Todas las entradas de: marta

El creador dinámico: el hipocampo

 

Hippocampus jayakari

He leído bastante sobre el hipocampo antes de empezar a escribir y creo que incorporaré poca información científica a este artículo. Lo que me interesa es explorar creativamente algunas ideas en torno al hecho que todos tenemos un órgano que desarrolla importantes funciones, alojado en la parte central interna del cerebro, justo entre los dos hemisferios, que recibe el nombre de hipocampo porque su forma recuerda en los humanos, a un caballito de mar.

Al hipocampo se le atribuyen diversas funciones. Forma parte del llamado sistema límbico y parece que está relacionado con la adquisición de memoria a largo plazo, la formación de imágenes y la percepción espacial, las emociones y la plasticidad neuronal. En qué medida está relacionado con estas funciones o de qué manera contribuye a que se ejecuten e interaccionen entre sí creo que son cuestiones que los científicos no están todavía en disposición de explicar con detalle y, además, no todos coinciden en sus ideas y conclusiones. Sin embargo, nadie pone en duda que el hipocampo es un órgano de vital importancia para que nuestro cerebro funcione y es uno de los principales responsables de la plasticidad neuronal.

Antes de decidirme a escribir sobre el hipocampo, he dedicado también mucho tiempo a trabajar con él. Con MI hipocampo.

El detonante fue escuchar a alguien que conferenciaba sobre neurociencia. Mi hipocampo no estaba muy atento a lo que se decía, estaba abstraído en otro asunto, en ese momento. Sin embargo, una frase pronunciada en un tono especialmente estridente llamó su atención y propició un bellísimo instante de autoconciencia, que en vez de desvanecerse ha sido el principio de un gratificante proceso creativo. El contexto de la frase no lo recuerdo, pero tuve tiempo de apuntar estas palabras en la esquina de un papel:

… El hipocampo, el creador dinámico, el órgano de la conectividad ….

Y fue en ese preciso instante en el que emergió una idea poderosa en mi cabeza, asociada a una imagen, que ha sido un auténtico descubrimiento en muchos sentidos:

Mi hipocampo es como un caballito de mar foliáceo, magnífico, dinámico y elegante, que tiene cierto parecido con los dragones de mar australianos, como el de la siguiente imagen:

De Robb (Katzili at de.wikipedia), CC BY-SA 3.0,

Desde que soy consciente que mi particular caballito de mar foliáceo (así lo imagino yo), contribuye entre otras cosas a crear conexiones entre neuronas, he trabajado para mejorar mi comunicación con él e intento aprender cómo cuidarlo. Y en este proceso poético – científico he aprendido unas cuantas cosas y espero seguir aprendiendo muchas más.

He desarrollado pensamientos creativos, positivos y bonitos en torno a la idea de tener un caballito de mar creando conexiones dentro de mi propia cabeza y después de dedicar mucho tiempo al ejercicio, que continúa en marcha, me atrevo a proponer que hagáis lo mismo:

Imaginad y visualizad vuestro espléndido y exclusivo hipocampo, vuestro creador dinámico e invitad también a otras personas a que lo hagan.  Sin restricciones de ningún tipo.

Movida por el deseo de escribir con exactitud, hace muchos días busqué información sobre los caballitos de mar. Descubrí que caballitos y dragones de mar son especies diferentes de una misma familia de peces marinos, los signátidos. Mi hipocampo se parece más a un dragón que a un caballito, pero me da igual. Lo que realmente es importante es que cada uno pueda imaginar con absoluta libertad su propio hipocampo. Puede tener prolongaciones que recuerden hojas y algas, ser transparente, o tener la capacidad de cambiar de aspecto y de color, si es así como lo imaginamos. No tiene por qué parecerse a ningún caballito real, si bien estos pueden servir de inspiración inicial, como los que muestro a continuación:

Hippocampus barbouri                                            De H. Zell – Trabajo propio, CC BY-SA 3.0,
Hippocampus sindonis                                            De Izuzuki – http://www.izuzuki.com/, CC BY-SA 3.0,
Hippocampus fuscus                                                                            De opencage – http://opencage.info/pics/large_18674.asp, CC BY-SA 2.5,

 

El ejercicio es sencillo, puede resultar atractivo y bonito y contribuye a incrementar la autoconciencia, la autoestima y refuerza una imagen positiva de uno mismo.

