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Loti y el rincón de pájaros

 

En cuanto tuve claro que tenía que cambiar de estrategia y centrar la atención en un libro de Pierre Loti que mi padre trata de leer y que perteneció a su padre, lo primero que hice fue arreglarle el lomo, que se había despegado y amenazaba con extraviarse.

Fue una maniobra amable centrada en el libro y en mi padre. Ambos son muy valiosos y me propongo cuidarlos. El libro lo es para él. Y él lo es para mí. Después de encolarlo y tenerlo sujeto unas horas con gomas elásticas, parece que ha quedado en mejores condiciones. Me refiero al libro, claro está.

Que decidiera cambiar de estrategia, no significa que abandonara otros planes dirigidos a atraer la atención de mi padre sobre ciertas cosas agradables. El libro que le presté convive sin problemas con el de Pierre Loti y sé que ha dedicado algunos ratos a hojearlo, leerlo, estudiarlo o familiarizarse con él.

El propósito de dejarle el libro era por una parte intentar desviar su atención del de Loti, cosa que ya no voy a tratar de hacer, y por otra estimular su interés por los pájaros. El objetivo incluye, además del préstamo del libro, planes para colocar algunos elementos que los atraiga al magnolio (sector norte del jardín), para que él también se fije en ellos y desvíe la atención de la imagen inquietante que percibe cuando está en el exterior: una mujer a punto de caerse de una ventana (sector sur).

El propósito es por tanto crear un rincón de pájaros. Las maniobras para conseguirlo ya han empezado. Hace ya días reuní un par de herramientas sencillas, algunos materiales para montar una ristra de cacahuetes como las que yo pongo en casa y un soporte para colgar media manzana. Hubiera sido más fácil y rápido montar la ristra en casa y luego llevársela, pero me pareció mucho más interesante que participara en su construcción.

 

Nos instalamos en el jardín y trabajamos conjuntamente: yo perforaba los cacahuetes con un punzón y el los ensartaba en un alambre. La tarea le resultaba ardua y en algún momento le ofrecí ayuda, pero no la quiso.

– Tranquila muchacha, que yo soy perseverante…, me dijo.

En momentos como este me doy cuenta de que en muchas ocasiones los enfermos de alzhéimer expresan a la perfección lo que necesitan:

Que los que les rodean tengan paciencia y acoplen su ritmo al de ellos, que suele ser más lento y pausado.

Que vayan lentos, extraordinariamente lentos incluso, no significa que no puedan hacer determinadas cosas, sólo necesitan invertir más tiempo, mucho más tiempo a veces, que otras personas.

Eso desespera a los que van a otro ritmo, entre los que me incluyo. Como él no puede cambiar su ritmo y yo sí puedo, cuando me di cuenta, inspiré y exhalé tranquila y relajadamente, entre cacahuete y cacahuete. La ristra pronto estuvo lista para ser instalada.

Días atrás, realizando algunas maniobras de distracción a las que me referiré en otro momento, encontré unos recipientes de cristal amarillo muy apropiados para convertir en bebederos. Se los enseñé y le gustó la idea de llenar uno de agua y colgarlo. Nos dimos cuenta al hacerlo de que la luz, al incidir en el cristal, produce un bonito efecto.

El rincón admite todo tipo de elementos, así que decidimos chinear en busca de objetos atractivos que pudiéramos incorporar a las ramas del magnolio.

La excursión al bazar supuso, como siempre, tener ocasión de ver mil y un cachivaches y de dialogar sobre asuntos diferentes.

Encontramos una casita colgante para pájaros , en el sector dedicado a la fauna y junto a ella un hotel para insectos con el mismo aspecto de casita, construido también con materiales naturales. Le expliqué en qué consistía y para qué se utiliza y le comenté que llevo tiempo observando un interés creciente por atraer insectos, en vez de considerarlos animales dañinos y molestos.

Después de bromear un rato y contrastar opiniones convinimos que era preferible no adquirir un hotel de tales características. Atraer pájaros es una cosa, pero tener una colonia de insectos viviendo en un hotel construido exprofeso, no acaba de encajar con algunas aspiraciones familiares.

La casita que escogimos lleva días colgada del magnolio junto a una incipiente flor. Hemos incorporado otros elementos que aún no he tenido ocasión de fotografiar. De momento no tengo claro si los pájaros se sienten atraídos por el rincón, pero sí sé que mi padre está fascinado con el libro que le presté. Ayer, durante nuestra conversación telefónica diaria, me habló de él espontáneamente y de cómo lo está disfrutando. Tiene intención de comprárselo porque alguien que no recuerda exactamente quien es, se lo ha dejado y cree que tendrá que devolvérselo pronto.

Comentamos lo fabuloso que resulta que alguien te preste un libro interesante. Y seguimos haciendo planes para el rincón de pájaros y hablando de muchas otras cosas, entre ellas del tilo, que se yergue majestuoso a la derecha del magnolio. Hace unos días, sobre una de sus ramas había un pájaro de cuatro patas boca abajo y uno de dos patas encima, presumiblemente molestándolo…

KAIZEN

KAIZEN es el título de un libro de Masaaki Imai que trata de revelar las claves de la ventaja competitiva japonesa. Está dirigido a altos ejecutivos occidentales.

El mensaje de la estrategia KAIZEN es que no debe pasar un día sin que se haya hecho alguna clase de mejora en algún lugar de la compañía o de la empresa. En el contexto del libro significa mejoramiento en marcha que involucra a todos (alta administración, gerentes y trabajadores).

El punto de partida para el mejoramiento es reconocer la necesidad. Esto viene del reconocimiento de un problema. Si no se reconoce ningún problema tampoco se reconoce la necesidad de mejoramiento. La complacencia es el archienemigo de KAIZEN. En consecuencia, Kaizen enfatiza el reconocimiento del problema y proporciona pistas para la identificación de los problemas. (Fragmento subrayado en Pág. 45)

El libro es un préstamo espontáneo e indefinido que me hizo mi padre días atrás. Tengo la impresión de que ya no se acuerda de que está en mis manos ni de que me lo ofreció repetidas veces por teléfono hasta que tuve ocasión de ir a recogerlo y de agradecerle en persona que hubiera pensado que me podía interesar y no le importara dejármelo una temporada.

Procuro compartir con él todo lo que puedo y eso incluye muy a menudo hablarle de los proyectos en los que estoy trabajando. Creo que es una de las cosas que más le gusta, que le haga partícipe de mis ideas y asuntos profesionales. Aunque el alzhéimer le dificulta enormemente retener datos, las cosas que le emocionan pueden permanecer en su cabeza unos días, más o menos estables, hasta que empiezan las confusiones. También son capaces de activar recuerdos aletargados que emergen con coherencia en el momento presente y se desvanecen con rapidez.

