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Zapatos alados

 

Este par de zapatos alados lleva incorporado un par de ventiladores que aseguran el vuelo, aunque no aparecen en la fotografía

Durante la segunda semana de julio he impartido un curso en la Escuela de Verano organizada por el Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad de Barcelona, con el título: Emociones agradables, arte y creatividad.

El curso comenzó con una invitación a la reflexión sobre los sentimientos que los docentes experimentan en su lugar de trabajo y a continuación se llevó a cabo una actividad con el objetivo de liberarse, metafóricamente hablando, de aquellos que no resultan agradables.

El ejercicio se desarrolló individualmente y en privado, sin que nadie estuviera obligado a hacerlos explícitos. Identificar estos sentimientos es el primer paso para conseguir deshacerse de ellos y poder luego concentrarse en todos aquellos que nos hacen sentir bien, tanto con nosotros mismos como con los demás.

Este modelo requiere una carrera rápida para emprender el vuelo

Seguidamente, mediante un ejercicio creativo, transformamos los desechos resultantes del proceso de liberación en un producto tangible que permitiera visualizar los sentimientos agradables que los docentes desean poder experimentar y centramos el diálogo en éstos, analizándolos desde la óptica del profesorado y también del alumnado.

Cuanto más trabajo en el ámbito de las emociones, más claro tengo que resulta difícil separar los sentimientos en grupos estancos y abordarlos por separado. Creo que existe una relación de interdependencia entre ellos que vale la pena aprovechar y que invita a abordarlos de una manera conjunta. Cuando el objetivo está puesto en potenciar la vivencia de emociones agradables resulta más fácil abordar la gestión de los que no lo son tanto.

El título de esta reseña hace referencia a una de las actividades que llevamos a cabo: construir unos zapatos con alas.

La actividad se me ocurrió a raíz de haber impartido previamente otro curso similar: Potenciar las emociones positivas a través del lenguaje artístico. Os invito a leer el artículo que he escrito sobre él, titulado: Partirse la caja.

Le debo la inspiración a la intervención de una maestra que quiso compartir con el resto de personas del curso las sensaciones que tiene en su cuerpo cuando se siente feliz. Nos explicó que se siente como si tuviera alas en los pies.

¿Y a quien no le gustaría tener alas en los pies? 

El ejercicio que propuse se basa en una idea que llevo explorando desde hace tiempo y que pongo en práctica cada vez que tengo ocasión: construir o crear imágenes y objetos tridimensionales que nos hagan sentir bien, es mucho más potente que visualizarlos exclusivamente con la imaginación. Cuando determinadas imágenes positivas o agradables trascienden el ámbito del escenario mental para convertirse en reales y tangibles, su potencia y los efectos positivos que tienen aumentan exponencialmente. Más aún cuando ha habido un trabajo previo de diseño, de toma de decisiones y de manipulación de materiales y cuando se comparte en grupo la concreción de la propuesta, así como de todas aquellas ideas, sentimientos y pensamientos que se han experimentado en el transcurso del proceso de realización.

De los pies alados surgieron los zapatos con alas.

A menudo las intervenciones de los alumnos me sirven de fuente de inspiración para plantear nuevas actividades, aunque no sea en el mismo grupo donde ha surgido la idea si no en otro. Me parece interesante que se produzcan transferencias entre cursos y más aún entre personas que ni siquiera se conocen. Es una manera muy bonita de enriquecerse y de compartir.

 

Todo el mundo estuvo dispuesto a aportar un par de zapatos para poderlos transformar. Era la condición indispensable para poder llevar la actividad a cabo. Reunimos tantos modelos diferentes como personas asistieron al curso y enseguida se puso en evidencia una cuestión: cada zapato pedía tener unas alas particulares. ¿Cuáles? Estuvimos hablando sobre ello previamente. Hay muchos tipos de alas, y también muchos tipos de vuelos, según sean estas …

La cuestión de los materiales fue otro factor para tener en cuenta, junto con el tiempo del que disponíamos. Era importante poder realizar todo el proceso y llegar a materializar las ideas previas para que finalmente pudiéramos compartir los zapatos alados y algunas de las ideas que éstos fueron capaces de suscitar.

No se puede prever nunca qué pasará cuando un grupo de personas se encuentran con la posibilidad real de calzarse unos magníficos zapatos con alas …

María, espontáneamente, con sus sandalias aladas al estilo Leonardo da Vinci y música de fondo, propició que todo el que quisiera emprendiera el vuelo por un minuto allí donde deseara, sin que hubiera necesidad de explicar ni comentar nada. Fue un momento de magia compartida, un momento sensible y emotivo de extraordinaria potencia.

María, accionando el mecanismo de sus alas, instantes antes de emprender el vuelo

 

Planteé una pregunta:

¿A dónde nos pueden llevar unos zapatos con alas?

Recogí las respuestas y nos dimos cuenta de la cantidad de cosas que nos permitiría tener un calzado como el que habían construido.

En este modelo, las alas se despliegan cuando su dueña decide dejar de tocar con los pies en el suelo.

Una vez terminado el curso no he podido evitar continuar añadiendo cosas a la lista inicial:

A sentirnos ligeros
A sentirnos capaces
A sentirnos libres de trazar el propio camino
A desconectarnos de las preocupaciones terrenales
A pasear sobre las nubes
A ver personas queridas que están lejos
A soñar con cosas bonitas
A ver la tierra desde las alturas
A tocar el cielo con las puntas de los dedos y de la nariz
A bailar en el cielo haciendo filigranas
Al espacio
A experimentar la ingravidez
A hacer ejercicios de vuelo
A trazar loopings en el cielo

No puedo dejar de pensar en zapatos alados. Me gustaría probarme modelos diferentes. Quisiera poder experimentar la libertad de volar donde yo quisiera. Quisiera que hubiera puestos en las ferias con zapatos alados para alquilar, a un precio razonable y zapateros especializados en su cuidado y reparación y también instructores de vuelo y compañeros de vuelo y lápices de colores para pintar las nubes y la luna mientras vuelo …

Y vosotros, ¿Qué harías con unos zapatos con alas?

Os invito a imaginarlo y también a que os los calcéis tantas veces como deseéis. Basta con cerrar los ojos … aunque mucho mejor si antes de cerrarlos os atáis los cordones o la hebilla …

!Buen vuelo!

«Partirse la caja»

 

«Caja de risa», realizada por una de las alumnas del curso

Durante la primera semana de julio he impartido un curso en la Escuela de Verano organizada por el Movimiento Educativo del Maresme, que llevaba por título: Potenciar las emociones positivas a través del lenguaje artístico.

«Partirse la caja» es una frase que expresa muy bien los objetivos que pretendía este curso: reír, pasarlo bien y aprender en un ambiente creativo, artístico y lúdico.

Es también la frase que inspiró el trabajo de una maestra para resolver uno de los ejercicios creativos que propuse: construir una caja de la risa utilizando una caja de cerillas y bastantes materiales diferentes para transformarla. Había que concentrarse en las sensaciones que nuestra barriga experimenta al reír, inspirándose en alguna situación vivida que no había que hacer explícita. La caja como contenedor-barriga se prestaba al juego de la libre interpretación y recreación.

«Caja de risa», realizada por una de las alumnas del curso

El ejercicio se desarrolló entre sonrisas y complicidades en un ambiente magnífico y concluyó con la invitación a mostrar las cajitas transformadas y a compartir las risas contenidos en ellas. Aparecieron en la conversación una gran cantidad de palabras diferentes para referirse a las sensaciones experimentadas.

«Caja de risa», realizada por una de las alumnas del curso

 

Veintiocho personas diferentes, veintiocho soluciones distintas, todas divertidas e interesantes.

