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Percibir el mundo en clave Alzhéimer

 

Hace ya tiempo que tengo la impresión de que percibo el mundo en clave Alzheimer. Lo que quiero decir es que conecto con facilidad cualquier cosa que me suceda, vea u oiga, con el alzhéimer.

Creo que lograré explicarlo con cierta claridad si pongo algunos ejemplos. Me resulta fácil hacerlo si hablo de arte contemporáneo. Trabajo desde hace años en torno a él. Siempre lo he considerado un generador inagotable de aprendizajes. Ejerce en mí una atracción especial. Cuando me “expongo” a obras de arte contemporáneas es en cierto modo como si me expusiera al radio de acción de unas piezas con detonador incorporado, que en cualquier momento pueden causar una explosión en mi cabeza. Una explosión neuronal constructiva que consiste (así lo percibo yo), en una proliferación incontrolada de conexiones entre neuronas.

El verano pasado, estuve trabajando en torno a la “Col·lecció 31”, una de las exposiciones que actualmente muestra el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. Conceptualicé las visitas y los materiales didácticos de soporte para público escolar (de 2 a 12 años) y ello me dio la oportunidad de conocer en profundidad la exposición.

Algunas de las obras que forman parte de ella hicieron que mi cabeza conectase con el alzhéimer. Dos de ellas me van a servir ahora de ejemplo para tratar de explicar el sentido de la frase que encabeza este artículo.

«100 Jahre» Hans-Peter Feldmann 2001
Col·lecció MACBA

«Canción para lupita» de Feldmann está formada por 101 retratos de personas que tienen desde ocho semanas a 100 años. Todas pertenecen al círculo social del artista. Están dispuestas en línea, ordenadas cronológicamente y cada una de ellas lleva escrito debajo el nombre de la persona retratada y su edad.

 

«Canción para Lupita» Francis Alÿs 1998
Col·lecció MACBA

«Canción para Lupita» de Alÿs es una instalación sencilla, con un tempo cíclico. Sobre la pared se proyecta una animación de formato reducido: una mujer repite hasta el infinito una sencilla acción que no tienen ni principio ni fin: sostiene un vaso en cada mano y trasvasa agua de uno a otro. Suena música. La letra de la canción se repite sin cesar: Mañana, mañana, mañana, mañana…

Ambos artistas realizan un trabajo que me parece especialmente atractivo e interesante.  La obra de Hans-Peter Feldmann ya la conocía y la había visto expuesta en otras ocasiones en el MACBA (aunque nunca la serie completa de fotografías) y en una ocasión también en el Museo Reina Sofía de Madrid (la serie entera). De Francis Alÿs conocía otras obras, pero esta no.

Que yo sepa, ni “100 Jahre” ni “Canción para Lupita”, ni ninguna otra obra de estos dos artistas tiene que ver específicamente con el tema que a mí me ocupa en estos momentos: el alzhéimer. Sin embargo, ambas tienen relación con el concepto de tiempo. Y el tiempo posiblemente sea el que me conecta con el alzhéimer.

Mañana, mañana, mañana mañana, repite sin cesar la letra de la canción que se escucha en la instalación de Alÿs.  La melodía suena en mi cabeza, aunque no sea capaz de reproducirla. La escuché durante mucho rato durante el verano, cuando trabajaba en las salas del museo acercándome a las obras desde perspectivas y posiciones diferentes.

Defino “mañana” en clave alzhéimer:

Término que se usa con frecuencia como recurso para no contradecir a los enfermos de alzhéimer y darles largas a deseos que expresan y que desde la perspectiva del cuidador (que suele ser harto diferente a la del propio enfermo) difícilmente se pueden llevar a cabo.  Supone también un intento de hacer desistir a los enfermos de llevar a cabo una idea, un plan, un propósito, etc.  con la esperanza de que se olviden. Se usa con la intención de aplazar o posponer, muchas veces de manera indefinida.

También se pueden emplear muchas otras expresiones, con el mismo sentido o intención:  

Más adelante, en cuanto haya ocasión, cuando podamos planearlo, cuando mejore el tiempo, cuando las temperaturas sean más agradables, mejor en otro momento, tal vez otro día, en cuanto haya tiempo, cuando estés más descansado. Mañana, mañana, mañana, mañana …

Lo que más cuenta sin embargo es el tono con que son pronunciadas estas expresiones.

También es sustancial la diferencia que resulta al anteponer “sí”, o “no”, a la palabra “mañana” o a cualquiera de las expresiones equivalentes, cuando se da respuesta en tiempo presente a los deseos expresados por los enfermos de alzhéimer.

Me tomo la licencia de prescribir el uso reiterado del “sí” y recomiendo administrarlo junto con una sonrisa sincera. Reconozco también que es difícil seguir estas indicaciones en todo momento.