KAIZEN es la manifestación de la activación que produjo en mi padre el hecho de que yo le explicara que estaba preparando un taller para directivos, interesados en humanizar sus empresas a través del arte.

Tiempo atrás ya habíamos compartido el libro, pero no quise hacer referencia a algo que ya no recuerda. No hace falta poner de relieve o en evidencia su pérdida de memoria.

Compartíamos muchos libros cuando él era jefe de personal en una empresa farmacéutica y yo ya me dedicaba a la docencia. Siempre nos ha unido el interés por la creatividad, la resolución de problemas, la innovación, etc. Y también por las personas. Ello propició un intercambio de bibliografía que nos enriqueció a ambos. Él me prestaba libros que relacionaban nuestros temas preferidos con la empresa y yo hacía lo mismo con el campo de la pedagogía. Ambos extraíamos ideas que luego comentábamos tratando de encontrar aplicaciones.

Cuando hace un mes aproximadamente le hablé del encargo en el que estaba trabajando, el tema le interesó profundamente. Hace tiempo que ya no hace referencia a sus años de vida profesional activa. Es como si se hubieran esfumado. Pero de pronto apareció KAIZEN, que pertenece a esa época.

Es un misterio saber o entender cómo lo ha localizado y escogido entre muchos otros libros que tiene en los estantes que hace ya siete años, cuando empezaban algunos problemas, le ayudé a organizar por temas y en los que coloqué algunas etiquetas para que le resultara fácil encontrar lo que buscara. Hace tiempo que ya no los reconoce como suyos.

Sea como sea, dio con KAIZEN y me ofreció el libro por si me podía ayudar a preparar el taller. Aunque lo intentó no pudo darme detalles sobre su contenido y sin embargo la conexión con el tema que a mí me ha tenido ocupada es evidente y coherente.

El alzhéimer da súbitas y pequeñas sorpresas de forma irregular. De repente el enfermo parece recobrar la lucidez. Se trata de una ilusión, que no obstante ilusiona porque da la sensación que en esos instantes puedes recuperar parte de todo aquello que se va perdiendo a raíz de la enfermedad. Como si hubiera un rato de comunicación completa, sin lagunas ni espacios en blanco, ni recuerdos fragmentados llegados de otras épocas. No los he cronometrado pero estos ratos son cortos, fugaces y saben a poco.

Estoy convencida de que el motivo por el que se producen está relacionado con la emoción.

La emoción equivale en este caso al deseo de ayudarme y de ser útil, de contribuir con lo que sabe, y de colaborar conmigo, porque tiene una vaga idea sobre que él había trabajado en algo que lo acerca a lo que yo hago. Y no se equivoca, aunque no pueda explicarlo.

Mientras he estado preparando el taller le he hecho partícipe de mis ideas y las cosas que quería poner a prueba. También hemos ido juntos a comprar algunos materiales que me hacían falta. Explicarle qué es lo que hago, planeo y pienso resulta para mí un ejercicio con un elevado nivel de complejidad, que me ayuda extraordinariamente a concentrarme en lo esencial y también a buscar maneras diferentes de exponer las cosas para facilitar su comprensión.

En cuanto el libro que me ofreció pasó a mis manos, se olvidó de él y no ha vuelto a aparecer en la conversación. Recuerdo que en algún momento me dijo que quizás era un rollo. Y tengo la impresión de que lo dijo motivado por la dificultad que entrañaba para él tratar de hacerme un resumen del contenido.

No es fácil tampoco quitarle importancia a las cosas que no puede hacer y desviar la atención, cuando éstas se ponen de manifiesto en el transcurso de una conversación a distancia o en directo.

Reconozco que no había abierto el libro hasta que he decidido escribir este artículo. Y siento mucho no haberlo hecho. Conociéndome, sé que acabaré leyéndolo otra vez de cabo a rabo, en cuanto encuentre el momento. Recuerdo vagamente que cuando   me lo prestó, hace años, me pareció interesante, pero no hubiera podido explicar nada de él si no lo hubiera ojeado ahora de nuevo.

El libro está publicado en 1989 y después de abrirlo al azar en varios sitios diferentes y haber leído algunos de los parágrafos, frases, conceptos, etc. que cuidadosamente mi padre subrayó, o destacó con anotaciones al margen, etc., hace años, pienso que algunas de las ideas que el libro expone tienen aún vigencia. Pongo un ejemplo que además reafirma una de las ideas que trato de poner en juego a través de la docencia que imparto, independientemente de a quien esté dirigida y cuál sea su contenido: la importancia radica en el proceso, y no en el resultado.

Lo señala KAIZEN y se pone de manifiesto en el arte contemporáneo, que es para mí una fuente constante de inspiración.

Ahora que escribo esto me consuelo a mí misma realizando una especie de transferencia al mundo del alzhéimer: si el resultado no es lo que más importa, y sí lo es en cambio el proceso, vale la pena que siga intentando estimular las capacidades y habilidades de mi padre tanto tiempo como pueda y de tantas maneras como se me ocurran. Intentarlo se traduce en la puesta en juego de procesos diferentes con grandes dosis de creatividad y sentido del humor, que nos ayudan a ambos a mantener la comunicación.

Ningún intento está libre de riesgos. A veces, los estímulos emotivos hacen que algunas confusiones adquieran una magnitud insospechada a horas intempestivas. Y el resultado: un intento de evasión de madrugada, con el objetivo de presentarme a los directivos de su empresa y facilitarme así mi trabajo.

Horas antes de que impartiera el taller se ofreció a acompañarme para echarme una mano y sentí tener que decirle que resultaba imposible. Me pareció entrañable su ofrecimiento y se lo agradecí muchísimo. Y le prometí tratar de encontrar una ocasión para que él me pueda ver trabajar, en directo.

 

La humanización de las empresas a través del arte

 

El pasado 26 de abril disfruté impartiendo un taller en la Fiesta de la Primavera organizada por Foment del Treball y el Foro de Recursos Humanos en la antigua fábrica de cerveza Damm en Barcelona.

La fiesta estaba dirigida a jefes de recursos humanos de empresas nacionales y multinacionales interesados en la humanización de las empresas a través del arte. Este era el lema de la jornada y también el de CultHunting una iniciativa de aPortada, la agencia de comunicación que gestionó el evento.

¿Pueden el arte y la cultura influir en la manera de trabajar y en los resultados de las empresas?

El arte y la cultura inspiran, vinculan y movilizan. Son una poderosa herramienta transformadora para cualquier organización.