 

«Caja de risa», realizada por una de las alumnas del curso

 

Cada día estoy más convencida de que en relación con la educación emocional lo más importante es encontrar maneras de potenciar la vivencia de las emociones que nos hacen sentir bien. No se trata sólo de hablar de aquellos sentimientos que nos resultan agradables sino de propiciar tantas veces como sea posible situaciones y dinámicas que favorezcan experimentarlos, sentirlos en propia piel, emocionarse en primera persona y preferiblemente en compañía.

Los datos que aportan los estudios sobre neurociencia me hacen pensar que sería deseable trabajar en esta dirección tantas veces como sea posible. El conjunto de situaciones agradables vividas solos, o con otras personas, constituye a mi entender una especie de depósito de reserva en nuestra memoria al que se puede acceder en diferentes momentos para evocar las sensaciones que experimentamos en el cuerpo, cuando nos sentimos felices, contentos, alegres, satisfechos, etc. así como también los pensamientos agradables y positivos que generamos en estas situaciones. Disponer de estos recuerdos e impresiones facilita hacer frente a otras situaciones que nos generan sentimientos no tan agradables o incluso desagradables.

Fragmento de la transformación sobre un dibujo, realizada por una de las alumnas del curso

 

Durante el curso hemos desarrollado diversas actividades con el objetivo explícito o implícito de potenciar la vivencia de emociones agradables. Estas experiencias han constituido un ejemplo de cómo proponer y desarrollar actividades partiendo de objetivos muy concretos, utilizando un número de materiales limitados, consignas precisas, pero suficientemente vagas vez como para que cada persona pudiera encontrar soluciones válidas personales e irrepetibles, y desarrollando dinámicas participativas. Las posibilidades y variaciones que se pueden aplicar a las propuestas son prácticamente infinitas. Hay que tener claros cuáles son los objetivos que se pretenden para desplegar un abanico de posibilidades que se adecuen a los contextos particulares donde se lleven a cabo las actividades.

Hemos puesto el acento en el proceso desarrollado para resolver las propuestas artístico-creativas y en las dinámicas relacionales que éstas han propiciado. El resultado final, visible, es lo que nos ha permitido compartir los procesos, así como también los sentimientos que los participantes han experimentado en el transcurso de determinadas actividades.

La invitación al juego, a explorar alternativas, a colaborar con los compañeros y a expresarse con libertad sin miedo ni vergüenza, respetando las ideas de todos, ha sido una constante en todas las sesiones.

«Elixir de la Felicidad», realizado por una de las alumnas del curso

Comenzamos el curso creando unas cajas de risa capaces de evocar instantes de alegría y bienestar y de transportarnos a diversos escenarios y lo hemos acabado compartiendo un autoregalo: un elixir de la felicidad creado por cada persona y destinado a uso personal.

 

*

 

Nos hemos reído mucho en todas las sesiones y está más que demostrado que reír refuerza el sistema inmunitario y favorece el aprendizaje. También han emergido emociones y sentimientos que quiero llamar «delicados», como la tristeza, la rabia, el dolor o la frustración, que han hecho aflorar lágrimas en algunos momentos. Las emociones se contagian cuando hay empatía en el grupo y generan al mismo tiempo cohesión.

«Delicados» me parece un término bonito y también apropiado para referirse a ellos, porque merecen ser abordados con la máxima delicadeza posible.

Confío que todas las personas que han participado en estas sesiones pasen un saludable verano y empiecen el próximo curso con muchísima emoción e ilusión, y con ganas de reír y pasarlo bien, convencidas de la importancia y la necesidad de potenciar las emociones positivas y agradables en el aula.

Fragmento de «Caja de risa», realizada por una de las alumnas del curso

 

Este curso también ha tenido proyección hacia el exterior. Una parte del material emotivo-artístico creado lo estoy haciendo llegar, con consentimiento y participación de todos los asistentes, a una persona muy querida, que sin saberlo propició una de las actividades que propuse. Está pasando un momento delicado en la vida y resulta bonito acompañar creativamente a las personas e intentar que experimenten emociones agradables que les ayude a hacer frente a todo tipo de situaciones.

Todo lo que hemos compartido estos días me ha permitido inventar nuevas actividades y reflexionar sobre muchos aspectos. Las intervenciones y aportaciones de las personas que han participado en este curso han constituido por mí una especie de cóctel detonador de ideas que ahora sufren en mi cabeza un proceso de fermentación. Una de ellas ha estallado sin escapar al proceso de destilación posterior: la he puesto en juego en el curso que he impartido seguidamente a este. Le he agradecido personalmente a la persona que la propició, la inspiración que me proporcionó su intervención.

Si queréis saber qué destiló mi alambique mental haced clic sobre la imagen:   

 

Bajo el tilo

 

 

Cuando hace unos días fui a ver a mi padre a su casa, lo encontré sentado bajo el tilo.

Diversas circunstancias habían propiciado que lleváramos más días de lo habitual sin vernos en directo. El día antes, cuando hablábamos por teléfono, como cada día, de repente me dijo:

– Oye, ahora no me acuerdo de la cara que tienes. ¿Nos hemos visto alguna vez tú y yo?

El estupor pasó por mi cabeza a velocidad vertiginosa y fui capaz de reírme y decirle con cariño:

– Vaya! ¿Has cogido la goma de borrar y me has borrado de tu cabeza?

Seguí, sin darle tiempo a contestar:

– Pues mañana vendré a comer contigo, así que cuando me veas espero que cojas el lápiz y me vuelvas a dibujar en ella.

Él también se rio al otro lado del teléfono, pero su risa sonó algo nerviosa.

«Tutta Roma» de Isabel Banal 2013-2014

En mi cabeza encontré un referente que me hizo reaccionar con rapidez. Hace poco tiempo conocí la obra de una artista llamada Isabel Banal: “Tutta Roma”. Durante una estancia en la capital italiana la artista realizó una serie de dibujos de los espacios más concurridos de la ciudad, que seleccionó consultando diversas guías turísticas. Dibujó hasta 120 lugares emblemáticos, con extraordinaria precisión y detalle. Después, en su estudio los borró por entero y recogió los restos de la goma impregnada con el grafito del dibujo y los guardó en botes transparentes que etiquetó con el nombre del lugar que había dibujado.

Vi su obra formando parte de la exposición: “El relato de una exposiciónque corrió a cargo de alumnos de 5º curso de primaria de dos escuelas de la ciudad de Mataró. Nil, uno de los jóvenes comisarios de la exposición, me explicó con pasión el proceso de trabajo de la artista. Me pareció especialmente interesante.

«Tutta Roma» de Isabel Banal 2013-2014

Me vi a mi misma reducida a restos de lápiz y goma de borrar, pulcramente recogida en un bote transparente con su correspondiente etiqueta, cuando mi padre me dijo sin ningún tipo de apuro que no recordaba mi cara.

Creo que le sugerí usar un lápiz para volverme a dibujar porque me resisto a desaparecer. Ahora puedo escribirlo siendo consciente de ello, aunque probablemente no lo fui cuando lo dije.

Mi padre estaba sentado bajo el tilo cuando abrí la puerta del jardín y lo saludé. De mi cara no podía acordarse, pero de mi voz creo que sí. Sin embargo, le costó un poco reunir conceptos e impresiones y cuando por fin logró encajar cuerpo, rostro y voz, se puso muy contento de verme.

Estuvimos hablando en el jardín, comimos y dedicamos una corta sobremesa a comentar el nuevo libro de mandalas en el que ha empezado a trabajar. Mientras lo hojeábamos noté que se empezaba a adormilar.

