En cuanto tuve claro que tenía que cambiar de estrategia y centrar la atención en un libro de Pierre Loti que mi padre trata de leer y que perteneció a su padre, lo primero que hice fue arreglarle el lomo, que se había despegado y amenazaba con extraviarse.
Fue una maniobra amable centrada en el libro y en mi padre. Ambos son muy valiosos y me propongo cuidarlos. El libro lo es para él. Y él lo es para mí. Después de encolarlo y tenerlo sujeto unas horas con gomas elásticas, parece que ha quedado en mejores condiciones. Me refiero al libro, claro está.
Que decidiera cambiar de estrategia, no significa que abandonara otros planes dirigidos a atraer la atención de mi padre sobre ciertas cosas agradables. El libro que le presté convive sin problemas con el de Pierre Loti y sé que ha dedicado algunos ratos a hojearlo, leerlo, estudiarlo o familiarizarse con él.
El propósito de dejarle el libro era por una parte intentar desviar su atención del de Loti, cosa que ya no voy a tratar de hacer, y por otra estimular su interés por los pájaros. El objetivo incluye, además del préstamo del libro, planes para colocar algunos elementos que los atraiga al magnolio (sector norte del jardín), para que él también se fije en ellos y desvíe la atención de la imagen inquietante que percibe cuando está en el exterior: una mujer a punto de caerse de una ventana (sector sur).
El propósito es por tanto crear un rincón de pájaros. Las maniobras para conseguirlo ya han empezado. Hace ya días reuní un par de herramientas sencillas, algunos materiales para montar una ristra de cacahuetes como las que yo pongo en casa y un soporte para colgar media manzana. Hubiera sido más fácil y rápido montar la ristra en casa y luego llevársela, pero me pareció mucho más interesante que participara en su construcción.
Nos instalamos en el jardín y trabajamos conjuntamente: yo perforaba los cacahuetes con un punzón y el los ensartaba en un alambre. La tarea le resultaba ardua y en algún momento le ofrecí ayuda, pero no la quiso.
– Tranquila muchacha, que yo soy perseverante…, me dijo.
En momentos como este me doy cuenta de que en muchas ocasiones los enfermos de alzhéimer expresan a la perfección lo que necesitan:
Que los que les rodean tengan paciencia y acoplen su ritmo al de ellos, que suele ser más lento y pausado.
Que vayan lentos, extraordinariamente lentos incluso, no significa que no puedan hacer determinadas cosas, sólo necesitan invertir más tiempo, mucho más tiempo a veces, que otras personas.
Eso desespera a los que van a otro ritmo, entre los que me incluyo. Como él no puede cambiar su ritmo y yo sí puedo, cuando me di cuenta, inspiré y exhalé tranquila y relajadamente, entre cacahuete y cacahuete. La ristra pronto estuvo lista para ser instalada.
Días atrás, realizando algunas maniobras de distracción a las que me referiré en otro momento, encontré unos recipientes de cristal amarillo muy apropiados para convertir en bebederos. Se los enseñé y le gustó la idea de llenar uno de agua y colgarlo. Nos dimos cuenta al hacerlo de que la luz, al incidir en el cristal, produce un bonito efecto.
El rincón admite todo tipo de elementos, así que decidimos chinear en busca de objetos atractivos que pudiéramos incorporar a las ramas del magnolio.
La excursión al bazar supuso, como siempre, tener ocasión de ver mil y un cachivaches y de dialogar sobre asuntos diferentes.
Encontramos una casita colgante para pájaros , en el sector dedicado a la fauna y junto a ella un hotel para insectos con el mismo aspecto de casita, construido también con materiales naturales. Le expliqué en qué consistía y para qué se utiliza y le comenté que llevo tiempo observando un interés creciente por atraer insectos, en vez de considerarlos animales dañinos y molestos.
Después de bromear un rato y contrastar opiniones convinimos que era preferible no adquirir un hotel de tales características. Atraer pájaros es una cosa, pero tener una colonia de insectos viviendo en un hotel construido exprofeso, no acaba de encajar con algunas aspiraciones familiares.
La casita que escogimos lleva días colgada del magnolio junto a una incipiente flor. Hemos incorporado otros elementos que aún no he tenido ocasión de fotografiar. De momento no tengo claro si los pájaros se sienten atraídos por el rincón, pero sí sé que mi padre está fascinado con el libro que le presté. Ayer, durante nuestra conversación telefónica diaria, me habló de él espontáneamente y de cómo lo está disfrutando. Tiene intención de comprárselo porque alguien que no recuerda exactamente quien es, se lo ha dejado y cree que tendrá que devolvérselo pronto.
Comentamos lo fabuloso que resulta que alguien te preste un libro interesante. Y seguimos haciendo planes para el rincón de pájaros y hablando de muchas otras cosas, entre ellas del tilo, que se yergue majestuoso a la derecha del magnolio. Hace unos días, sobre una de sus ramas había un pájaro de cuatro patas boca abajo y uno de dos patas encima, presumiblemente molestándolo…