Este era el planteamiento inicial que dio pie a desarrollar 6 talleres simultáneos con el objetivo de que los participantes pudieran experimentar en primera persona, dinámicas artísticas con un gran potencial para irrumpir en la escena empresarial y favorecer prácticas orientadas a la humanización.

El timing previsto fue trepidante y en mi caso fue el responsable de que no pudiera hacer referencia a algunas de las sutilezas conceptuales que sustentaban la actividad que había diseñado específicamente para la ocasión.

Mi propuesta se centraba en los sentimientos que se experimentan en el entorno laboral y el objetivo era llevar a cabo una actividad creativa de transformación, con la finalidad de poder visualizar de una manera artística e innovadora, aquellos sentimientos que los participantes desean poder experimentar en sus respectivos lugares de trabajo.

Desde mi punto de vista, todo aquel que esté interesado en humanizar su entorno debe prestar atención a los sentimientos que experimentan las personas con quienes comparte tiempo, espacio y trabajo.  Y no sólo a los de las otras personas sino también a los propios, con la intención de mejorar el bienestar emocional de todo el grupo.

Abordar estas cuestiones resulta complejo. No es fácil hablar de lo que uno siente y menos hacerlo delante de otras personas, especialmente si los sentimientos que uno experimenta no resultan agradables, para uno mismo, o para los demás.

Los sentimientos de cada persona están influenciados por sus pensamientos y sus experiencias previas. También lo están por lo que sienten, piensan, dicen y hacen las personas con las que se relacionan.

Tratar de expresar lo que uno siente puede conllevar inseguridad, miedo, vergüenza, falta de confianza, falta de libertad, etc.  Desarrrollando dinámicas artísticas se puede favorecer la expresión. El uso de metáforas y la posibilidad de incorporar referencias no explícitas a un elemento artístico confieren libertad para expresarse.

En general, todos deseamos librarnos de algunos de los sentimientos que experimentamos y también, por el contrario, experimentar más a menudo o intensamente algunos otros. Este fue el punto de partida de mi propuesta.

La actividad que concebí tenía puesto el énfasis en el proceso que llevamos a cabo y no en el resultado.  Un proceso que advertí se iba a realizar a ritmo acelerado exprimiendo al máximo los 10 minutos de los cuales disponíamos. Realizarlo de forma tranquila, pausada, y meditada hubiera posibilitado muchas otras cosas.

El foco estaba puesto en las personas que participaron. Se trataba de que expresaran sus propios sentimientos de una manera divertida para poderlos compartir después. Eso no fue del todo posible debido al tiempo de que disponíamos. La idea era haber invitado a todos los participantes a coger seguidamente un “bombón sentimental” que no fuera el que habían creado, e iniciar un diálogo distendido, comparando sabores, buscando afinidades, contrastes, etc.

Abordar las emociones a partir de un material que se ha creado de forma artística, lúdica y participativa, entre todos, tiene más sentido que repartir por ejemplo tarjetas con dibujos o palabras escritas a priori por un experto, con el propósito de dialogar sobre cómo nos sentimos.

El material creado por los asistentes recoge lo que realmente sienten o creen sentir y por tanto constituye un magnífico punto de partida para seguir realizando muchas otras actividades con el objetivo de mejorar la relaciones intra e interpersonales.

La propuesta quería constituir un sencillo, pero a la vez potente ejemplo, de cómo imprimir dinámicas artísticas capaces de favorecer la comunicación dentro de la empresa, abordando además un tema que es complejo.

La actividad que propuse estaba relacionada de diversas maneras con una obra del joven artista cubano Adrian Melis (La Habana 1985) : “Línea de producción por excedente”.

Foto: web MACBA

Algunos de los procesos que pusimos en práctica estaban inspirados en esta obra y también en algunos de los conceptos que  habitualmente interesan al artista.

Las personas que participaron en el taller podrán explorar esta relación, siguiendo los enlaces que he facilitado.

Para conocer las ideas de Adrian Melis, recomiendo especialmente escuchar la entrevista que le hizo el equipo de Radio web MACBA. En ella el artista habla sobre la realización de la obra (minutos 42 a 48 de la entrevista).   Podéis acceder a ella haciendo clic en la imagen.

Aunque he comentado que el énfasis estaba puesto en el proceso, lo cierto es que el resultado de la actividad fue muy interesante. Recogí 88 bombones con los que he estado jugando unos días. He localizado 43 palabras o expresiones diferentes en las etiquetas, refiriéndose a cómo desearían sentirse las personas que participaron.  He jugado a establecer grupos diferentes y he podido constatar algunas tendencias. He trabajado también con los contrarios.  Puedo en realidad deducir muchas cosas del conjunto de objetos artísticos creados y creo que podría deducir muchas más si planteara la actividad con calma y poniendo especial cuidado en definir objetivos específicos.

 

En términos generales el análisis que he hecho pone de manifiesto que hay mucho deseo de calma y alegría, y también de otras cosas como respeto, confianza y amor.

*

La preparación de este taller ha tenido un componente emotivo añadido que invito a descubrir a través de la lectura de un artículo que he titulado “KAIZEN”, de la sección de Creatividad y Alzhéimer de este blog.

La mujer de la ventana y una bailarina en lo alto de una palmera

Contaba en el artículo que titulé “Estrategias” que hay una imagen que había tratado de ver recurriendo a todos los trucos que se me habían ocurrido y funcionado en otras ocasiones, y no lo había logrado.

La imagen en cuestión es una persona que parece que va a caerse de una ventana o del tejado. La percibe mi padre cuando su vista se queda posada en un punto concreto de la casa de un vecino.

Me sucedió que en el momento de subir la fotografía que había hecho de dicho punto, a la página del blog que estaba construyendo (en castellano), para ilustrar el artículo, de pronto vi lo que presumo que él percibe.

Previamente lo había intentado sin conseguirlo y lo último que se me había ocurrido había sido pedirle si me podía tratar de describir a la mujer en cuestión. Acababa de hacer fotos del lugar donde posa la vista y se las enseñé a través de la pantalla de la cámara por si a partir de ellas me daba alguna pista. Y me la dio, pero no la supe interpretar hasta pasados unos días.

A pesar de las dificultades que le supuso, trató de colocar su cuerpo en la misma posición que la persona que ve, sentado en la silla donde habitualmente pasa largos o cortos ratos en el jardín, según el día. Sujetó horizontalmente la muleta que le ayuda a caminar con ambos brazos estirados y trató de levantar una pierna doblada con el propósito de apoyar el pie sobre la muleta. No llegó a hacerlo, pero capté la posición en la que él intentaba colocarse y volví a mirar y a mirar la casa del vecino, sin éxito.