Por motivos que no hace falta explicar, la rutina familiar ha sufrido algunos cambios durante las últimas semanas y se han producido algunas novedades: ahora mi padre suele hacer la siesta después de comer y ha empezado a salir a pasear en silla de ruedas, con un nuevo acompañante.

No voy a explicar, ni siquiera a grandes rasgos, los motivos que han propiciado dichas novedades. Muchas cosas pertenecen a la esfera de lo privado y no hay necesidad de escribir sobre ellas.

Me propongo escribir sobre cómo me sentí aquel día: frustrada. Y no fue mientras estaba con él, sino a posteriori. Tuve la impresión cuando me marché de su casa, después que se hubiera ido a dormir, de que por la noche no se acordaría  de que yo había estado un rato con él, así que me propuse llamarlo, como cada día, y comprobarlo. Y probablemente también tenía la intención de recordárselo en caso de que no se acordara, aunque no puedo asegurarlo porque ya han pasado unos cuantos días.

Mi sentimiento de frustración no se debió a que él no se acordara de mi rostro, ni de mi presencia (aunque probablemente también influyó en ello), sino a la sensación que tuve de haber sido torpe en la conversación con él. Utilicé más veces el “no”, que cualquier otra forma más amable que no lo contradijera explícitamente. No supe navegar con fluidez entre contradicciones y tampoco escuchar con calma y profunda atención. Tuve la impresión de haber perdido la práctica en atender y responder a una persona enferma de alzhéimer y me sentí mal por ello.

Llevo días trabajando en este artículo, pero me había quedado atascada. He podido seguirlo gracias a haber estado pensando en la frustración y haberme desecho del peso que me causaba sentirme así.

No soy infalible, no puedo estar siempre al 100%, ni siquiera al 80%. Aunque me encantaría dar siempre con  respuestas adecuadas y hacer fluir la risa y las emociones agradables, no siempre lo consigo. Y no hace falta culparse por ello, o sentirse mal. Basta con aceptarlo.  La aceptación equivale a regular adecuadamente el nivel de autoexigencia. El punto óptimo pasa por saber que la satisfacción sólo puede ser representada con una línea oscilante e irregular, con altos y bajos.

Cuando a última hora de la tarde volví a hablar con él no recordaba para nada que hubiéramos compartido un buen rato. Traté de que nos ubicara a ambos en el jardín y entonces me dijo:

Bajo el tilo, ahí estaba yo.

Pero no pudo incluirme en la escena.

 

 

Las habilidades de los enfermos de alzhéimer

 

Llevo pensando en escribir este artículo desde hace mucho tiempo. Me parece imprescindible hablar de las habilidades que tienen los enfermos de alzhéimer. De la misma manera que de las de otras personas con otras patologías y disfunciones.

Hay grupos de los que se tiende a destacar todo lo que no pueden hacer o van dejando progresivamente de poder hacer. Desde mi punto de vista, además de conocer estos aspectos, deberíamos también centrarnos en todo aquello que sí pueden hacer. Yo llevo años tratando de adoptar esta perspectiva, no sólo en relación a los enfermos de alzhéimer, si no en relación a todas las personas.

Fragmento de una obra de GEGO

Tratar de facilitar que las personas puedan desarrollarse satisfactoriamente haciendo uso de sus habilidades, cualesquiera que sean, me parece primordial.

Los enfermos de alzhéimer ponen en juego muchísimas estrategias para tratar de resolver los problemas y las dificultades que les causa su progresivo deterioro cognitivo. Y ello es desde mi punto de vista una señal de las distintas habilidades que tienen o conservan, por lo menos durante un tiempo. Sin ellas no lograrían probablemente comunicarse de la manera que lo hacen.

Estoy convencida de que cuando se plantea todo desde el punto de vista de lo que determinadas personas no pueden hacer, se dejan de lado y se pierden muchas oportunidades.  Creo que uno de los motivos que también explica que se no valoren determinadas habilidades radica en el hecho de que se da por sentado con frecuencia que algo no es posible, sin haberlo siquiera intentado. Es la manera más rápida de cortar de raíz cualquier posibilidad a explorar. Y tengo la impresión de que se trata de una práctica muy extendida en diversos ámbitos, desgraciadamente.

No creo que se pueda generalizar en torno a las habilidades, más que para afirmar que todas las personas las poseen. Es por esto que lo que es importante es considerar lo que SÍ puede hacer CADA persona.

Fragmento de una obra de GEGO

Desde mi punto de vista, en el caso del alzhéimer, además, existe otro riesgo: la memoria o la pérdida de memoria. Sirve de justificación para no emprender o llevar a cabo algunas cosas porque de nada va a servir, piensan algunas personas, si luego el enfermo se va a olvidar de ellas.

Yo tengo dudas al respecto y por tanto prefiero centrarme en lo posible, en el momento presente. Aunque los recuerdos se desvanezcan, tengo la impresión de que la impronta emocional, que por lo menos algunos de ellos dejan, no desaparece con tanta rapidez como podríamos suponer. Emoción y memoria guardan relación.

Llevo mucho tiempo interesándome por cómo funciona el cerebro y los avances en el terreno de la neurociencia están proporcionando nuevos datos, que me parecen fascinantes en el sentido que amplían espectacularmente las expectativas sobre las posibilidades de aprendizaje de nuestro cerebro. O yo así lo interpreto.

Y ello, desde mi punto de vista, abre la puerta a la inclusión y al concepto de aprendizaje permanente (la estructura de nuestro cerebro tiene el potencial necesario para aprender durante toda la vida).

Hace años se creía por ejemplo que las neuronas se iban destruyendo progresivamente y disminuyendo su número con la edad, sin renovarse. Hoy se sabe que la neurogénesis (la generación de nuevas neuronas) tiene lugar toda la vida. Es un proceso continuo que experimenta picos de máxima producción en momentos críticos del crecimiento, que se ralentiza con la edad y a causa de otros factores también, pero no cesa.

Este y otros conocimientos me dan ideas para poner en práctica en la relación con mi padre, enfermo de alzhéimer. También me ayudan a tratar de entender cómo funciona el cerebro de una persona que sufre dicha enfermedad, aunque sea a mi manera. El proceso me lleva a crear y trabajar con modelos artísticos de representación conceptual que me permiten explorar algunos conceptos desde diversas perspectivas, probablemente de una manera original y poco habitual.

Fragmento de una obra de GEGO

Retomo el propósito del artículo, que era hablar de las habilidades de los enfermos de alzhéimer. Éstas se ponen de manifiesto por ejemplo en la comunicación diaria a través del lenguaje oral, cuando que no encuentran las palabras precisas que quieren para explicar o referirse a lo que desean y recurren a estrategias diversas para poder hacerlo.

Cuando los problemas de este tipo empiezan, la comunicación deja de ser fluida y adquiere un ritmo que puede ser sincopado, o experimentar retrocesos, vaivenes, bucles, espirales, etc. Hay que saber adaptarse a estos cambios. Ellos no pueden controlarlos y es especialmente importante tratar de estimularlos y de que mantengan la comunicación con otras personas. Cuando dejan de hacerlo su mundo social se reduce de manera drástica.

Fragmento de una obra de GEGO

Cuando hablo con mi padre, aunque nos separe la distancia y hagamos uso del teléfono, percibo cómo su cerebro se esfuerza por establecer conexiones que le permitan, de la manera que sea, comunicarse. Cada vez más, tiene dificultad para encontrar las palabras que necesita.

Trato de afrontar siempre la conversación con él con paciencia, con atención y procurando no interrumpirlo, dándole tiempo entre frase y frase.

