in crescendo y no ceso hasta saber más del argumento.

Algunas anécdotas que leo sobre Loti me hacen sonreír. Seguro que a mi padre también, cuando le cuente algunas cosas que he descubierto. Siento que ya dispongo de material suficiente para convertir el libro que tanto le atrae en el centro de una emotiva conversación.

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Quiero aclarar un detalle. Cuando digo: “el libro que trata de leer” es porque, aunque lea, su enfermedad no le permite retener en la memoria suficientes datos como para poder tejer y retener ningún hilo argumental, aunque sí algunos detalles inconexos.

Sabiéndolo, admiro el esfuerzo que realiza y contribuiré, mientras pueda, a mantener su ilusión.

 

Todas las imágenes de este artículo provienen de internet

El alzhéimer y la edad de los árboles

 

Para poder pensar en muchas cosas, mi cabeza crea imágenes.

Para pensar en el alzhéimer, he creado una imagen dinámica que a mí me parece preciosa y que tiene que ver con la edad de los árboles.

Éstos crecen por el exterior. La madera joven, recién formada (el cámbium), se forma en la parte más superficial de los árboles y hace engrosar el tronco aumentando su perímetro. El interior se va consolidando y da lugar a la madera más compacta y dura (el xilema).

Al crecer, los árboles producen anillos concéntricos que son visibles en la madera de muchas especies cuando se corta el tronco transversalmente. Cada anillo equivale a un periodo de crecimiento. En las zonas con poca variación climática, donde la actividad vital de los árboles es continua, apenas se distinguen. En las regiones donde se suceden las estaciones, generalmente los árboles producen dos anillos anuales, de colores diferenciados según correspondan al periodo de crecimiento primaveral (más claro) u otoñal (más oscuro). El grosor de cada anillo varía dependiendo de factores como el ritmo al que crece cada especie, las condiciones ambientales, etc.

Cada anillo constituye un registro de crecimiento y proporciona numerosos datos a los científicos que los estudian. Se me ocurre de repente que las líneas que configuran los anillos vienen a ser como nuestra huella dactilar: no hay dos modelos  iguales. Cada árbol es único. Como las personas.

Un día, imaginé que los recuerdos los almacenamos en círculos concéntricos, como los anillos que generan los árboles al crecer. Uno por cada año de vida, dispuestos en sentido inverso a la madera. Los años de nuestra infancia situados en los anillos más alejados del centro. Cada año interconectado al siguiente, formando una red de conexiones que consolida la circunferencia y le confiere identidad.

Los recuerdos de los enfermos de alzhéimer se desvanecen progresivamente. El proceso empieza en el centro, en el espacio que ocupa el presente y sigue hacia el exterior, desdibujando las líneas trazadas durante toda una vida.

La pérdida se percibe día a día, pero no sigue una pauta fija. Es imposible cualquier intento de traducción a un algoritmo.

Hay épocas en que da la sensación de que las líneas que configuran los círculos y los enlaces, desaparecen a ritmo vertiginoso, pero luego el proceso parece ralentizarse, unos pocos días.

Llevo mucho tiempo dedicándome a pensar en la manera como la memoria parece disgregarse en fragmentos. Algunos fragmentos se volatilizan, desaparecen, otros se redibujan y se quedan prendidos en lugares insospechados porque se han desplazado a través de los espacios que han quedado en blanco. Ahora, de repente conectan dos anillos que antes estaban separados por muchos otros.

El modelo de círculos concéntricos que he imaginado para poder pensar en el proceso que sucintamente describo es un modelo dinámico.

Me permite registrar los cambios que recuerdo y que percibo, a mi manera. Me permite ensayar y probar, dibujar y poetizar sobre el alzhéimer.

Y también me permite tratar de ilustrar con una bella secuencia de imágenes, un proceso que no se puede detener y que conduce irremediablemente a la desintegración de la identidad de una persona.

Mi modelo dinámico ha saltado al papel hace muchos días. He empezado a crear una especial colección de mandalas que imagino se irá incrementando.

Dibujo cuando me apetece y tengo necesidad de explorar ideas acerca de cómo percibo la pérdida de memoria de mi padre.

Y aunque repaso los círculos frenéticamente, para que no se desvanezcan, sólo lo logro sobre el papel.

Mandalas dialogados

 

Los mandalas dialogados hace meses que han entrado en nuestra vida.

Hubo un trabajo previo, inesperado, espontaneo e intuitivo. Porque fue la intuición la que me indujo a pensar en cierto momento que podíamos sacarle partido al dibujo. Fue a raíz de un curso que impartí en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), dirigido a maestros, el primer trimestre del curso escolar 2015-16. Trabajamos en torno a una exposición temporal titulada: “Especies de espacios” y exploramos las posibilidades de aplicación de diversas actividades y ejercicios para abordar el concepto de espacio, desde perspectivas diferentes.  El curso se titulaba: “Arte contemporáneo y educación especial”.