Pero lo cierto es que no me había olvidado la descripción que me hizo y de pronto al ver la fotografía en un tamaño reducido (siempre antes la había agrandado), percibí la silueta que él había tratado de reproducir con su cuerpo.

Le he pedido a una amiga entrañable que me eche una mano para trazar sobre la fotografía la silueta que mi padre percibe, después de haber hecho un burdo intento yo misma, con la intención de que todos la podáis ver.

Creo que nadie pondrá en duda que es posible ver a la persona que da la impresión que va a caerse. Yo no diría que es producto de las alucinaciones que produce el alzhéimer. La interpretación que hace su cerebro en este caso de lo que su vista percibe, tiene sentido. No sé expresarlo de otro modo. Los especialistas en el tema seguro que podrían dar explicaciones al respecto.

Lo que yo quiero, es dejar constancia de que vale la pena escuchar y atender lo que dicen los enfermos de alzhéimer y no dar por sentado que tienen alucinaciones inexplicables cuando ven cosas extrañas. Y si los entendidos en la materia defienden que el término correcto es “alucinaciones”, por lo menos deberían considerar la categoría de “alucinaciones explicables”.

Este no es el único ejemplo que puedo poner. Hace unos meses, cuando los Pájaros-Hojas (otro magnífico ejemplo) habían ya caído, un día de lluvia y viento mi padre me contó por teléfono que había una bailarina en lo alto de una palmera de la casa de un vecino.

Me llevé una sorpresa y probablemente me reí, pero no me burlaba de él, y eso lo percibe a la perfección a pesar de la enfermedad. Sabe que me río con las cosas que me cuenta porque me interesan y me divierten y además lo hace con mucha gracia. Ver (imaginar en mi caso) a una bailarina, danzando bajo la lluvia, en lo alto de una palmera, tal como él me lo contó, a mí me pareció sumamente divertido.

Aquel día me describió a la perfección lo que veía, con la lucidez además, de saber que lo que estaba viendo era producto del efecto de la lluvia y el viento sobre las hojas de la palmera. En ningún momento dio a entender que la bailarina fuera real. Sin embargo, como toda su vida, se prestó al juego y a la imaginación.

Memorizo visualmente los lugares y las cosas que llaman su atención para poder hablar de ellas aun estando a distancia, y sé perfectamente qué aspecto tienen las palmeras que ve desde el comedor, sentado en su butaca. Le prometí llevar mi cámara de fotos en cuanto fuera a verlo por si estaba a tiempo de atrapar a la bailarina pero  dos días después me dijo que ya no estaba.

Sin embargo, hice fotos de las palmeras el primer día que lo pude ir a ver. Sentía haberme perdido a la bailarina y así se lo dije.

Me olvidé de las fotografías hasta que días después las descargué en el ordenador y las archivé. Las estaba mirando y súbitamente me entró un ataque de risa: allí estaba la bailarina con su inconfundible tutú y un brazo apoyado sobre él, inmóvil como un autómata que se hubiera detenido en mitad de un movimiento.


Me entró mucha ilusión al comprobar que no me había perdido a la bailarina. Sí me perdí su danza alocada bajo la lluvia.

Presumiblemente el día que él la vio bailar, las hojas se agitaban frenéticamente dando la impresión que danzaba al son del viento. La lluvia las había mojado y tengo la impresión, a raíz de lo que él me contó, que el tutú se percibía aún mejor.

*

Tratar de ver lo que él ve, es para mí un reto y también una cuestión de respeto y consideración. Y ello influye en la manera como nos relacionamos. Sería muy distinto si mi risa fuera de burla o mi actitud de desprecio antes las inexplicables cosas que ve, que resulta además que sí son explicables (por lo menos algunas).

Ya lo he comentado otras veces, la risa es contagiosa y nos sienta a los dos de maravilla. Sus visiones son una fuente de diversión e inspiración para mí y nos permiten además tener largas charlas en torno a ellas.

El proceso que trato de seguir para intentar de descubrir el sentido de las imágenes que percibe me resulta difícil y me exige esfuerzo, paciencia y tesón. Estoy convencida de que el ejercicio me ayuda a tener una actitud respetuosa y empática hacia todas las personas (aunque no siempre lo consiga). Le estoy muy agradecida.

Madame Crisantemo y el cambio de estrategia

 

Pierre Loti pintado por Henri Rousseau

A menudo, muy a menudo, las estrategias que diseño y planeo llevar a cabo, sufren cambios inesperados sobre la marcha. A priori nada garantiza que vayan a funcionar en el sentido que pretendo. Y lo que ocurre es que con frecuencia cambia la percepción que tenía sobre un determinado asunto y me doy cuenta que es preferible pretender algo diferente a lo que había pensado inicialmente.

Hace pocos días estaba convencida de que valía la pena intentar que mi padre se olvidara de un libro que trata de leer y le produce alguna confusión.

He cambiado de opinión. Aunque el libro pueda inducirle pensamientos extraños en algunos momentos, he estado indagando un poco sobre él, de varias maneras  que ahora explicaré y voy a tratar de hacer lo contrario de lo que había pensado: en vez de procurar que se le olvide, centraré la atención en él.

Para saber del libro, lo primero y más importante que he hecho, ha sido preguntarle a él directamente cuando se ha presentado la ocasión, estando los dos solos. A pesar de los estragos que el alzhéimer ha hecho en su memoria, hay cosas que aún siguen vivas, aunque tal vez aletargadas, entre sus recuerdos. Se avivan normalmente a causa de un objeto, una palabra, una frase, o una imagen que llevan asociada una carga emotiva. Actúan como un detonante y dan vida en su mente a algunos recuerdos, por un espacio de tiempo impredecible.

El libro que trata de leer es una recopilación de algunas de las novelas del escritor francés Louis Marie-Julien Viaud, conocido con el pseudónimo de Pierre Loti (1850-1923). Ha actuado como un detonador y le ha hecho recordar que cuando era niño no lo pudo leer porque su padre no se lo permitió, arguyendo que no resultaba apropiado para su edad. También recuerda que en su casa se reunían familiares y amigos muy a menudo para hablar de libros, porque había mucha afición a la lectura. Tiene la impresión de haber oído hablar del autor en esas reuniones, en las que él no podía participar y siente una gran curiosidad e interés por leerlo. Le parece que hablaban muy bien de Loti.

Pierre Loti con dos de sus gatos

El vínculo emotivo que lo une al libro es evidente. Ahora tiene la ocasión de desquitarse y resolver algo que no pudo hacer de pequeño, darse la satisfacción de leerlo*. Su plan no entraña más peligro que, algunos detalles novelescos se incorporen a su propia biografía y le produzcan alguna confusión. También podría ser que ya lo hubiera leído, pero si es así, no representa ningún problema, porque no se acuerda.