Si yo interrumpo bruscamente este proceso, que es lento, extremadamente lento a veces, destruyo la posibilidad de que su inmenso esfuerzo se vea recompensado por el logro de haberlo conseguido. Las interrupciones le despistan, le hacen perder el frágil hilo con el que intenta hilvanar palabras e ideas con coherencia.

Sí me atrevo en muchas ocasiones a sugerir soluciones, palabras, ideas, conceptos, etc. Sugerir forma parte del diálogo. Es un sugerir amable y respetuoso que no pretende poner de manifiesto que no encuentra las palabras. Sugerir consultándole para que él esté implicado en la elección de los vocablos. Eso sólo lo puedo hacer si lo escucho atentamente y trato de ponerme en su lugar para poder anticipar en cierto modo su mensaje.

Cuando sugiero, propongo, consulto, etc. y no acierto, me lo dice a las claras: No, eso no. Y sonrío pensando que sus redes neuronales están activas pese al alzhéimer y trata de buscar caminos alternativos entre ideas que antes estaban conectadas por un puente que ha desaparecido y ya no se puede por tanto cruzar.

No se queda de brazos cruzados por así decirlo (por lo menos en muchas ocasiones) trata por todos los medios de explicar lo que quiere con los retales inconexos que encuentra y logra hilvanar.

Me parece  admirable y digno de reconocimiento. Las soluciones que encuentra para salvar lagunas y espacios en blanco son creativas en el sentido literal del término. Encuentra la manera de explicar lo que quiere de una manera original que además resulta en ocasiones graciosa y divertida. No digo que sea siempre así, ni mucho menos, pero existen episodios continuos en los que hace gala de sus habilidades.

Una de las últimas palabras que inventó me resultó especialmente simpática y apropiada.  Trataba de explicarme que le quedaban aun trabajo por hacer con los lápices de colores para acabar uno de sus mandalas dialogados. La palabra que se inventó resolvió sus dificultades:

–  Me quedan aún unos cuantos «lapitazos , me dijo.

No sólo le entendí perfectamente, si no que encima me entró la risa, que compartí con él, y me dio pie a alabar sus increíbles capacidades creativas.

¿Se atreve alguien a ponerlas en duda?

¡Qué palabra tan bonita y divertida acabas de inventar! (era consciente de ello). La voy a usar a partir de ahora, si tú me dejas.

Claro, por supuesto, no faltaría más …

¿Con qué emoción creéis que pronunció esta última frase?

Estoy convencida de que el cerebro de los enfermos de alzhéimer se resiste a dejar de ser plástico aún las dificultades que encuentra. Y es esta resistencia la que activa o pone en juego determinadas habilidades, que propongo valorar.

Resulta fácil caer en la tentación de dar por sentado que lo que dicen es incoherente, irrazonable y un largo etcétera.

Yo prefiero esforzarme por tratar de entender lo que quieren decir por surrealista que en ocasiones pueda sonar. Ello exige tiempo y paciencia.

Desgraciadamente el tiempo nunca sobra y la paciencia acaba por agotarse.

 

KAIZEN

KAIZEN es el título de un libro de Masaaki Imai que trata de revelar las claves de la ventaja competitiva japonesa. Está dirigido a altos ejecutivos occidentales.

El mensaje de la estrategia KAIZEN es que no debe pasar un día sin que se haya hecho alguna clase de mejora en algún lugar de la compañía o de la empresa. En el contexto del libro significa mejoramiento en marcha que involucra a todos (alta administración, gerentes y trabajadores).

El punto de partida para el mejoramiento es reconocer la necesidad. Esto viene del reconocimiento de un problema. Si no se reconoce ningún problema tampoco se reconoce la necesidad de mejoramiento. La complacencia es el archienemigo de KAIZEN. En consecuencia, Kaizen enfatiza el reconocimiento del problema y proporciona pistas para la identificación de los problemas. (Fragmento subrayado en Pág. 45)

El libro es un préstamo espontáneo e indefinido que me hizo mi padre días atrás. Tengo la impresión de que ya no se acuerda de que está en mis manos ni de que me lo ofreció repetidas veces por teléfono hasta que tuve ocasión de ir a recogerlo y de agradecerle en persona que hubiera pensado que me podía interesar y no le importara dejármelo una temporada.

Procuro compartir con él todo lo que puedo y eso incluye muy a menudo hablarle de los proyectos en los que estoy trabajando. Creo que es una de las cosas que más le gusta, que le haga partícipe de mis ideas y asuntos profesionales. Aunque el alzhéimer le dificulta enormemente retener datos, las cosas que le emocionan pueden permanecer en su cabeza unos días, más o menos estables, hasta que empiezan las confusiones. También son capaces de activar recuerdos aletargados que emergen con coherencia en el momento presente y se desvanecen con rapidez.

KAIZEN es la manifestación de la activación que produjo en mi padre el hecho de que yo le explicara que estaba preparando un taller para directivos, interesados en humanizar sus empresas a través del arte.

Tiempo atrás ya habíamos compartido el libro, pero no quise hacer referencia a algo que ya no recuerda. No hace falta poner de relieve o en evidencia su pérdida de memoria.

Compartíamos muchos libros cuando él era jefe de personal en una empresa farmacéutica y yo ya me dedicaba a la docencia. Siempre nos ha unido el interés por la creatividad, la resolución de problemas, la innovación, etc. Y también por las personas. Ello propició un intercambio de bibliografía que nos enriqueció a ambos. Él me prestaba libros que relacionaban nuestros temas preferidos con la empresa y yo hacía lo mismo con el campo de la pedagogía. Ambos extraíamos ideas que luego comentábamos tratando de encontrar aplicaciones.

Cuando hace un mes aproximadamente le hablé del encargo en el que estaba trabajando, el tema le interesó profundamente. Hace tiempo que ya no hace referencia a sus años de vida profesional activa. Es como si se hubieran esfumado. Pero de pronto apareció KAIZEN, que pertenece a esa época.

Es un misterio saber o entender cómo lo ha localizado y escogido entre muchos otros libros que tiene en los estantes que hace ya siete años, cuando empezaban algunos problemas, le ayudé a organizar por temas y en los que coloqué algunas etiquetas para que le resultara fácil encontrar lo que buscara. Hace tiempo que ya no los reconoce como suyos.

Sea como sea, dio con KAIZEN y me ofreció el libro por si me podía ayudar a preparar el taller. Aunque lo intentó no pudo darme detalles sobre su contenido y sin embargo la conexión con el tema que a mí me ha tenido ocupada es evidente y coherente.

El alzhéimer da súbitas y pequeñas sorpresas de forma irregular. De repente el enfermo parece recobrar la lucidez. Se trata de una ilusión, que no obstante ilusiona porque da la sensación que en esos instantes puedes recuperar parte de todo aquello que se va perdiendo a raíz de la enfermedad. Como si hubiera un rato de comunicación completa, sin lagunas ni espacios en blanco, ni recuerdos fragmentados llegados de otras épocas. No los he cronometrado pero estos ratos son cortos, fugaces y saben a poco.

Estoy convencida de que el motivo por el que se producen está relacionado con la emoción.

La emoción equivale en este caso al deseo de ayudarme y de ser útil, de contribuir con lo que sabe, y de colaborar conmigo, porque tiene una vaga idea sobre que él había trabajado en algo que lo acerca a lo que yo hago. Y no se equivoca, aunque no pueda explicarlo.

Mientras he estado preparando el taller le he hecho partícipe de mis ideas y las cosas que quería poner a prueba. También hemos ido juntos a comprar algunos materiales que me hacían falta. Explicarle qué es lo que hago, planeo y pienso resulta para mí un ejercicio con un elevado nivel de complejidad, que me ayuda extraordinariamente a concentrarme en lo esencial y también a buscar maneras diferentes de exponer las cosas para facilitar su comprensión.

