Cara a cara sobre una rama ¿Y tú qué ves?

 

Hace días incluí la siguiente fotografía en un artículo que dediqué a los milanos de miraguano.

En ella aparecen algunos frutos de esta planta trepadora, colgando de las ramas de un árbol.

Estoy segura de que nadie se ha dado cuenta todavía de la divertida escena que contiene esta imagen.

No es fácil verla, para ello, hay que saber percibir el mundo en clave alzhéimer. Y tener la habilidad de ver lo que otros no ven…

Resulta que en la esquina inferior derecha, un pájaro-hoja conversa cara a cara sobre una rama con un insecto-hoja de color verde pálido.

Me entra la risa cuando los descubro.

¿Sobre qué estarán conversando?, me pregunto.

Había previsto terminar el artículo en el párrafo anterior, pero he decidido seguir, sin modificar ni una coma de lo que ya había escrito, con el propósito de divertirme contando cómo estalle en una carcajada hace pocos días, mientras conversaba con mi padre sobre esta imagen, después de haber escrito sobre ella.

Siempre trato de hacerle partícipe de mis jueguecitos creativos, como los llama él, así que días atrás le había enviado la foto para saber si él veía lo mismo que yo. Y no fue así exactamente. Conversamos por teléfono y aunque percibía un pájaro también me hablaba de un monstruo y algunas ideas inconexas, así que dejé que el tema se desvaneciera. En directo creo que hubiera sido más fácil.

Sin embargo, una vez tenía escrito lo que ha acabado siendo la mitad de este artículo, decidí volver a sacar el tema por teléfono y le conté que gracias a él he desarrollado una capacidad especial para ver pájaros-hoja y otras cosas que habitualmente la mayor parte de gente no ve. Añadí que le estoy muy agradecida porque contribuye al desarrollo de mi creatividad.

Y seguí contándole que examinando una foto que había hecho días atrás, de unos frutos de miraguano colgando de un árbol, me había dado cuenta de que en la foto había un pájaro-hoja y un insecto-hoja conversando cara a cara en una rama.

¿Y de qué hablan? – me preguntó.

Su pregunta fue el detonante de mi carcajada. Sencillamente porque ambos nos habíamos preguntado lo mismo. Coincidencias genéticas, me dije. Ambos andamos igual de locos o creativos…

Entre risas, le pregunté: ¿y tú qué crees? ¿De qué pueden estar hablando un pájaro-hoja y un insecto-hoja?

Tardó poco en contestar:

Aiii -, me dijo con voz guasona y pausada, – es el pájaro el que habla, le está contando al insecto lo difícil que anda en este momento la vida pajaril …

Mi carcajada fue in crescendo. Tal vez sea difícil entender el momento de mágica complicidad que establecimos en aquel momento: supe que acababa de tener un momento de proyección exquisita, con el sentido del humor que le ha caracterizado toda la vida, y me estaba hablando de sí mismo: su vida de pájaro anda complicada…

Su risa emergió también al otro lado del teléfono y seguimos un buen rato. Es recíprocamente contagiosa y a los dos nos sienta siempre de maravilla.

Miraguano accidentado

 

Hasta ahora no he contado, que hace ya días, mientras jugaba con mi particular contenedor de milanos de miraguano, que alberga en estos momentos un sistema dinámico, tuve un accidente con un fruto de miraguano.

Muchos días atrás había recolectado unos cuantos frutos con diversos objetivos.  Dejé tres de ellos en la cocina, lejos de los rayos del sol, porque tengo la impresión de que sin sol no se llegan a abrir y quería observar la evolución que seguían. Sabía de antemano que me exponía a una invasión casera de milanos en cualquier momento, pero después de hacer un pacto conmigo misma decidí que valía la pena correr el riesgo.

Coloqué los frutos encima de una corteza de corcho a la que doy diferentes usos y la puse sobre unos recipientes destinados a recoger envases y papel para reciclar. Durante unos días todo fue perfecto y a pesar del movimiento a que sometía la corteza, al usar los contenedores, los frutos seguían intactos. Sin embargo, el impacto de una pieza metálica sobre uno de ellos a raíz de una caída accidental, hizo que éste se abriera súbitamente.


Me pareció absolutamente fascinante la forma en que las semillas empezaron a desprenderse y llegué a tiempo de tomar algunas fotografías:


También llegué a tiempo de encontrar una nueva campana contenedora y de encerrar el fruto recién abierto bajo ella.

Ha empezado un nuevo proceso dinámico. Esta campana no tiene orificio y he dejado un resquicio, colocando unos palillos debajo, para facilitar que la humedad que se condense en su interior acabe desapareciendo.


Pronto sabréis cómo han seguido evolucionando mis particulares sistemas dinámicos.

Los otros dos frutos siguen intactos y a la sombra, en la cocina. Tengo la impresión de que están menguando.