*Me da pena pensar que en realidad ya no puede acceder a dicha satisfacción, aunque mantengamos la ilusión de que lo puede hacer.

Y me pregunto ¿Por qué voy a procurar que se olvide del libro? ¿Por qué en vez de eso no hablamos sobre el libro y todos los recuerdos y pensamientos que le suscita? Me parece mucho más apropiado y respetuoso. No lo había pensado así en el primer momento y sé por qué, aunque no lo explique. Lo que cuenta, a mi entender, es que ha cambiado mi percepción y eso me va a dar la oportunidad de modelar una nueva estrategia de una manera muy diferente a la que había pensado. Ha cambiado porque lo he escuchado.

Recurro a internet para seguir indagando sobre Pierre Loti. Leo con atención sobre su vida, sus viajes, y descubro que el libro de mi padre es una recopilación de algunas de sus novelas. Me llaman especialmente la atención los títulos de éstas y hay uno en particular que me atrae irresistiblemente: Madame Crisantemo.

Portada de una edición antigua de la novela de Loti

Sigo indagando y Madame Crisantemo me lleva a Madame Butterfly. Me sumerjo en recuerdos de mi infancia que me conducen a una de las piezas del juego del Majhong que había sido de mi abuelo. Fue un obsequio que recibió siendo cónsul de Costa Rica en España. He pasado largas horas jugando con él junto a mi padre y a mi hermana. La pieza de Madame Butterfly irrumpía en el juego para ser cambiada por otra. El afortunado que la había robado de la muralla, la colocaba sobre su atril, a la vista de todos. Madame Butterfly no participaba en el juego, sólo hacía de espectadora.

Vuelvo a internet y a Pierre Loti. Sin darme cuenta me he leído el capítulo de un estudio de Luisa Mª Gutiérrez, de la Universidad de Zaragoza titulado: Chrysanthème. Realidad o leyenda. Pierre Loti y A.B. de Guerville. Dos imágenes de Japón. Descubro que Loti es un personaje controvertido que hace gala de un sentido del humor mordaz y burlesco que raya el desprecio y que se pone de relieve en la mayor parte de su novelas y escritos y también en Madame Crisantemo. Mi curiosidad va in crescendo y no ceso hasta saber más del argumento.

Algunas anécdotas que leo sobre Loti me hacen sonreír. Seguro que a mi padre también, cuando le cuente algunas cosas que he descubierto. Siento que ya dispongo de material suficiente para convertir el libro que tanto le atrae en el centro de una emotiva conversación.

*

Quiero aclarar un detalle. Cuando digo: “el libro que trata de leer” es porque, aunque lea, su enfermedad no le permite retener en la memoria suficientes datos como para poder tejer y retener ningún hilo argumental, aunque sí algunos detalles inconexos.

Sabiéndolo, admiro el esfuerzo que realiza y contribuiré, mientras pueda, a mantener su ilusión.

 

Todas las imágenes de este artículo provienen de internet

Estrategias

 

Ando concentrada en diseñar estrategias: de disuasión, de distracción, de orientación espacial y temporal, de selección de posibles focos de atención, etc. El repertorio es amplio y continuamente barajo hipótesis en torno a todas ellas.

He consultado el significado de la palabra estrategia en el diccionario de la Real Academia Española, la RAE.  Descarto la siguiente definición:

3.f. Mat. En un proceso regulable, conjunto de las reglas que aseguran una decisión óptima en cada momento.

El alzhéimer no es matemático ni sigue ningún proceso regulable.  No hay conjunto de reglas que valgan. Resulta muchas veces imposible saber qué decisión va a ser óptima en cada momento.  Funciona la imaginación, la creatividad, la espontaneidad, la flexibilidad y especialmente, la emoción. Son conceptos que no se pueden expresar mediante algoritmos (creo que no es la primera vez que lo escribo).

Yo uso la palabra estrategia en el sentido de esta acepción:

2.f. Arte, traza para dirigir un asunto.

Pienso en estrategias a raíz de haber escrito el otro día, sin proponérmelo, sobre las maniobras de orientación que diariamente realizo cuando inicio la conversación telefónica con mi padre.

Me he dado cuenta de que constantemente trato de poner en juego estrategias diversas para hacer frente al deterioro progresivo de sus facultades cognitivas. Incluyen un buen repertorio de acciones posibles que no logro incrementar, sólo mantener a duras penas. Lo que servía hace unos días hoy ya no sirve. El proceso exige innovar constantemente para adaptarse a los cambios que se van produciendo.

El propósito principal de todas las estrategias es cuidarlo. Cuidarlo en un sentido amplio y profundo que me resulta complejo tratar de explicar. Sólo quiero destacar ahora dos ideas:

Equivale a tratar de proporcionarle tranquilidad paz y sosiego, mientras su identidad, la de los demás y el mundo fragmentado en el que habita, se desintegran paulatinamente.

Equivale también a tratar de preservar su dignidad.

Las estrategias que pongo en marcha tal vez sirvan de inspiración a otras personas. Tengo la impresión que se pueden transferir a otros escenarios. Las posibilidades dependen de los paralelismos que cada persona pueda establecer entre lo que yo vivo, percibo, siento y escribo y su propia experiencia, sea la que sea.

Llevo días tratando de imaginar cómo llevar a cabo alguna acción sencilla que logre fijar su atención en algo que pueda resultarle mínimamente agradable y atractivo, y a los demás, razonable. Me gustaría poder desviar su atención de una imagen que ha construido su cerebro (lo digo con todo respeto) y que aparece de forma recurrente cuando su mirada vaga por el jardín sin un objetivo concreto y se queda prendida en un lugar lejano de la casa de un vecino. La imagen en cuestión, la que él percibe, consiste en una persona (generalmente una mujer) colgada de una ventana a punto de caerse o de saltar. Le produce desasosiego.

La que yo percibo consiste en un conjunto de tubos de canalización de agua y algunos cables del tendido eléctrico, bajo el tejado, en una esquina de la casa.

Tengo que hacer un inciso obligado e imprevisto: !!! acabo de ver a la persona que quiere saltar!!!  El descubrimiento lo he hecho en el momento de incorporar esta foto a la página y va a afectar el párrafo siguiente. Léase como si este inciso no existiera y daré cuenta del feliz descubrimiento en otro momento.

He recurrido a todos los trucos que hasta ahora me habían dado resultado con los Pájaros-Hojas: achinar los ojos, desenfocar la vista, ladear la cabeza, mirar desde la misma posición que lo hace él, mirar sin querer ver, mirar queriendo ver, hacer fotografías y verlas repetidas veces después. No he tenido éxito, no consigo percibir a la persona que le parece que está a punto de caerse de la ventana y que le genera intranquilidad.