En cuanto el libro que me ofreció pasó a mis manos, se olvidó de él y no ha vuelto a aparecer en la conversación. Recuerdo que en algún momento me dijo que quizás era un rollo. Y tengo la impresión de que lo dijo motivado por la dificultad que entrañaba para él tratar de hacerme un resumen del contenido.

No es fácil tampoco quitarle importancia a las cosas que no puede hacer y desviar la atención, cuando éstas se ponen de manifiesto en el transcurso de una conversación a distancia o en directo.

Reconozco que no había abierto el libro hasta que he decidido escribir este artículo. Y siento mucho no haberlo hecho. Conociéndome, sé que acabaré leyéndolo otra vez de cabo a rabo, en cuanto encuentre el momento. Recuerdo vagamente que cuando   me lo prestó, hace años, me pareció interesante, pero no hubiera podido explicar nada de él si no lo hubiera ojeado ahora de nuevo.

El libro está publicado en 1989 y después de abrirlo al azar en varios sitios diferentes y haber leído algunos de los parágrafos, frases, conceptos, etc. que cuidadosamente mi padre subrayó, o destacó con anotaciones al margen, etc., hace años, pienso que algunas de las ideas que el libro expone tienen aún vigencia. Pongo un ejemplo que además reafirma una de las ideas que trato de poner en juego a través de la docencia que imparto, independientemente de a quien esté dirigida y cuál sea su contenido: la importancia radica en el proceso, y no en el resultado.

Lo señala KAIZEN y se pone de manifiesto en el arte contemporáneo, que es para mí una fuente constante de inspiración.

Ahora que escribo esto me consuelo a mí misma realizando una especie de transferencia al mundo del alzhéimer: si el resultado no es lo que más importa, y sí lo es en cambio el proceso, vale la pena que siga intentando estimular las capacidades y habilidades de mi padre tanto tiempo como pueda y de tantas maneras como se me ocurran. Intentarlo se traduce en la puesta en juego de procesos diferentes con grandes dosis de creatividad y sentido del humor, que nos ayudan a ambos a mantener la comunicación.

Ningún intento está libre de riesgos. A veces, los estímulos emotivos hacen que algunas confusiones adquieran una magnitud insospechada a horas intempestivas. Y el resultado: un intento de evasión de madrugada, con el objetivo de presentarme a los directivos de su empresa y facilitarme así mi trabajo.

Horas antes de que impartiera el taller se ofreció a acompañarme para echarme una mano y sentí tener que decirle que resultaba imposible. Me pareció entrañable su ofrecimiento y se lo agradecí muchísimo. Y le prometí tratar de encontrar una ocasión para que él me pueda ver trabajar, en directo.

 

La humanización de las empresas a través del arte

 

El pasado 26 de abril disfruté impartiendo un taller en la Fiesta de la Primavera organizada por Foment del Treball y el Foro de Recursos Humanos en la antigua fábrica de cerveza Damm en Barcelona.

La fiesta estaba dirigida a jefes de recursos humanos de empresas nacionales y multinacionales interesados en la humanización de las empresas a través del arte. Este era el lema de la jornada y también el de CultHunting una iniciativa de aPortada, la agencia de comunicación que gestionó el evento.

¿Pueden el arte y la cultura influir en la manera de trabajar y en los resultados de las empresas?

El arte y la cultura inspiran, vinculan y movilizan. Son una poderosa herramienta transformadora para cualquier organización.

Este era el planteamiento inicial que dio pie a desarrollar 6 talleres simultáneos con el objetivo de que los participantes pudieran experimentar en primera persona, dinámicas artísticas con un gran potencial para irrumpir en la escena empresarial y favorecer prácticas orientadas a la humanización.

El timing previsto fue trepidante y en mi caso fue el responsable de que no pudiera hacer referencia a algunas de las sutilezas conceptuales que sustentaban la actividad que había diseñado específicamente para la ocasión.

Mi propuesta se centraba en los sentimientos que se experimentan en el entorno laboral y el objetivo era llevar a cabo una actividad creativa de transformación, con la finalidad de poder visualizar de una manera artística e innovadora, aquellos sentimientos que los participantes desean poder experimentar en sus respectivos lugares de trabajo.

Desde mi punto de vista, todo aquel que esté interesado en humanizar su entorno debe prestar atención a los sentimientos que experimentan las personas con quienes comparte tiempo, espacio y trabajo.  Y no sólo a los de las otras personas sino también a los propios, con la intención de mejorar el bienestar emocional de todo el grupo.

Abordar estas cuestiones resulta complejo. No es fácil hablar de lo que uno siente y menos hacerlo delante de otras personas, especialmente si los sentimientos que uno experimenta no resultan agradables, para uno mismo, o para los demás.

Los sentimientos de cada persona están influenciados por sus pensamientos y sus experiencias previas. También lo están por lo que sienten, piensan, dicen y hacen las personas con las que se relacionan.

Tratar de expresar lo que uno siente puede conllevar inseguridad, miedo, vergüenza, falta de confianza, falta de libertad, etc.  Desarrrollando dinámicas artísticas se puede favorecer la expresión. El uso de metáforas y la posibilidad de incorporar referencias no explícitas a un elemento artístico confieren libertad para expresarse.

En general, todos deseamos librarnos de algunos de los sentimientos que experimentamos y también, por el contrario, experimentar más a menudo o intensamente algunos otros. Este fue el punto de partida de mi propuesta.

La actividad que concebí tenía puesto el énfasis en el proceso que llevamos a cabo y no en el resultado.  Un proceso que advertí se iba a realizar a ritmo acelerado exprimiendo al máximo los 10 minutos de los cuales disponíamos. Realizarlo de forma tranquila, pausada, y meditada hubiera posibilitado muchas otras cosas.

El foco estaba puesto en las personas que participaron. Se trataba de que expresaran sus propios sentimientos de una manera divertida para poderlos compartir después. Eso no fue del todo posible debido al tiempo de que disponíamos. La idea era haber invitado a todos los participantes a coger seguidamente un “bombón sentimental” que no fuera el que habían creado, e iniciar un diálogo distendido, comparando sabores, buscando afinidades, contrastes, etc.

Abordar las emociones a partir de un material que se ha creado de forma artística, lúdica y participativa, entre todos, tiene más sentido que repartir por ejemplo tarjetas con dibujos o palabras escritas a priori por un experto, con el propósito de dialogar sobre cómo nos sentimos.

El material creado por los asistentes recoge lo que realmente sienten o creen sentir y por tanto constituye un magnífico punto de partida para seguir realizando muchas otras actividades con el objetivo de mejorar la relaciones intra e interpersonales.

La propuesta quería constituir un sencillo, pero a la vez potente ejemplo, de cómo imprimir dinámicas artísticas capaces de favorecer la comunicación dentro de la empresa, abordando además un tema que es complejo.

La actividad que propuse estaba relacionada de diversas maneras con una obra del joven artista cubano Adrian Melis (La Habana 1985) : “Línea de producción por excedente”.

Foto: web MACBA

Algunos de los procesos que pusimos en práctica estaban inspirados en esta obra y también en algunos de los conceptos que  habitualmente interesan al artista.

Las personas que participaron en el taller podrán explorar esta relación, siguiendo los enlaces que he facilitado.

Para conocer las ideas de Adrian Melis, recomiendo especialmente escuchar la entrevista que le hizo el equipo de Radio web MACBA. En ella el artista habla sobre la realización de la obra (minutos 42 a 48 de la entrevista).   Podéis acceder a ella haciendo clic en la imagen.