Una vez se tiene conciencia del propio hipocampo (y hay que insistir en el carácter exclusivo, bello, y de máximo potencial que todos tienen) es posible pensar en cómo cuidarlo. Sin embargo, una cosa es tener conciencia y otra diferente visualizar el propio hipocampo. Hay muchas maneras de hacerlo y pronto dedicaré otros artículos a continuar hablando sobre la propuesta que lanzo, un ejemplo de creatividad y neurociencia aplicada.

*

Caballito de mar macho, en estado de gestación.
Imagen:  Blog de Carlos Lucas

He utilizado el masculino deliberadamente en todo el artículo. Eso no excluye que haya quien tenga un hipocampo hembra en su cabeza. Cada persona es libre de decidir la identidad sexual de su hipocampo.

Las hembras de caballito de mar depositan sus huevos en una cavidad del pecho de los machos y éstos los fecundan y se encargan de incubarlos hasta que están listos para iniciar una vida independiente.

 

Cara a cara sobre una rama ¿Y tú qué ves?

 

Hace días incluí la siguiente fotografía en un artículo que dediqué a los milanos de miraguano.

En ella aparecen algunos frutos de esta planta trepadora, colgando de las ramas de un árbol.

Estoy segura de que nadie se ha dado cuenta todavía de la divertida escena que contiene esta imagen.

No es fácil verla, para ello, hay que saber percibir el mundo en clave alzhéimer. Y tener la habilidad de ver lo que otros no ven…

Resulta que en la esquina inferior derecha, un pájaro-hoja conversa cara a cara sobre una rama con un insecto-hoja de color verde pálido.

Me entra la risa cuando los descubro.

¿Sobre qué estarán conversando?, me pregunto.

Había previsto terminar el artículo en el párrafo anterior, pero he decidido seguir, sin modificar ni una coma de lo que ya había escrito, con el propósito de divertirme contando cómo estalle en una carcajada hace pocos días, mientras conversaba con mi padre sobre esta imagen, después de haber escrito sobre ella.

Siempre trato de hacerle partícipe de mis jueguecitos creativos, como los llama él, así que días atrás le había enviado la foto para saber si él veía lo mismo que yo. Y no fue así exactamente. Conversamos por teléfono y aunque percibía un pájaro también me hablaba de un monstruo y algunas ideas inconexas, así que dejé que el tema se desvaneciera. En directo creo que hubiera sido más fácil.

Sin embargo, una vez tenía escrito lo que ha acabado siendo la mitad de este artículo, decidí volver a sacar el tema por teléfono y le conté que gracias a él he desarrollado una capacidad especial para ver pájaros-hoja y otras cosas que habitualmente la mayor parte de gente no ve. Añadí que le estoy muy agradecida porque contribuye al desarrollo de mi creatividad.

Y seguí contándole que examinando una foto que había hecho días atrás, de unos frutos de miraguano colgando de un árbol, me había dado cuenta de que en la foto había un pájaro-hoja y un insecto-hoja conversando cara a cara en una rama.

¿Y de qué hablan? – me preguntó.

Su pregunta fue el detonante de mi carcajada. Sencillamente porque ambos nos habíamos preguntado lo mismo. Coincidencias genéticas, me dije. Ambos andamos igual de locos o creativos…

Entre risas, le pregunté: ¿y tú qué crees? ¿De qué pueden estar hablando un pájaro-hoja y un insecto-hoja?

Tardó poco en contestar:

Aiii -, me dijo con voz guasona y pausada, – es el pájaro el que habla, le está contando al insecto lo difícil que anda en este momento la vida pajaril …

Mi carcajada fue in crescendo. Tal vez sea difícil entender el momento de mágica complicidad que establecimos en aquel momento: supe que acababa de tener un momento de proyección exquisita, con el sentido del humor que le ha caracterizado toda la vida, y me estaba hablando de sí mismo: su vida de pájaro anda complicada…

Su risa emergió también al otro lado del teléfono y seguimos un buen rato. Es recíprocamente contagiosa y a los dos nos sienta siempre de maravilla.