Un tímido intento de hablar de ilusiones ópticas, extraordinarias facultades de visión, y también de tubos de agua, no ha dado tampoco resultado alguno. Tal vez haya oído mis argumentos expuestos con mucho tacto, pero le han entrado por una oreja y le han salido por la otra, como se dice popularmente, sin haber dejado huella alguna. Es la mujer que está a punto de saltar la que ha dejado huella.

Me gustaría poner en juego alguna estrategia de distracción y tratar de cambiar el foco de atención cuando salga al jardín, de manera que exista un propósito, por pequeño que sea, que oriente su mirada.

Llevo también días pensando en cómo desviar su interés por una novela que trata de leer. Es de Pierre Loti. Creo que el libro perteneció a su padre y no tengo ni idea de cómo ha aparecido como texto de lectura. Sí sé que tratar de leerlo lo induce a confusión. Días atrás estaba preocupado porque por error habían incluido su nombre en una lista y ello significaba tener que irse a África unos días… La biografía de los personajes se confunde con la suya propia.

En mi cabeza todo se funde y se confunde, en sintonía con la situación. Le doy vueltas a una estrategia que incluye diversas maniobras:

1.Planeo dejarle un libro:  

Tal vez así se olvide del libro de Pierre Loti y piense en pájaros, en árboles, en casitas, comederos, bebederos…O tal vez no.

2.Tengo la intención de construir (si puedo, con su ayuda) algún elemento sencillo que podamos instalar para tratar de atraer pájaros a su jardín.

Es posible que así cuando esté en él tenga algo concreto y específico que le interese mirar y tal vez se olvide de la mujer que está a punto de caerse. Ojalá fuera así…

3.Pienso en tratar de incorporar como tema de conversación frecuente y habitual a los pájaros reales, además de mantener bien vivos a los Pájaros-Hojas

Creo que me dará pie a proponer diálogos telefónicos, actividades de observación, a contagiar y compartir observaciones e ilusiones, etc.  

 La estrategia tiene en cuenta varias cosas:

  • Aunque él ya no se acuerda, los pájaros siempre le han gustado e interesado. Tiempo atrás ya habíamos instalado algún comedero en la parte de atrás del jardín, en una zona que ahora piensa que no pertenece a la casa que habita. Tengo la impresión que tal vez podamos revivir algunas emociones agradables
  • A mí los pájaros también me atraen y me siento capaz de hablar sobre ellos el tiempo que haga falta sin cansarme ni aburrirme. Y también me siento capaz de escuchar las veces que haga falta, el mismo relato sobre cualquier asunto pajaril que él quiera explicarme.
La clave está en tener un tema para compartir. Aunque lleguemos a él a través de una estrategia de distracción, podemos tratar de convertirlo en mucho más que una mera distracción.

Alimentar mentes creativas con ideas locas

Sé que debería haber empleado la palabra «alocadas» en vez de «locas, pero he querido ser fiel al término que empleé realmente sin entrar en otras consideraciones.  

El título de este artículo se corresponde con la frase que sirvió de detonante conector y reconductor en la conversación telefónica que ayer mantuve con mi padre.

Hace ya tiempo que nuestra conversación diaria empieza con lo que podríamos llamar maniobras de orientación. Mientras espero que le acerquen el inalámbrico oigo a distancia la frase que forma parte de dichas maniobras: – Es tu hija Marta.

La fórmula es sencilla y efectiva. Se ha convertido en una rutina y así mi identidad permanece generalmente estable durante la conversación y él empieza a hablar sabiendo, en aquel momento, con quien lo hace.

Las siguientes maniobras se centran en el espacio, para que pueda imaginar aproximadamente donde estoy. Esto incluye referencias al lugar de la casa donde me encuentro, el nombre de mi casa, el del pueblo donde está y otros detalles. Ahora que lo escribo pienso de pronto en Perec y unos de sus libros: “Especies de espacios”. La conexión que he establecido me hace esbozar una sonrisa. La contaré en otro momento.

Ayer, tras las primeras maniobras de orientación la conversación se centró en las nubes. En mi casa llovía y en la suya no. Lo atribuimos a los kilómetros que nos separan. Las nubes lo conectaron con los mandalas. Con un dibujo en especial, que él ha coloreado:

Él lo describe como nubes atadas con alambre de espino. Se ríe siempre que se pregunta quién puede haber imaginado unas nubes así y me recuerda que fue un familiar suyo el que le explicó que el alambre sirve para que no llueva, para que las nubes no puedan dejar caer el agua. Siempre nos reímos cuando me lo cuenta. Me parece una explicación preciosa y no me canso de oírsela repetir.

Las nubes con alambre le inspiraron otros pensamientos y me dijo que sería una buena idea fabricar nubes para llevarlas al sitio donde hiciera falta que lloviera (con el alambre no habría riesgo de que perdieran el agua por el camino).

Seguro que todavía no se le ha ocurrido a nadie, añadió.

Me resulta fácil y delicioso seguirle el juego:

– ¡Qué bueno!, le dije. Tu idea me parece buenísima y resolvería muchos problemas.

Su idea nos dio pie a seguir hablando de oficios relacionados con las nubes, de sequía, recursos naturales y también de creatividad, un tema por el que ambos hemos compartido siempre un gran interés. Él sostenía que para inventar nubes transportables hay que tener una mente abierta y ser creativo. Hablamos de imaginación y de aplicaciones de la creatividad y fue en ese momento del diálogo donde introduje la frase que encabeza el artículo, y que ahora transcribo entera:

– Bueno, tu ya sabes que yo trabajo con profesores y eso me permite tratar de alimentar mentes creativas con ideas locas.

– Hombre, a eso me apunto yo, me contestó con voz emocionada

Di rápido con la respuesta:

– ¡PUES AYÚDAME! Estoy preparando un curso muy interesante y necesito ideas locas. El curso es sobre la risa. Bueno, no exactamente sobre la risa, si no sobre las emociones positivas y agradables y la risa es uno de los aspectos que me propongo examinar de diversas maneras.

La frase propició una conexión total. De repente desapareció milagrosamente cualquier rastro de incongruencia, de confusión entre fantasía y realidad y también las frases erráticas como las nubes con alambres que nos hacen sonreír, y la conversación fluyó entre nosotros como fluía años atrás, durante un buen rato.