Aunque he comentado que el énfasis estaba puesto en el proceso, lo cierto es que el resultado de la actividad fue muy interesante. Recogí 88 bombones con los que he estado jugando unos días. He localizado 43 palabras o expresiones diferentes en las etiquetas, refiriéndose a cómo desearían sentirse las personas que participaron.  He jugado a establecer grupos diferentes y he podido constatar algunas tendencias. He trabajado también con los contrarios.  Puedo en realidad deducir muchas cosas del conjunto de objetos artísticos creados y creo que podría deducir muchas más si planteara la actividad con calma y poniendo especial cuidado en definir objetivos específicos.

 

En términos generales el análisis que he hecho pone de manifiesto que hay mucho deseo de calma y alegría, y también de otras cosas como respeto, confianza y amor.

*

La preparación de este taller ha tenido un componente emotivo añadido que invito a descubrir a través de la lectura de un artículo que he titulado “KAIZEN”, de la sección de Creatividad y Alzhéimer de este blog.

Mandalas dialogados

 

Los mandalas dialogados hace meses que han entrado en nuestra vida.

Hubo un trabajo previo, inesperado, espontaneo e intuitivo. Porque fue la intuición la que me indujo a pensar en cierto momento que podíamos sacarle partido al dibujo. Fue a raíz de un curso que impartí en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), dirigido a maestros, el primer trimestre del curso escolar 2015-16. Trabajamos en torno a una exposición temporal titulada: “Especies de espacios” y exploramos las posibilidades de aplicación de diversas actividades y ejercicios para abordar el concepto de espacio, desde perspectivas diferentes.  El curso se titulaba: “Arte contemporáneo y educación especial”.

 Los enfermos de alzhéimer también son muy especiales. Y mi padre, aún lo es más.

Le propuse que participara ayudándome en un proyecto experimental de dibujo para poder valorar las posibilidades que ofrece trabajar transformando figuras y composiciones repetitivas. Estos son dos de sus primeros trabajos:

El objetivo era que se sintiera útil, dedicando algunos ratos a trabajar en algo que entrañara cierta dificultad para propiciar el ejercicio de sus habilidades y capacidades. Algo agradable que se convirtiera en un estímulo. A él siempre le ha gustado participar en mis experimentos creativos o en mis jueguecitos, como los llama a veces, así que ayudarme le hace sentirse bien.  Yo también realizaba los mismos ejercicios que le proponía:

Ese fue el principio y tiempo después, tras unos cuantos proyectos diferentes con más o menos éxito, llegamos a los mandalas. Los primeros aparecieron a raíz de una promoción dominical del periódico “La Vanguardia” y desde entonces han propiciado muchas cosas. Después han ido apareciendo otros modelos y otros formatos que ya no son propiamente mandalas, sino dibujos para colorear, muy diversos.

Este lo estamos pintando entre los dos y todavía no lo hemos acabado

 

Nosotros le hemos dado a los mandalas un enfoque especial.

Además de ser un trabajo individual que tienen ocupado a mi padre ratos más o menos largos según el día, se han convertido en un motivo de diálogo constante que estimula, estoy segura, sus facultades.

El trabajo solitario y silencioso de los mandalas tiene objetivos concretos que no voy a poner en cuestión. La atención y la concentración que requiere colorearlos sin duda aporta beneficios, sin embargo, sumergen a quien los hace en cierto aislamiento, que en el caso de los enfermos de alzhéimer no tengo claro que “sea lo mejor”. Sus mundos circundantes se van desintegrando poco a poco y se quedan retraídos y confusos ante un montón de cosas para las cuales no encuentran explicación ni sentido. El progreso de la enfermedad los aísla cada vez más, de TODO.

Nuestros mandalas dialogados tienen una proyección hacia el exterior, en vez de aislar, conectan, o por lo menos, tratan de hacerlo.

Conectan porque son el centro de numerosas conversaciones que llevamos compartiendo desde hace meses. Diariamente por teléfono, y con menor frecuencia, en directo.

Las conversaciones a distancia invitan a hablar de los progresos y permiten hacer hincapié en las descripciones y recordar vocabulario:

Cuéntame en qué cuaderno estás trabajando. Explícame que elementos aparecen en el dibujo en el que trabajas o en ese que planeas empezar para que yo pueda hacerme una idea. Y dime, ¿Cómo están dispuestos esos elementos? ¿Y qué colores estás utilizando o planeas poner? Sé que el trabajo entraña dificultades, pero estoy segura que a medida que avanzas también sientes satisfacción…

Por teléfono tengo la oportunidad de alabar la gracia con que combina los colores, la sensibilidad y el buen gusto que demuestra, lo originales que quedan sus diseños, lo divertidas que resultan sus ideas, lo interesante que me parecen sus planteamientos y también puedo expresar mi impaciencia por ver en directo sus avances.

Cuando nos vemos y podemos hojear juntos los cuadernos de dibujo, las conversaciones son más intensas porque las acompañamos con nuestros gestos, rostros y expresiones. Y surge la risa muchísimas veces, cuando me cuenta lo que piensa o lo que le sugieren algunos de los dibujos que pinta. Así han aparecido también los post-it, con notas adicionales que le animo a escribir, adheridas sobre algunos dibujos, para no estropearlos. Percibo a través de ellas cómo se deteriora su caligrafía.

En ocasiones repasamos y ampliamos las notas, y otras veces escribo directamente en la esquina de algún dibujo que suscita un comentario espontáneo, para no olvidarlo.

Hemos empezado a marcar algunas imágenes, como la mujer de ojos rasgados y rasgos delicados que le he sugerido titular: “Belleza oriental”. Anduvo muchos días perdida, en manos de no sabemos quién. Ahora la tenemos localizada y con ella, otros dibujos que nos resulta fácil encontrar, cuando le apetece que repasemos sus cuadernos y dialoguemos sobre ellos. Le gustaría poder reproducir algunos diseños sobre otras superficies como madera y tela y se los imagina colocados en acogedores espacios.

Hace días sugirió algo que tal vez podamos llevar a cabo. Tengo la impresión de que él ya lo ha olvidado. Pero yo no. Es más, su sugerencia me ha hecho idear muchas otras cosas que me encantaría poder poner en práctica…

Por lo pronto, esta sección dedicada a la creatividad y el alzhéimer va a seguir creciendo, como los árboles…

Percibir el mundo en clave Alzhéimer

 

Hace ya tiempo que tengo la impresión de que percibo el mundo en clave Alzheimer. Lo que quiero decir es que conecto con facilidad cualquier cosa que me suceda, vea u oiga, con el alzhéimer.

Creo que lograré explicarlo con cierta claridad si pongo algunos ejemplos. Me resulta fácil hacerlo si hablo de arte contemporáneo. Trabajo desde hace años en torno a él. Siempre lo he considerado un generador inagotable de aprendizajes. Ejerce en mí una atracción especial. Cuando me “expongo” a obras de arte contemporáneas es en cierto modo como si me expusiera al radio de acción de unas piezas con detonador incorporado, que en cualquier momento pueden causar una explosión en mi cabeza. Una explosión neuronal constructiva que consiste (así lo percibo yo), en una proliferación incontrolada de conexiones entre neuronas.

El verano pasado, estuve trabajando en torno a la “Col·lecció 31”, una de las exposiciones que actualmente muestra el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. Conceptualicé las visitas y los materiales didácticos de soporte para público escolar (de 2 a 12 años) y ello me dio la oportunidad de conocer en profundidad la exposición.