La obra de Feldmann me suscita preguntas. Una retahíla de preguntas que me da ideas. Ideas para poner en práctica, ideas para compartir, ideas para sonreír…

Herbert
86 años

Veo las fotos de Feldmann y pienso en mi padre, que percibe cómo día a día se incrementa la cantidad de espacios en blanco que tiene en su cabeza. Así describe él la sensación que experimenta cuando busca y no encuentra, una cara, una imagen, un recuerdo, una palabra, un detalle. Tiene la edad de Herbert.

¿De qué me serviría ahora disponer de una colección de fotos de mi padre tomadas año tras año como las que expone Feldmann? Suyas en este caso, no de sus amistades.

Veía una línea recta en la pared y ahora se me antoja una cuadrícula si al lado de cada foto sitúo la de los amigos, familiares y conocidos que forman el círculo social del retratado.

Pienso en los años que indican las fotos:  6, 7, 8, 11, 42, 58, 83… ¿Cuántas de estas fotos debería “eliminar” si las traslado a la memoria de mi padre? Cuando trato de imaginarlo la pared se llena de espacios en blanco, como los que él percibe en su cabeza.

Me centro en las personas.  ¿Cuántos rostros de la serie debería desdibujar o eliminar si se tratara de su registro personal de amigos, familiares y conocidos? ¿Cuántas son las personas de su vida que ya no figuran en ese registro? ¿Dónde han ido a parar, cual ha sido su destino?

Ahora que escribo esto, aparece otro artista en mi cabeza: Christian Boltanski y su obra “Réserve de Suisses morts(Reserva de los suizos muertos). No sigo la línea de pensamiento que me sugiere, pero os invito a seguir el enlace que he insertado y a descubrir nuevas conexiones.

Me detengo ante la foto de Christoper, 8 años. Me imagino a mi padre subido a los eucaliptos de la casa de los montes cuando tenía esa edad. Saltando de uno a otro por las ramas superiores, con su zapatito ortopédico. De eso no se ha olvidado. Todavía.

Me detengo ante la fotografía de las gemelas, Ginger e Yvonne de 11 años. La sustituyo por otra en la que aparecen las hermanas mellizas de mi padre, aproximadamente con esa edad. En esta foto aún existen, pero el hilo de su existencia se desvanece nada más traspasar el umbral de la infancia.

Me pregunto cómo disponer las fotos, de otra manera. En la cabeza de mi padre los recuerdos de desorganizan y reorganizan. Se disgregan y vagan libres. También se quedan prendidos en lugares insospechados y entonces hechos separados por más de 40 años confluyen en un presente real y ficticio a la vez. ¿Qué orden imprimiría él a las imágenes? Tengo la impresión de que un ejercicio así lo sumiría en el caos. Tal vez podríamos establecer grupos. Eso creo que podría funcionar. Los grupos responden a criterios y hay algunos sencillos que él puede establecer y también imaginar. Reconoce y distingue a la perfección, por ejemplo, las expresiones amables, de las que no lo son.

Maria Victoria
100 años

 La madre de mi padre, mi abuela paterna, se llamaba María Victoria. Murió a los 94 años. Él ya no la recuerda viejecita, como la mujer que aparece en la fotografía de Feldmann con seis años más, la que concluye la serie, pero sí recuerda a su madre cuando era una hermosa joven. De alguna manera ha inmortalizado su belleza y siente emoción al verla en la fotografía.

Maria Victoria

 

Hay otras preguntas e ideas que he tenido pensando en la obra de Feldmann, pero no voy a seguir explicándolas. Permanecerán de momento en la esfera de mis pensamientos privados, junto con otras que tienen relación con otros artistas que no quiero en este momento desvelar, pero que sí tengo intención de hacer próximamente.

El objetivo era explicar qué significa percibir el mundo en clave alzheimer y creo que los ejemplos que he puesto son suficientes como muestra de las conexiones inesperadas que mi cabeza establece con el alzheimer, ante cualquier estímulo.

No siempre es el arte el detonante, pero sí muy a menudo. Tampoco las conexiones generan siempre lo mismo: puede ser que surja una definición, o una batería de preguntas que conduzca a imaginar un pequeño plan, o a ver y percibir cosas que otras personas no ven, aunque se mire lo mismo. Nunca se sabe… Prorrumpir en carcajadas ante algunas cosas aparentemente poco graciosas también puede ser una consecuencia de percibir el mundo de la manera que he tratado de explicar.

Percibir el mundo en clave Alzheimer supone estar abierto a establecer asociaciones inesperadas y a conectar mundos dispares y distantes, jugando a reducir distancias. Requiere también estar dispuesto a disfrutar, de las pequeñas cosas.

Se desvanecen las expectativas en torno a una fresa

 

Este es el apetitoso aspecto que presentaba la fresa el día que la colgué. Pensé que tal vez resultaría  ser un delicioso bocado para los pájaros que visitan el jardín.

No ha resultado ser así.

Durante la semana ha habido algún instante de súbita expectación al observar a algún individuo posarse cerca de la fresa. Tuve la sensación en algún momento de que el soporte colgante donde la ensarté exigía ejercicios de equilibrio de máxima dificultad, así que lo acerqué al sombrero de uno de los comederos, para que la pudieran picotear cómodamente posados sobre éste.