Aproveché y seguí. Seguí contándole un par de ideas que estoy madurando en mi cabeza. Le expliqué cómo quiero propiciar un cambio de consideración del gracioso de un grupo. Compartí mis ideas con él. No todo el mundo tiene la capacidad de ser gracioso y de divertir a los demás con las gracias que haga, así que le conté que me parece interesante tratar de valorar y potenciar estas habilidades en beneficio de la persona que las posea y también de todo el grupo. Tengo la impresión de que en la escuela se reprende a menudo a los graciosos (y en cualquier grupo siempre hay uno). Se sintió de pronto identificado y me dijo que él ya no es un niño. Le aclaré que no hablaba de él, si no de todos los niños graciosos. Mi propuesta consiste en reorientar las intervenciones de los graciosos de manera que se produzcan en momentos oportunos e incluso programados y contribuyan así no sólo a aumentar la autoestima del gracioso, sino el bienestar de todo el grupo.

Mi idea le pareció fantástica. También me dijo que tal vez encontraré cierta oposición a algunas de mis propuestas…

Seguí contándole lo que estoy leyendo sobre neurociencia y las evidencias científicas que existen de la relación entre la risa y el aprendizaje. Si la ecuación dice que a más risa mejor se aprende, ¿Qué crees tu que deberían hacer los niños a menudo en la escuela? ¿Reírse? ¿O estar todo el rato calladitos y quietos como desean muchos maestros? Tal vez pueda haber tiempo para ambas cosas, ¿no te parece?

No voy a seguir relatando el resto de la conversación. Fue fabulosa y estimulante para ambos. Le gustaron tanto mis ideas que acabó diciéndome que me ve ganando un premio, uno muy importante… ¿el Nobel?, le pregunté.  – Sí, ese, ese, contestó ….  y fluyó la risa contagiosa a ambos lados del teléfono y yo me sentí increíblemente bien y creo que él también.

Hemos acordado seguir hablando sobre el tema. Tengo mucho tiempo por delante para preparar este y otros cursos y necesito ideas locas para alimentar mentes creativas. Sé que él puede proporcionármelas, sin siquiera proponérselo. Siempre ha tenido un sentido del humor excepcional y facilidad para reírse y provocar la risa de los demás.

Acabo contando una anécdota que lo corrobora: Durante años, hubo quien en vez de llamarlo por su nombre le llamaba señor Funes, el nombre de un actor cómico francés, de quien ahora he buscado unas fotografías en internet:

 

 

 

 

 

 

El parecido entre ambos, fue durante una época, indiscutible.

La propiedad conmutativa no es aplicable a los Pájaros-Hoja

 

Recomiendo achinar los ojos para mirar las fotografías que aparecen en este artículo. Facilita la visión de algunos Pájaros-Hoja.

 

La regla número 1 para tratar con enfermos de alzhéimer es: NO CONTRADECIRLOS.

La regla es simple, breve y no da lugar a interpretaciones. Sin embargo, ponerla en práctica puede ser más que complejo, requiere disponer de tiempo (y de imaginación) y  manejar argumentos ambiguos.

La aparición de los Pájaros-Hoja en nuestras vidas tuvo lugar tratando de aplicar dicha regla. Fue una solución creativa que nació con el propósito de no contradecir.

Mi padre ve pájaros y los demás, hojas. La solución en este caso fue fácil: Se trata de Pájaros-Hoja u Hojas-Pájaro. Así lo planteé.

Pero curiosamente él nunca invierte los términos. Siempre antepone la palabra “pájaros” a “hoja”. ¿Por qué no se confunde nunca?, ¿Cómo puede ser que no se olvide del orden de estas dos palabras?, me pregunto. Yo sí lo hago. Aunque siempre trato de usar el binomio en el orden que sin duda alguna él prefiere, supongo que es mi inconsciente el que hace que diga Hojas-Pájaro a menudo. Pero en cuanto me oigo, rectifico y vuelvo a decirlo en el orden adecuado, consciente que la propiedad conmutativa no es aplicable a los Pájaros-Hoja.

Hago un inciso para contar que he repasado lo que llevo escrito hasta ahora y me acabo de dar cuenta de que inconscientemente he escrito mal el título del artículo. Ahora lo corrijo.

Los Pájaros-Hoja se han convertido en un centro de interés compartido y son el tema central de muchas conversaciones. En el tiempo que llevamos jugando, han sido muchos los días en que se han producido nuevos avistamientos. Algunos me son comunicados por teléfono y producen un efecto colateral: expectación por saber cuándo voy a aparecer con la máquina de fotos, no vaya a ser que desaparezcan antes de que lo haga.

– Espero que no emprendan el vuelo antes de que yo pueda venir, le digo. – -Y si lo hacen, seguro que encontraremos otros.

Solemos mantener un diálogo ambiguo sobre los Pájaros-Hojas, a caballo entre la realidad y la imaginación, y sorteamos con risas y buen humor todo tipo de contradicciones.

Os explico sin ambigüedades que cuando la morera del vecino perdió las hojas, desaparecieron todos los Pájaros-Hoja que habían estado posados durante meses sobre sus ramas, uno encima del otro.

Este Pájaro-Hoja es en realidad un ganso. Tiene el cuerpo muy largo.

Afortunadamente, desde entonces, el magnolio del jardín se presta a intervenir en el juego día tras día. Tengo que reconocer que algunos avistamientos son producto de una observación especializada e imaginativa, que ha incrementado la lista de especies que se posan sobre el árbol. Sin embargo, otros avistamientos son fáciles para cualquiera que se dedique un rato a observar con atención, las hojas del magnolio:


 

 

 

 

 

– Está empezando la primavera. Los Pájaros-Hojas están a punto de nacer, le dije hace unos días. – Los árboles están empezando a brotar y sospecho que pronto volveremos a verlos.

Tardó en reaccionar, pero cuando lo hizo fue para decirme: serán Pájaros-Hojitas…  Y me entró la risa.

¿Chineamos? Chineemos …

 

Chinear. (Del castellano, chino4: m. Bazar regentado por chinos)

  1. intr. Ir a comprar cualquier cosa a un chino.
  2. intr. Ir a un chino a mirar, con la intención de comprar cualquier cosa, en otro momento.

Estas podrían ser las definiciones del diccionario en caso de que la Real Academia Española, la RAE, aceptara las palabras “chinear” y «chino4″.

(Existe la palabra “chinear” derivada de «chino3″. Se usa en algunos países latinoamericanos con diversos significados relacionados con el cuidado, el mimo, el interés, etc. por los niños, las personas en general o las cosas)

♣ 

Nuestro “chinear” surgió hará unos dos años. Pertenece al particular conjunto de palabras que usamos mi padre y yo para describir algunas de las actividades que realizamos conjuntamente, cuando podemos. En aquel momento, ir a comprar o a mirar al chino se había convertido en una rutina.