Algunas de las obras que forman parte de ella hicieron que mi cabeza conectase con el alzhéimer. Dos de ellas me van a servir ahora de ejemplo para tratar de explicar el sentido de la frase que encabeza este artículo.

«100 Jahre» Hans-Peter Feldmann 2001
Col·lecció MACBA

«Canción para lupita» de Feldmann está formada por 101 retratos de personas que tienen desde ocho semanas a 100 años. Todas pertenecen al círculo social del artista. Están dispuestas en línea, ordenadas cronológicamente y cada una de ellas lleva escrito debajo el nombre de la persona retratada y su edad.

 

«Canción para Lupita» Francis Alÿs 1998
Col·lecció MACBA

«Canción para Lupita» de Alÿs es una instalación sencilla, con un tempo cíclico. Sobre la pared se proyecta una animación de formato reducido: una mujer repite hasta el infinito una sencilla acción que no tienen ni principio ni fin: sostiene un vaso en cada mano y trasvasa agua de uno a otro. Suena música. La letra de la canción se repite sin cesar: Mañana, mañana, mañana, mañana…

Ambos artistas realizan un trabajo que me parece especialmente atractivo e interesante.  La obra de Hans-Peter Feldmann ya la conocía y la había visto expuesta en otras ocasiones en el MACBA (aunque nunca la serie completa de fotografías) y en una ocasión también en el Museo Reina Sofía de Madrid (la serie entera). De Francis Alÿs conocía otras obras, pero esta no.

Que yo sepa, ni “100 Jahre” ni “Canción para Lupita”, ni ninguna otra obra de estos dos artistas tiene que ver específicamente con el tema que a mí me ocupa en estos momentos: el alzhéimer. Sin embargo, ambas tienen relación con el concepto de tiempo. Y el tiempo posiblemente sea el que me conecta con el alzhéimer.

Mañana, mañana, mañana mañana, repite sin cesar la letra de la canción que se escucha en la instalación de Alÿs.  La melodía suena en mi cabeza, aunque no sea capaz de reproducirla. La escuché durante mucho rato durante el verano, cuando trabajaba en las salas del museo acercándome a las obras desde perspectivas y posiciones diferentes.

Defino “mañana” en clave alzhéimer:

Término que se usa con frecuencia como recurso para no contradecir a los enfermos de alzhéimer y darles largas a deseos que expresan y que desde la perspectiva del cuidador (que suele ser harto diferente a la del propio enfermo) difícilmente se pueden llevar a cabo.  Supone también un intento de hacer desistir a los enfermos de llevar a cabo una idea, un plan, un propósito, etc.  con la esperanza de que se olviden. Se usa con la intención de aplazar o posponer, muchas veces de manera indefinida.

También se pueden emplear muchas otras expresiones, con el mismo sentido o intención:  

Más adelante, en cuanto haya ocasión, cuando podamos planearlo, cuando mejore el tiempo, cuando las temperaturas sean más agradables, mejor en otro momento, tal vez otro día, en cuanto haya tiempo, cuando estés más descansado. Mañana, mañana, mañana, mañana …

Lo que más cuenta sin embargo es el tono con que son pronunciadas estas expresiones.

También es sustancial la diferencia que resulta al anteponer “sí”, o “no”, a la palabra “mañana” o a cualquiera de las expresiones equivalentes, cuando se da respuesta en tiempo presente a los deseos expresados por los enfermos de alzhéimer.

Me tomo la licencia de prescribir el uso reiterado del “sí” y recomiendo administrarlo junto con una sonrisa sincera. Reconozco también que es difícil seguir estas indicaciones en todo momento.

La obra de Feldmann me suscita preguntas. Una retahíla de preguntas que me da ideas. Ideas para poner en práctica, ideas para compartir, ideas para sonreír…

Herbert
86 años

Veo las fotos de Feldmann y pienso en mi padre, que percibe cómo día a día se incrementa la cantidad de espacios en blanco que tiene en su cabeza. Así describe él la sensación que experimenta cuando busca y no encuentra, una cara, una imagen, un recuerdo, una palabra, un detalle. Tiene la edad de Herbert.

¿De qué me serviría ahora disponer de una colección de fotos de mi padre tomadas año tras año como las que expone Feldmann? Suyas en este caso, no de sus amistades.

Veía una línea recta en la pared y ahora se me antoja una cuadrícula si al lado de cada foto sitúo la de los amigos, familiares y conocidos que forman el círculo social del retratado.

Pienso en los años que indican las fotos:  6, 7, 8, 11, 42, 58, 83… ¿Cuántas de estas fotos debería “eliminar” si las traslado a la memoria de mi padre? Cuando trato de imaginarlo la pared se llena de espacios en blanco, como los que él percibe en su cabeza.

Me centro en las personas.  ¿Cuántos rostros de la serie debería desdibujar o eliminar si se tratara de su registro personal de amigos, familiares y conocidos? ¿Cuántas son las personas de su vida que ya no figuran en ese registro? ¿Dónde han ido a parar, cual ha sido su destino?

Ahora que escribo esto, aparece otro artista en mi cabeza: Christian Boltanski y su obra “Réserve de Suisses morts(Reserva de los suizos muertos). No sigo la línea de pensamiento que me sugiere, pero os invito a seguir el enlace que he insertado y a descubrir nuevas conexiones.

Me detengo ante la foto de Christoper, 8 años. Me imagino a mi padre subido a los eucaliptos de la casa de los montes cuando tenía esa edad. Saltando de uno a otro por las ramas superiores, con su zapatito ortopédico. De eso no se ha olvidado. Todavía.

Me detengo ante la fotografía de las gemelas, Ginger e Yvonne de 11 años. La sustituyo por otra en la que aparecen las hermanas mellizas de mi padre, aproximadamente con esa edad. En esta foto aún existen, pero el hilo de su existencia se desvanece nada más traspasar el umbral de la infancia.

Me pregunto cómo disponer las fotos, de otra manera. En la cabeza de mi padre los recuerdos de desorganizan y reorganizan. Se disgregan y vagan libres. También se quedan prendidos en lugares insospechados y entonces hechos separados por más de 40 años confluyen en un presente real y ficticio a la vez. ¿Qué orden imprimiría él a las imágenes? Tengo la impresión de que un ejercicio así lo sumiría en el caos. Tal vez podríamos establecer grupos. Eso creo que podría funcionar. Los grupos responden a criterios y hay algunos sencillos que él puede establecer y también imaginar. Reconoce y distingue a la perfección, por ejemplo, las expresiones amables, de las que no lo son.

Maria Victoria
100 años

 La madre de mi padre, mi abuela paterna, se llamaba María Victoria. Murió a los 94 años. Él ya no la recuerda viejecita, como la mujer que aparece en la fotografía de Feldmann con seis años más, la que concluye la serie, pero sí recuerda a su madre cuando era una hermosa joven. De alguna manera ha inmortalizado su belleza y siente emoción al verla en la fotografía.

Maria Victoria

 

Hay otras preguntas e ideas que he tenido pensando en la obra de Feldmann, pero no voy a seguir explicándolas. Permanecerán de momento en la esfera de mis pensamientos privados, junto con otras que tienen relación con otros artistas que no quiero en este momento desvelar, pero que sí tengo intención de hacer próximamente.

El objetivo era explicar qué significa percibir el mundo en clave alzheimer y creo que los ejemplos que he puesto son suficientes como muestra de las conexiones inesperadas que mi cabeza establece con el alzheimer, ante cualquier estímulo.