Mi esmero ha servido de poco.

El aspecto que presentaba ayer la fresa después de 8 días colgada a la intemperie, expuesta a sol, lluvia y viento, no requiere foto, basta una sencilla descripción: ya no tenía nada de apetitosa. Una inspección visual de proximidad revela que no ha sufrido agresión alguna. No presenta señales de haber recibido siquiera un mordisco.

El poco interés que ha suscitado la fresa (aunque hacía muy bonita colgada) lo he visto compensado con la aparición de un macho de curruca capirotada en el espacio del jardín especialmente dedicado a los pájaros.

Lo he avistado muchas veces a lo largo de la semana, disfrutando de las manzanas. El día 27 de febrero a las 14:12 tuve ocasión de fotografiarlo en plena acción. Presento prueba documental:

El por qué hasta hace pocos días no había podido ver a ningún macho, ni en el jardín, ni interesado por las manzanas, es un misterio. Lo cierto es que ahora ya no estoy nada convencida de que las hembras de currucas se sientan más atraídas por la fruta que los machos. No sabría decir con qué frecuencia he visto a unos y a otras picoteándolas, pero podría ser que fuera similar.

Días atrás me planteé cómo recoger datos para poder comprobar mis suposiciones. Tengo pendiente dibujar a los machos de las dos especies de curruca que he estado observando para poder seguir haciendo planes. Y deberé tener en cuenta también que ellos comen grano y a ellas todavía no las he visto hacerlo…

Milanos, calamares, sardinas y un sistema dinámico

 

Terminé el artículo dedicado a los milanos de miraguano diciendo:

… he metido uno de los frutos que he recogido bajo una campana de cristal, que no sé de dónde salió, y a la que hasta ahora no había encontrado utilidad. Ahora se ha convertido, momentáneamente, en una campana contenedora de milanos sedosos.

He averiguado el origen de la campana:

Se trata de la cubierta protectora de una lámpara que se coloca en las barcas para ir a pescar calamares, sardinas, boquerones y jureles. Esta actividad se lleva a cabo desde el atardecer hasta el amanecer. La luz encendida en un extremo de la barca ilumina el agua y atrae a los calamares y los peces, que se vuelven más vulnerables a las poteras y las redes que diestramente manejan los pescadores con el objetivo de atraparlos.

Sin saberlo, la nueva función que he otorgado a la campana enlaza a la perfección con su función original: la de proteger

 

Dentro de la campana, el fruto de miraguano que coloqué, ha experimentado cambios y ha pasado algo que no había previsto.

El cristal se ha cubierto de gotas de agua de condensación.

Esto me hace conectar con la obra de Hans Haacke: Condensation cube (Cubo de condensación).

Está expuesta actualmente en el MACBA (Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona), formando parte de la exposición: Colección 31.

Conozco bien esta pieza porque me he pasado bastante tiempo trabajando alrededor de ella para crear un material sencillo con el objetivo de que los niños que visitan el museo puedan manipularlo en las salas y ver de cerca el efecto de la condensación del agua sobre una superficie transparente y experimentar, jugando, las posibilidades de cambiar la disposición de las gotas.

También he dedicado tiempo a leer el ensayo que escribió en 1968 el biólogo y filósofo Bertalanffy: «Teoría general de los sistemas». Las ideas que expone sobre la concepción de los organismos vivos como sistemas abiertos que cambian al interaccionar con el entorno, interesaron a Haacke. El artista hace una transposición de este concepto en el ámbito del arte en algunas de sus primeras obras como Condensation cube.

El agua que contiene el cubo de metacrilato transparente se condensa dentro de éste y experimenta variaciones en función de la temperatura ambiente, que se ve influenciada por la presencia de los espectadores en la sala donde está expuesta.

Mi campana también alberga un sistema dinámico. La he dejado expuesta a los rayos de sol y el fruto del miraguano ha ido abriéndose progresivamente y las semillas que contiene se han dispersado por la campana, que las protege impidiendo que salgan volando. La humedad contenida en el fruto se ha condensado en el interior y el cristal se ha cubierto de gotitas de agua que varían de tamaño y se disponen de una manera que está influenciada, creo, por la temperatura de la superficie. Sospecho que no es homogénea, especialmente a determinadas horas del día.

He estado jugando con la campana. Durante la noche, según si la acerco o alejo de la chimenea, la disposición de las gotas varía y también lo hace su medida.

Han pasado los días y tengo la impresión de que la condensación ha disminuido. La campana tiene en la parte superior un pequeño orificio que permite que el agua condensada se evapore lentamente.

¿Hasta cuándo durará este dinamismo?Me propongo averiguar si la condensación acabará desapareciendo del todo. Creo que sí.

Mientras, me divierto haciendo fotografías de los efectos visuales de gotas y penachos, que encuentro especialmente atractivos, y los cambios que experimenta mi particular contenedor de milanos de miraguano, el protector de la lámpara para atraer calamares, sardinas y otros peces, que alberga en estos momentos un sistema dinámico.