La palabra la inventó él y a mí me entró un ataque de risa al oírla. Me pareció absolutamente apropiada y precisa de manera que la incorporamos a nuestro particular repertorio de palabras creativas y desde entonces ambos la seguimos usando.

El aún puede conjugar las formas subjuntivas de los verbos. Le gusta hacerlo y le complace. Tengo una teoría que explica el por qué, pero ahora no la voy a comentar.

El verbo chinear también admite subjuntivo.

– ¿Chineamos?, le pregunto

Y el responde usando el subjuntivo: Chineemos

Y entonces salimos juntos a chinear. Recientemente hemos descubierto un bazar inmenso donde hay expuestos miles de productos. A mí me va bien chinear con la intención de tener un catálogo visual de productos, en la memoria. A menudo mi trabajo me exige comprar cachivaches y materiales de todo tipo.

A él creo que le va de fábula ver cosas y hablar sobre ellas. Así que chineamos dialogando sobre todo lo que llama su atención: las tapas de las sartenes, los botes de plástico, los Budas y los jardincillos Zen, las bombillas, las linternas, los marcos para colocar fotos, etc.

Hay algunos lugares que siempre atraen su atención:

  • La sección de cajitas, cajas y cajones de madera.
  • El pasillo de artículos de papelería, que exhibe clips, imanes, lupas, rotuladores, reglas, cuadernos, pinceles, pinturas, etc. En él, encontramos hace unos días dos “MINI MANDALAS” estupendos.
  • El pasillo de materiales para hacer scratch book y todo tipo de trabajos manuales en el que hay colgados palos de madera redondos, planos, de colores, dentados, lisos; miniaturas troqueladas, etiquetas, cintas, sellos, adornos metálicos, etc.

Solemos adquirir algún producto de estas secciones. Creo, aunque no estoy muy segura,  que le da cierto carácter de utilidad a la actividad de chinear. Yo así se lo expreso:

Te agradezco que me hayas acompañado a comprar las cosas que necesitaba, así ya tengo otra cosa resuelta.

– Gracias a ti he descubierto unos palitos nuevos que no conocía. Voy a comprar unos cuantos para hacer pruebas. Tengo la sensación de que se pueden encajar entre ellos y voy a poder hacer alguna construcción.

– ¡Qué bien que hayas querido acompañarme!, necesitaba investigar sobre algunos materiales y ahora ya sé lo que tienen para cuando los necesite.

– ¡Cómo me alegro de que a los dos nos guste chinear y encima coincidamos en apreciar las mismas cosas!

– ¡Qué suerte haber venido contigo! Si no te llegas a parar ante los Budas no veo estas fascinantes bolas de cristal. Ahora mismo me compro una.  Tengo una colección de esferas impresionante, pero ninguna de cristal como esta:

Se sorprende una y otra vez con los mismos productos, y yo igual. Pero también con cosas nuevas, porque hay tantas, que siempre hay lugar para el descubrimiento, la sorpresa y el estímulo. Trazo una especie de recorrido selectivo que pasa por sus lugares preferidos, condicionado ligeramente por algún encargo familiar específico o alguna necesidad o capricho míos.

Siempre chineamos juntos. Hace unos días me explicó que ya había estado en el bazar con mi amigo el delgadito. No recordaba su nombre y le dije que yo tampoco, pero que sabía a quién se refería:

No supe buscarme en aquel momento un alias que encajara en su recuerdo disonante.

Aun así, espero que el próximo día que le pregunte:

– ¿Chineamos?

él me conteste conjugando su estimado subjuntivo:

– Chineemos…

Cara a cara sobre una rama ¿Y tú qué ves?

 

Hace días incluí la siguiente fotografía en un artículo que dediqué a los milanos de miraguano.

En ella aparecen algunos frutos de esta planta trepadora, colgando de las ramas de un árbol.

Estoy segura de que nadie se ha dado cuenta todavía de la divertida escena que contiene esta imagen.

No es fácil verla, para ello, hay que saber percibir el mundo en clave alzhéimer. Y tener la habilidad de ver lo que otros no ven…

Resulta que en la esquina inferior derecha, un pájaro-hoja conversa cara a cara sobre una rama con un insecto-hoja de color verde pálido.

Me entra la risa cuando los descubro.

¿Sobre qué estarán conversando?, me pregunto.

Había previsto terminar el artículo en el párrafo anterior, pero he decidido seguir, sin modificar ni una coma de lo que ya había escrito, con el propósito de divertirme contando cómo estalle en una carcajada hace pocos días, mientras conversaba con mi padre sobre esta imagen, después de haber escrito sobre ella.

Siempre trato de hacerle partícipe de mis jueguecitos creativos, como los llama él, así que días atrás le había enviado la foto para saber si él veía lo mismo que yo. Y no fue así exactamente. Conversamos por teléfono y aunque percibía un pájaro también me hablaba de un monstruo y algunas ideas inconexas, así que dejé que el tema se desvaneciera. En directo creo que hubiera sido más fácil.

Sin embargo, una vez tenía escrito lo que ha acabado siendo la mitad de este artículo, decidí volver a sacar el tema por teléfono y le conté que gracias a él he desarrollado una capacidad especial para ver pájaros-hoja y otras cosas que habitualmente la mayor parte de gente no ve. Añadí que le estoy muy agradecida porque contribuye al desarrollo de mi creatividad.

Y seguí contándole que examinando una foto que había hecho días atrás, de unos frutos de miraguano colgando de un árbol, me había dado cuenta de que en la foto había un pájaro-hoja y un insecto-hoja conversando cara a cara en una rama.

¿Y de qué hablan? – me preguntó.

Su pregunta fue el detonante de mi carcajada. Sencillamente porque ambos nos habíamos preguntado lo mismo. Coincidencias genéticas, me dije. Ambos andamos igual de locos o creativos…

Entre risas, le pregunté: ¿y tú qué crees? ¿De qué pueden estar hablando un pájaro-hoja y un insecto-hoja?

Tardó poco en contestar:

Aiii -, me dijo con voz guasona y pausada, – es el pájaro el que habla, le está contando al insecto lo difícil que anda en este momento la vida pajaril …

Mi carcajada fue in crescendo. Tal vez sea difícil entender el momento de mágica complicidad que establecimos en aquel momento: supe que acababa de tener un momento de proyección exquisita, con el sentido del humor que le ha caracterizado toda la vida, y me estaba hablando de sí mismo: su vida de pájaro anda complicada…

Su risa emergió también al otro lado del teléfono y seguimos un buen rato. Es recíprocamente contagiosa y a los dos nos sienta siempre de maravilla.