No siempre es el arte el detonante, pero sí muy a menudo. Tampoco las conexiones generan siempre lo mismo: puede ser que surja una definición, o una batería de preguntas que conduzca a imaginar un pequeño plan, o a ver y percibir cosas que otras personas no ven, aunque se mire lo mismo. Nunca se sabe… Prorrumpir en carcajadas ante algunas cosas aparentemente poco graciosas también puede ser una consecuencia de percibir el mundo de la manera que he tratado de explicar.

Percibir el mundo en clave Alzheimer supone estar abierto a establecer asociaciones inesperadas y a conectar mundos dispares y distantes, jugando a reducir distancias. Requiere también estar dispuesto a disfrutar, de las pequeñas cosas.

Milanos, calamares, sardinas y un sistema dinámico

 

Terminé el artículo dedicado a los milanos de miraguano diciendo:

… he metido uno de los frutos que he recogido bajo una campana de cristal, que no sé de dónde salió, y a la que hasta ahora no había encontrado utilidad. Ahora se ha convertido, momentáneamente, en una campana contenedora de milanos sedosos.

He averiguado el origen de la campana:

Se trata de la cubierta protectora de una lámpara que se coloca en las barcas para ir a pescar calamares, sardinas, boquerones y jureles. Esta actividad se lleva a cabo desde el atardecer hasta el amanecer. La luz encendida en un extremo de la barca ilumina el agua y atrae a los calamares y los peces, que se vuelven más vulnerables a las poteras y las redes que diestramente manejan los pescadores con el objetivo de atraparlos.

Sin saberlo, la nueva función que he otorgado a la campana enlaza a la perfección con su función original: la de proteger

 

Dentro de la campana, el fruto de miraguano que coloqué, ha experimentado cambios y ha pasado algo que no había previsto.

El cristal se ha cubierto de gotas de agua de condensación.

Esto me hace conectar con la obra de Hans Haacke: Condensation cube (Cubo de condensación).

Está expuesta actualmente en el MACBA (Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona), formando parte de la exposición: Colección 31.

Conozco bien esta pieza porque me he pasado bastante tiempo trabajando alrededor de ella para crear un material sencillo con el objetivo de que los niños que visitan el museo puedan manipularlo en las salas y ver de cerca el efecto de la condensación del agua sobre una superficie transparente y experimentar, jugando, las posibilidades de cambiar la disposición de las gotas.

También he dedicado tiempo a leer el ensayo que escribió en 1968 el biólogo y filósofo Bertalanffy: «Teoría general de los sistemas». Las ideas que expone sobre la concepción de los organismos vivos como sistemas abiertos que cambian al interaccionar con el entorno, interesaron a Haacke. El artista hace una transposición de este concepto en el ámbito del arte en algunas de sus primeras obras como Condensation cube.

El agua que contiene el cubo de metacrilato transparente se condensa dentro de éste y experimenta variaciones en función de la temperatura ambiente, que se ve influenciada por la presencia de los espectadores en la sala donde está expuesta.

Mi campana también alberga un sistema dinámico. La he dejado expuesta a los rayos de sol y el fruto del miraguano ha ido abriéndose progresivamente y las semillas que contiene se han dispersado por la campana, que las protege impidiendo que salgan volando. La humedad contenida en el fruto se ha condensado en el interior y el cristal se ha cubierto de gotitas de agua que varían de tamaño y se disponen de una manera que está influenciada, creo, por la temperatura de la superficie. Sospecho que no es homogénea, especialmente a determinadas horas del día.

He estado jugando con la campana. Durante la noche, según si la acerco o alejo de la chimenea, la disposición de las gotas varía y también lo hace su medida.

Han pasado los días y tengo la impresión de que la condensación ha disminuido. La campana tiene en la parte superior un pequeño orificio que permite que el agua condensada se evapore lentamente.

¿Hasta cuándo durará este dinamismo?Me propongo averiguar si la condensación acabará desapareciendo del todo. Creo que sí.

Mientras, me divierto haciendo fotografías de los efectos visuales de gotas y penachos, que encuentro especialmente atractivos, y los cambios que experimenta mi particular contenedor de milanos de miraguano, el protector de la lámpara para atraer calamares, sardinas y otros peces, que alberga en estos momentos un sistema dinámico.

 

Milanos de miraguano

En el artículo que dediqué a hablar de materiales naturales apropiados para ser manipulados por los niños en el jardín de infancia, prometí desvelar qué tipo de fruto es una especie de pera enorme que cuelga cabeza abajo de algunos árboles, en esta época del año.

        

La manera en que yo lo descubrí aún me hace sonreír…

Fue hace muchos años, y recuerdo vagamente que uno de estos frutos había llamado mi atención de camino a casa. Colgaba de una enredadera trepadora y al cortarlo salió látex y me dejó las manos pegajosas. Era ligero a pesar del tamaño. Lo dejé encima de algún estante, bien a la vista en la habitación principal de la casa que hacía las veces de comedor, sala de estar y recibidor. Me había propuesto averiguar de qué se trataba y observar qué cambios experimentaba la extraña pera.

Días después, al llegar a casa y abrir la puerta me quedé absolutamente atónita al ver la habitación invadida de cientos de milanos voladores revoloteando por todas partes. No pude evitar un ataque de risa en aquel momento, me pareció absolutamente fascinante encontrarme rodeada de delicados y etéreos pelillos voladores. Tardé un buen rato en descubrir su origen, hasta que encontré el fruto que había cortado días atrás, totalmente abierto. Reconozco que después no me hizo tanta gracia el proceso de eliminación, los milanos volaban en todas direcciones y acabaron colándose en toda la casa…

Descubrí entonces que se trataba del fruto del miraguano (Araujia sericifera) una planta originaria de América del Sur, de rápido crecimiento en enredadera, que se ha adaptado bien al clima mediterráneo.

Cuando hace unos días alguien preguntó en el transcurso de una sesión de formación si sabía qué podía ser una especie de pera colgante, me acordé al instante de la experiencia.

Cuando concebí este artículo pensé en explicar algo que me pareció importante: no considero apropiado el fruto del miraguano para ser manipulado directamente por los niños. Sin embargo, siempre me parece interesante seguir examinando las posibilidades que ofrecen las cosas aun habiéndolas descartado inicialmente y ello me ha llevado a ir a buscar miraguanos, a hacer fotos, experimentos (que siguen en curso) y a escribir lo siguiente:

El fruto del miraguano puede ser objeto de un interesante proceso de observación por parte de niños de todas las edades.  Ver su estructura interna cuando aún no está maduro y los cambios que experimenta hasta abrirse y dispersar todas las semillas que contiene, puede resultar una experiencia atractiva, bonita y divertida.   

Estas son algunas de las fotografías que he hecho estos días:

 

Tengo otro motivo para defender esta sencilla idea y se lo debo al artista colombiano Nicolás Paris, que expone en estos momentos en Caixafòrum Barcelona su obra: El diálogo, el rumor, la luz, las horas o (prototipo para material pedagógico).  La semana pasada descubrí con sorpresa y simpatía que uno de los trabajos que forman parte de la exposición es un vídeo que sigue el recorrido de un milano viajero, impulsado por el viento, como los que salen del fruto del miraguano. El vídeo me pareció sencillamente delicioso. Y lo mismo la exposición, que sin duda alguna recomiendo ir a visitar a todo aquel que pueda y esté dispuesto a dejarse sembrar de relámpagos …

He dedicado unos días a trabajar con los miraguanos y me apetecía  ver cómo salen las semillas volando, pero esta vez estoy haciendo un experimento de forma controlada y después de fotografiar una parte del proceso he metido uno de los frutos que he recogido bajo una campana de cristal, que no sé de dónde salió, y a la que hasta ahora no había encontrado utilidad. Ahora se ha convertido, momentáneamente, en una campana contenedora de milanos sedosos.