 Los enfermos de alzhéimer también son muy especiales. Y mi padre, aún lo es más.

Le propuse que participara ayudándome en un proyecto experimental de dibujo para poder valorar las posibilidades que ofrece trabajar transformando figuras y composiciones repetitivas. Estos son dos de sus primeros trabajos:

El objetivo era que se sintiera útil, dedicando algunos ratos a trabajar en algo que entrañara cierta dificultad para propiciar el ejercicio de sus habilidades y capacidades. Algo agradable que se convirtiera en un estímulo. A él siempre le ha gustado participar en mis experimentos creativos o en mis jueguecitos, como los llama a veces, así que ayudarme le hace sentirse bien.  Yo también realizaba los mismos ejercicios que le proponía:

Ese fue el principio y tiempo después, tras unos cuantos proyectos diferentes con más o menos éxito, llegamos a los mandalas. Los primeros aparecieron a raíz de una promoción dominical del periódico “La Vanguardia” y desde entonces han propiciado muchas cosas. Después han ido apareciendo otros modelos y otros formatos que ya no son propiamente mandalas, sino dibujos para colorear, muy diversos.

Este lo estamos pintando entre los dos y todavía no lo hemos acabado

 

Nosotros le hemos dado a los mandalas un enfoque especial.

Además de ser un trabajo individual que tienen ocupado a mi padre ratos más o menos largos según el día, se han convertido en un motivo de diálogo constante que estimula, estoy segura, sus facultades.

El trabajo solitario y silencioso de los mandalas tiene objetivos concretos que no voy a poner en cuestión. La atención y la concentración que requiere colorearlos sin duda aporta beneficios, sin embargo, sumergen a quien los hace en cierto aislamiento, que en el caso de los enfermos de alzhéimer no tengo claro que “sea lo mejor”. Sus mundos circundantes se van desintegrando poco a poco y se quedan retraídos y confusos ante un montón de cosas para las cuales no encuentran explicación ni sentido. El progreso de la enfermedad los aísla cada vez más, de TODO.

Nuestros mandalas dialogados tienen una proyección hacia el exterior, en vez de aislar, conectan, o por lo menos, tratan de hacerlo.

Conectan porque son el centro de numerosas conversaciones que llevamos compartiendo desde hace meses. Diariamente por teléfono, y con menor frecuencia, en directo.

Las conversaciones a distancia invitan a hablar de los progresos y permiten hacer hincapié en las descripciones y recordar vocabulario:

Cuéntame en qué cuaderno estás trabajando. Explícame que elementos aparecen en el dibujo en el que trabajas o en ese que planeas empezar para que yo pueda hacerme una idea. Y dime, ¿Cómo están dispuestos esos elementos? ¿Y qué colores estás utilizando o planeas poner? Sé que el trabajo entraña dificultades, pero estoy segura que a medida que avanzas también sientes satisfacción…

Por teléfono tengo la oportunidad de alabar la gracia con que combina los colores, la sensibilidad y el buen gusto que demuestra, lo originales que quedan sus diseños, lo divertidas que resultan sus ideas, lo interesante que me parecen sus planteamientos y también puedo expresar mi impaciencia por ver en directo sus avances.

Cuando nos vemos y podemos hojear juntos los cuadernos de dibujo, las conversaciones son más intensas porque las acompañamos con nuestros gestos, rostros y expresiones. Y surge la risa muchísimas veces, cuando me cuenta lo que piensa o lo que le sugieren algunos de los dibujos que pinta. Así han aparecido también los post-it, con notas adicionales que le animo a escribir, adheridas sobre algunos dibujos, para no estropearlos. Percibo a través de ellas cómo se deteriora su caligrafía.

En ocasiones repasamos y ampliamos las notas, y otras veces escribo directamente en la esquina de algún dibujo que suscita un comentario espontáneo, para no olvidarlo.

Hemos empezado a marcar algunas imágenes, como la mujer de ojos rasgados y rasgos delicados que le he sugerido titular: “Belleza oriental”. Anduvo muchos días perdida, en manos de no sabemos quién. Ahora la tenemos localizada y con ella, otros dibujos que nos resulta fácil encontrar, cuando le apetece que repasemos sus cuadernos y dialoguemos sobre ellos. Le gustaría poder reproducir algunos diseños sobre otras superficies como madera y tela y se los imagina colocados en acogedores espacios.

Hace días sugirió algo que tal vez podamos llevar a cabo. Tengo la impresión de que él ya lo ha olvidado. Pero yo no. Es más, su sugerencia me ha hecho idear muchas otras cosas que me encantaría poder poner en práctica…

Por lo pronto, esta sección dedicada a la creatividad y el alzhéimer va a seguir creciendo, como los árboles…